La víctima, de 29 años, es atendido por agentes de la Policía Municipal en plena calle.

Un marroquí de 30 años fue detenido ayer por agredir con un arma blanca a otro individuo a plena luz del día en la calle Iturribide del Casco Viejo de Bilbao. Todo comenzó cuando, poco antes del mediodía, el agresor, que responde a las iniciales de Y.K., se enzarzó en una pelea con I.M., de 29 años y dueño de una pizzería en la zona. La Policía Municipal acudió de inmediato al lugar de los hechos y disolvió sin problemas la reyerta, en la que había varios implicados más, todos ellos de origen magrebí. «Oímos gritos que venían desde abajo, pero llegaron los agentes y la cosa parecía haberse calmado», aseguró Juan Montenegro, un vecino de los alrededores que se encontraba tomando un café a escasos metros del lugar en el que se desató la disputa.

Pero a las 14.30 del mediodía, el ambiente volvió a enrarecerse. Desde el interior del bar Iturriondo, varios clientes vieron cómo dos de los jóvenes marroquíes que habían estado implicados horas antes en la discusión bajaban corriendo por la cuesta de Iturribide, perseguidos por otros tres individuos. Uno de ellos portaba una navaja en la mano. «Todo sucedió muy rápido», aseguró uno de los testigos, que se asomó a la calle y vio cómo, a la altura del portal número 29, el agresor alcanzaba a su víctima y conseguía asestarle dos puñaladas, una en la espalda y otra a la altura de la ingle. «El chico intentó zafarse, pero no hubo manera», comentó el vecino.

Alertada por el acompañante del agredido, la Policía Municipal tardó apenas unos minutos en personarse en el lugar de los hechos e identificar y arrestar al atacante. Mientras tanto, la ambulancia recogía al agredido, que fue trasladado al hospital de Basurto.
En Iturribide los vecinos no lograban explicarse el porqué de lo sucedido. «Es un chico muy tranquilo, nunca se mete en problemas», comentaban los dueños de la frutería situada frente al negocio del apuñalado. Un problema relacionado con «dinero o algún otro tema laboral» podría ser el desencadenante del altercado. «Oímos cómo el agresor repetía, después de propinarle los navajazos, que había sido engañado», dijo uno de los testigos.