La Iglesia progresista enseñó la patita
La entrevista que Gonzalo Altozano le hizo a Jorge Vestrynge, antiguo secretario general de la Alianza Popular de Fraga Iribarne, no tiene desperdicio. Atendiendo a lo que nos interesa a los que defendemos la Iglesia y sus principios doctrinales innegociables, salieron cosas estremecedoras… Mutatis mutandis, es mucho más grave esto que la traición de Zapatero a España negociando con ETA cosas absolutamente innegociables.
En efecto, cuando la entrevista aterriza en los temas referentes a la ley del aborto que se estaba discutiendo en tiempos de Fraga, siendo Vestrynge secretario general del PP, se le ponen a uno los pelos de punta. Ahí aparecen unas actitudes episcopales inquietantes, que dejaban ver ya cuál iba a ser el talante de la Conferencia Episcopal en general, y de la inmensa mayoría de los obispos en particular; unas actitudes que creo que han permanecido inmutables a lo largo del tiempo… A todos nos parecía muy sospechosa la conspiración del silencio episcopal respecto al aborto, pero ahora ya sabemos qué se estaba cociendo. Ahora no se trata ya de meras sospechas o deducciones o intuiciones de las mentes más preclaras. Ahora sabemos con certeza que el episcopado español había decidido explícitamente ponerse de canto ante el tema del aborto: vamos, no hacerse notar.
El de Jorge Vestrynge es un testimonio directo, tan directo que es muy difícil pensar en una tergiversación o una mentira. Y de todos modos no se trata de una manifestación en privado, sino de una declaración pública.
Preguntado Vestrynge por la situación de la Iglesia católica en el caso de que Fraga hubiera sido el redactor único de la Constitución Española, respondía: La postura de Fraga con la Iglesia era ambigua. Recuerdo que cuando la tramitación de la ley del aborto, Alianza Popular decidió hacer obstrucción en el Senado (para variar, los laicos más valientes que sus obispos). Ese día estaba yo en su despacho con Fraga cuando la secretaria le pasó una llamada. Mientras al otro lado del teléfono alguien hablaba y hablaba, Fraga se limitaba a escuchar, para sólo decir al final: “Me choca lo que me dice, Monseñor, no esperaba yo este planteamiento, pero si ustedes así lo consideran…”.
¿De quién era la llamada?, pregunta el periodista. Del secretario de la Conferencia Episcopal, afirma Vestrynge. Que cesáramos ya con la política de obstrucción al aborto. Al colgar, Fraga se quedó mirándome -continúa Vestringe- y me dijo: “Secretario general, no me borro de la cosa esta, la Iglesia católica, por la memoria de mi madre, que si no…”.
No importa quién fuera el secretario general de la Conferencia Episcopal en aquella época, porque no actuaba por iniciativa propia. Ahí había un amplísimo consenso, una corrupción doctrinal y pastoral muy generalizada. La inmensa mayoría estaban por un tratamiento pastoral del aborto: es decir por callar y dejar hacer a los políticos esa pastoral laica que les venía como anillo pastoral al dedo. Eso ocurría absolutamente dentro del espacio de tiempo en el que se tramitó la primera ley que despenalizó el aborto en tres casos: salud psíquica y física de la madre, malformación y violación. Aprobada por el PSOE en 1985 sólo encontró la clara oposición de aquella antigua Alianza Popular periclitada años más tarde por el liberal-abortista Aznar. Es decir que cuando llegó Aznar, abrió las compuertas ideológicas del PP para que lo inundasen las ideas “de progreso” gracias a las cuales se ha mimetizado con el Partido Socialista e incluso con Podemos en cuestión de principios. En esas cuestiones el PP está muy adelantado: incluso más que Ciudadanos, al que le disputa el centrismo radical.
Los socialistas ganaron las elecciones en octubre de 1982. En enero de 1983 el ministro de Sanidad, Ernest Lluch, con la máxima celeridad, presentó un proyecto de Ley del aborto. El 6 de octubre se aprueba en el Congreso con la mayoría absoluta del PSOE y unos días después comienza la tramitación en el Senado donde Alianza Popular presenta una enmienda de veto. Ahí es donde entra Fernando Sebastián para insistirle a Manuel Fraga sobre la necesidad de rebajar la tensión y de no obstruir la tramitación de la Ley del aborto.
La verdad es que no importa quiénes ostentaban en aquel momento los altos cargos de la Conferencia episcopal. Más vale olvidarlos. Lo verdaderamente grave es que en esa cuestión ostentaban la representación legítima y auténtica de todo el episcopado español como lo prueba el hecho de que ante semejante escandalazo permanecieran casi todos mudos. Y todos sabían que esa ley era el tremendo coladero que fue, para instaurar en España el aborto totalmente libre, sin ningún tipo de freno, y promocionado por todas las administraciones sin distinción de color político.
Tenía razón Fraga de escandalizarse por la llamada tan desvergonzada del presidente de la Conferencia Episcopal: “no me borro de la cosa esta, la Iglesia católica, por la memoria de mi madre, que si no…”. La ley salió y todos obedecieron la consigna de la superioridad. Nadie protestó por ese tremendo desafuero. Una simple nota episcopal con el consiguiente lloriqueo y aquí paz y después gloria, que Dios, en sus nuevas instalaciones del hospital de campaña, lo perdona todo. La jerarquía eclesiástica española demostró ser de una modernidad tan sobresaliente como espeluznante. Y así nos va.
Olé y olé por Fernando Sebastián, secretario general y por Gabino Díaz Merchán, presidente de la Conferencia Episcopal, y por José Delicado Baeza, vicepresidente, pues don Fernando no llamó a Fraga de motu proprio. Para un tema de ese calado, al menos estarían al caso el presidente y el comité ejecutivo de la Conferencia Episcopal Española, como poco. Dios los juzgará.
Y hoy, con la eutanasia a las puertas, el aborto quirúrgico y farmacológico incrustado hasta en los hospitales de la Iglesia y la ideología LTGB en todos los colegios, las palabras del Evangelio resuenan rabiosamente inquietantes: Si los que tenéis que ser luz, no sois luz… ¡Qué grande es la oscuridad!
“vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se salará?
Ya no sirve para nada mas que para ser tirada afuera y ser pisoteada por los hombres.(Mateo 5,13).
¡ Qué Lástima !…
Parece que unos poquitos dentro de la Iglesia empiezan a reaccionar. Han emitido un escrito que está sorprendentemente muy bien. Es referente al tema del fraude del virus; lo pongo a continuación:
https://infovaticana.com/2020/05/07/sarah-y-otros-cardenales-y-obispos-firman-un-importante-documento-sobre-el-coronavirus/?utm_medium=social&utm_source=whatsapp&utm_campaign=shareweb&utm_content=footer&utm_origin=footer