Los gritos de “¡libertad, libertad, libertad!” resonaron este jueves por la noche con fuerza en la plaza de toros de Palma ante la posibilidad cada vez más cercana de que el Coliseo Balear no vuelva a acoger ya nunca más un festejo taurino, al menos en el sentido clásico del término. Como es sabido, el pasado mes de julio el Parlamento autonómico aprobó la ley de toros “a la balear”, que si bien no prohíbe expresamente las corridas en el archipiélago, fija numerosas restricciones para su celebración, como por ejemplo la de que no se hiera o mate al toro. Todos sabemos que se trata de un ataque a la tradición española vestida de luces, sin que nos traguemos el cuento de la empatía hacia los animales de quienes celebran las muertes de sus adversarios políticos y tienen sobre sus manos los restos de sangre de miles de nonatos que son asesinados cada año. Los gritos de “¡libertad, libertad, libertad!” han quedado sin embargo oscurecidos por la realidad que ha sido impuesta en Baleares: no habrá más corridas de toros porque así lo ha decidido el gobierno autónomo. Tras unos días de acalorada discusión, las aguas revueltas volverán a su cauce, como volvieron antes en Cataluña, sin que desde entonces se hayan alzado las voces que también clamaban por la libertad de los aficionados catalanes a la tauromaquia.

Y quien habla de toros puede hablar del cúmulo de normas que han sido y están siendo aprobadas a diario contra la forma civilizadora de vida que compartimos muchos. Son tantas las batallas perdidas que ya he perdido la cuenta. Le debe resultar muy fácil al sistema arramblar con todo lo que para nosotros tiene un sentido afectivo y un valor emocional sin tener que hacer frente a un movimiento patriota fuerte y efectivo, que no termina de surgir. Lo explicó con su habitual maestría nuestro colaborador José L. Román: “Ese movimiento no surge porque existen decenas de grupúsculos con programas similares y alguna diferencia de matiz fácilmente salvable, pero cuyos líderes no tienen la humildad suficiente para pasar a un segundo plano, dando paso, en busca de la unidad, a la persona mejor preparada y con el carisma suficiente para atraer el voto de la derecha huérfana”.

Las palabras de Román son refrendadas por los hechos. Es rara la semana que no se cree algún grupúsculo pretendidamente patriota, en ocasiones liderados por personajillos que durante lustros fueron ceros a la izquierda en otros partidos.Inmunes al ridículo, en vez de buscar posiciones comunes con los partidos que ya existen, lo que buscan es alcanzar a ser cabezas de ratón, aunque la irrelevancia de estas testas ratoniles se demuestre a diario. Tenemos así al frente de estos grupos a semianalfabetos potenciales, feos y sin carisma, sin dotes oratorias, sin ideas, sin talento, sin pertrechos intelectuales, sin medios económicos, sin nada que llevarse a la boca, pero que contribuyen a crear confusión alejando la perspectiva de un movimiento político para la reconstrucción nacional, conformado por los mejores y no por los más gañanes.

Ante la exigencia de esa alternativa nació este medio. En pocos años nos hemos convertido, para bien y para mal, en una de las principales referencias de la prensa digital española. Y lo hemos logrado sin hipotecarnos con nadie, costándonos a nosotros el dinero.  Lo que el identitarismo político está lejos de lograr, en cambio nosotros sí hemos sido capaces de ser competitivos pese a todas las restricciones a las que tenemos que hacer frente. Lejos de valorar el resultado de ese esfuerzo, lo que ustedes pueden comprobar son los ataques e injurias de los que nos hacen depositarios, particularmente a mi, en los foros de los grupúculos patriotas. Los ataques han alcanzado incluso al Padre Calvo en las últimas semanas.

De mi se ha llegado a decir que fabrico bebidas para gays. Lo expliqué en “La ratonera” y no es improcedente repetirlo: si tuviese la capacidad fabril y los medios económicos para hacer tal cosa, el que esto escribe sería millonario. ¿Y qué hace un millonario soportando a estos impresentables en medio de esta canícula y no disfrutando de su dinero en una isla exclusiva del Caribe? También suelen orlar mi biografía con algún pasaje digno de El Dioni. A lo largo de mi vida (dato fácilmente verificable) fui condenado una sóla vez, en 1994, concretamente al pago de una sanción económica, por llamar “matoncillo lenguaraz”, en un medio escrito, al marido de una concejala independiente de Marbella. Otra de las “ofensas” recurrentes es la de apelar una y otra vez a mi condición de exjefe de prensa del Ayuntamiento de Marbella, con Jesús Gil de alcalde, durante cuatro maravillosos e inolvidables años. Entre una miríada de aspirantes a ocupar ese puesto, entre ellos algunos periodistas de relumbrón, había que ser profesionalmente muy bueno para gozar del privilegio, con veintipocos años, de trabajar cerca de quien entonces era considerado un fenómeno sociológico, el hombre más famoso de España después del Rey, lejos, bien lejos, del estereotipo corrupto que se creó del personaje después de muerto. No sólo fui su jefe de prensa; también el redactor de su programa político y su jefe de campaña en las elecciones generales de 1993 y municipales de 1995 (19 concejales de un total de 25). De pocas cosas de mi vida me sentiré nunca tan satisfecho.

Hechas estas anotaciones (la primera vez que doy parcial respuesta a las cosas que de mi se dice en algunos foros), invoco a los lectores a dar terminantemente la espalda a todos los que se sirven del ideal identitario para vivir sin trabajar o para pretender dar un cierto lustre a sus anodinas y mediocres biografías. Mientras el sistema pueda relacionar las ideas que aquí son defendidas con la amalgama que prolifera en esos grupos, entonces el nutriente ideológico será tan espeso que nadie con la suficiente talla se tomará en serio la idea de acompañarnos.

Llevamos años proclamando la exigencia de un gran proyecto identitario nacional liderado por una gran figura. Necesitamos una derecha identitaria que sirva de muro de contención a las políticas frentistas de la izquierda y a la laxitud moral de la derecha liberal. Si ante el tornado que se aproxima, no somos capaces de atender al desafío de al menos intentarlo, con la grandeza humana que la situación nos exige; si sigue imperando la cortedad de miras, el fulanismo, el gigantesco oportunismo, el ensoberbecimiento, el todos ciego antes que admitir al tuerto, las injurias y los ataques cainitas, entonces no nos quedará otra que contemplar la del PP como la menos mala de las opciones para guarecernos. Al menos sus dirigentes nunca nos han injuriado.