El demonio de los Andes
José María Ortuño Sánchez-Pedreño*.- Francisco de Carvajal nació en Arévalo (Ávila). Fue un tipo legendario, grande y pequeño en sus pasiones, noble y villano de sus actos, generoso y mezquino en su conducta, una contradicción viviente. Fue más conocido en la historia colonial de América con el nombre de El demonio de los Andes. Con sentimientos religiosos que no eran los de su siglo; con una palabra en la que bullían el chiste travieso o el sarcasmo de un hombre descreído; con una crueldad que recuerda los refinamientos de los tiranos de la Roma pagana, hay que admirar en él su abnegación y lealtad por el amigo y la energía de su espíritu.
Valiente soldado, la victoria fue para él sumisa cortesana. Se dice de Francisco de Carvajal que nació en Ragama, pequeño aldea del distrito de Arévalo. Está demostrado que fue hijo natural de César Borgia, duque de Valentinois. Carvajal era pues nieto del Papa Alejandro VI. Después de haber militado en España, sirvió a las órdenes del Gran Capitán y se halló con el título de alférez en el sitio de Rávena, batalla de Pavía y en el saqueo de Roma (1521). Cansado de esta guerra, marchó a Méjico (Nueva España) con su querida, Catalina Leyton, en la comitiva del Virrey de Nueva España, Antonio de Mendoza.
A la llegada de Francisco de Carvajal a América, se encontraba Francisco Pizarro en serios aprietos. La sublevación de los indios era general en el Perú. Enterado de este conflicto, el Virrey dio a Francisco de Carvajal el mando de 200 hombres, al frente de los cuales marchó Carvajal a auxiliar a Pizarro, del que obtuvo grandes mercedes en recompensa de sus servicios, que le hicieron poseedor de una pingüe fortuna.
Después del trágico fin de Francisco Pizarro, Carvajal cometió tenazmente contra la hueste del joven Almagro, hijo de Diego de Almagro. En la sangrienta batalla de Chupos, cuando la victoria se pronunciaba por los almagristas, arrojó el yelmo y la coraza y, puesto al frente de su tercio, enardeció a los soldados con palabras y decidió el éxito de la batalla, apoderándose de la artillería del hijo de Diego de Almagro. Carvajal, que quizá presentía los sucesos, con motivo de la muerte de Catalina, se apresuró a conseguir una fortuna para regresar a España, pero en ningún pueblo halló nave lista para conducirlo a la Península.
La gratitud que debía a los Pizarro le obligó a unirse con Gonzalo Pizarro (hijo de Francisco) a representar el segundo papel en aquellas luchas. Nombrado Maestre de Campo, prestó valiosos servicios a la causa que abrazó. El octogenario guerrero, dicen los cronistas, exterminó o aterró a los realistas del sur. A la edad en que pocos hombres conservan el fuego de las pasiones y el vigor de los órganos, pasó sin descanso seis veces los Andes. De Quito a San Miguel, de Lima a Guamanga, de Guamanga a Lima, de Lucanas al Cuzco, del Collao a Arequica y de Arequipa a Charcas. Comiendo y durmiendo sobre el caballo, fue insensible a los hielos de la puna, a la ardiente reverberación del sol en los arenales y a las privaciones y fatigas de las marchas forzadas. El vulgo supersticioso decía que Carvajal y su caballo andaban por los aires. Sólo así podía explicarse tan prodigiosa actividad.
Después de la victoria de Iñaquito, Carvajal aconsejó a Gonzalo Pizarro que se proclamase rey. Pizarro no siguió sus leales advertencias y, perdido el favor popular, Carvajal, para no sucumbir en Lima, aceptó la batalla de Huarina en la que con sólo 500 hombres derrotó a 1200 imperialistas. El 9 de abril de 1548 tuvo lugar la batalla de Saxxahuaman. En ella, las tropas de Gonzalo Pizarro le traicionaron y, abandonando sus banderas, se pasaron al bando imperialista, mandados por el segundo jefe Cepeda y el capitán Garcilaso de la Vega. Las tropas imperialistas de Carlos I estaban bajo el mando de Pedro de la Gasca, primer Virrey del Perú, enviado expresamente por Carlos I para acabar con la rebelión encabezada por Gonzalo Pizarro y los suyos. Hecho prisionero en la batalla Francisco de Carvajal, fue ajusticiado sobre el campo de batalla a la avanzada edad de 84 años.
Se cuenta de Carvajal hechos increíbles que han servido de base a multitud de historietas y leyendas que la tradición ha conservado. A su muerte sus bienes fueron confiscados, su casa demolida y el solar sembrado de sal. En él se colocó una lápida de bronce con una inscripción de infamia y a la calle se le dio el nombre de calle del Mármol de Carvajal. Su cabeza fue expuesta en la Plaza Mayor de Lima, junto a la de Gonzalo Pizarro. Robada quince años después, la cabeza de Carvajal fue enterrada en la iglesia de San Francisco. Tan grande fue la popularidad de Carvajal que, habiendo sido quitada su lápida por sus amigos, cerca de sesenta años después (1 de enero de 1617), fue nuevamente colocada por el entonces Virrey del Perú, el príncipe de Esquilache.
Después de la muerte de Carvajal, los españoles, pero sobre todo la leyenda indígena, narran que Carvajal, vestido de negro y en un corcel azabache, aparecía de la nada y luchaba con singular habilidad a favor de los indígenas. Durante la época colonial, las mujeres en Perú se santiguaban cuando alguien mencionaba en voz alta el nombre de Francisco de Carvajal, El demonio de los Andes.
*Historiador y Doctor en Derecho
Permítame hacerle una corrección, Gonzalo Pizarro no fue hijo de Francisco todo lo contrario, fue su hermano menor.
fue un hombre leal , virtud que era muy rara en esa epoca