Rodrigo de Castilla.- En pocas, en muy pocas ocasiones solemos tener la ocasión de acceder a las declaraciones de un profesional de la medicina de un rango altísimo -coordinador jefe de la Pandemia COVID-19 en un hospital privado de la Comunidad de Madrid- con más de 30 años de experiencia y que el mismo se presente con nombre y apellidos, e incluso ofreciendo su número de colegiado.

Este hombre valiente -podríamos decir que heroico- ha contado en unos minutos de vídeo estremecedores -en algunos momentos con una evidente emoción- lo que le ha supuesto estar confinado dentro del hospital donde trabaja, dado que su domicilio queda fuera de Madrid. 40 días sin salir de su lugar de trabajo. Que se dice pronto. No confinado en casa, no. En un hospital.

Desde el interior del hospital, ha sido testigo directo de la muerte, la desesperanza, la lucha, el valor… pero también la recuperación de la ilusión y el triunfo de la vida y de la voluntad sobre la enfermedad. Escúchenle. Merece la pena.

Pero también, escuchen y mediten sus palabras sobre lo que este indigno y canallesco Gobierno ha hecho con la gestión de la epidemia. Escúchenle, porque de ello depende la vida y la muerte de nuestras familias. Y de ello dependerá que la muerte de decenas de miles de nuestros seres queridos, españoles inocentes, la mayoría ancianos que deberían haber sido las figuras que en nuestra sociedad hubieran recibido el mejor trato y el máximo respeto, se han dejado morir como perros callejeros, entre sus propios excrementos, cuando, según ha declarado públicamente, el responsable último de todas las residencias de ancianos era el vicepresidente Pablo Iglesias.

Simplemente les pedimos que hagan algo de suyo sencillo: escuchen y piensen, piensen, ¡PIENSEN!