¿Por qué se castigan los sentimientos?
Todos los diccionarios que he consultado definen el odio como un sentimiento. Y un sentimiento es un estado del ánimo. De manera que no resulta verosímil que se juzgue a una persona por sus sentimientos. Si yo odio el desorden, la violencia, la corrupción, la delincuencia… ¿me convierte ello en un peligro social? Si yo amo la vagancia, el parasitismo, el tráfico de drogas… ¿me convierto en un ejemplo social? Si yo denuncio a los musulmanes yihadistas por basar el seguimiento de su doctrina en un libro que contiene más de 100 aleyas (versículos) que predican la violencia… ¿estoy predicando el odio?
Los sentimientos no pueden castigarse. Lo que se castiga es la acción, que es el primer elemento jurídico del delito. Así, si se ataca a un senegalés y se le abre una brecha en la frente es un delito de lesiones, exactamente igual que si alguien les ataca a ustedes y les abre la cabeza, aunque sean de Cuenca. Pero en estos momentos, una riña con un senegalés es “xenofobia” y con uno de Cuenca es una riña. Supuestos idénticos, pero distinto tratamiento jurídico.
Sea cual fuere la orientación sexual, la raza, la religión, la ideología o la clase social, los hechos son los hechos, el delito es el delito y las penas a aplicar han de ser las mismas. De lo contrario, la amplia parafernalia ‘buenista’ que rodea al “odio”, a fuerza de excesos, puede derivar en una especie de patología de la compasión y en arbitrios enfermizos que representen una flagrante inseguridad.
Comprendo los esfuerzos de los gobernantes en su exaltación histriónica de “la corrección política” para proteger a lo que ellos consideran “minorías” desde una perspectiva paternalista y de evidente “superioridad moral”. Pero rizar el rizo en estos temas, “adivinando” los sentimientos más íntimos de un agresor o de un delincuente, es decir, si se mueve por “odio” o por simple maldad, es algo extremadamente delicado y que requiere de la psiquiatría forense más que de la opinión subjetiva de un juez instructor o de un fiscal.
Pongo un ejemplo: se arma una trifulca y a resultas de la misma tenemos a un marroquí con un brazo roto. De inmediato se clama y se acusa de “odio” y xenofobia al agresor si es español. Pero si una marroquí, como ha ocurrido estema semana en un pueblo de Castellón, intenta quemar viva a una mujer española que porta a su bebé, para robarle el bolso, en este caso no se hablará de “odio” ni nadie se aventuraría a decir que la marroquí “odia” a los españoles y que por eso robó e intentó matar a la madre. Nada. Se trataría de un delito de robo con violencia y resultado de lesiones más o menos graves, pero “odio” no hay. ¿Y por qué no va a haber “odio” cuando una persona asalta a otra, sea de Alcorcón o de Nueva Guinea Papua? Todo delito tiene una vertiente oscura e indeterminada. Para muchos, toda violencia implica “odio”, a no ser que sea llevada a cabo por un psicópata o un sociópata carentes de sentimientos, que buscan el mal por el mal, que ni sienten ni padecen y que tan solo quieren causar daño.
Vistas como están la cosa, tanto puede “odiar” el que lanza botes de humo junto a una mezquita como el que ordena hacer una “batida de cruces”. Odio por todos lados. ¿Y por qué no se imputa absolutamente a todos los políticos por “odiar” a sus contrarios? Castigar sentimientos genera inseguridad y “presumir” de sentimientos resulta más inseguro aún.
Está clarísimo que las palabras “racismo”, xenofobia, homofobia, etc, y todas sus variantes son palabras policía que se utilizan como técnica de control mental contra los Blancos para que nos dejemos invadir, violar y depredar por los tercermundistas, favoreciendo las ganancias económicas de las grandes empresas, banca (que anhelan la mano de obra barata, dejándo parados a los autóctonos)y la religión Judía, la más racista de las religiones (que busca el mestizaje de todos los gentiles excepto los Judíos, la raza dominante elegida por su dios para dominar a los gentiles). Gracias a la domesticación mental de los Blancos el… Leer más »
Ya se sabe, dentro de poco, el Ministerio del Amor -o sea, el de la Guerra- castigará el sentimiento de amor. Elemental. Los chorizos mentales de estos y los jueces que ni protestan.
Es como si se castigara tener calor o frío, hambre o sueño o cansancio lo cual no se puede evitar. Son “estados” que “siente” el cuerpo.
Los seres humanos, porque tienen alma, “sienten” emociones que causan sentimientos que dan lugar a un “estado” de ánimo y punto, los cuales tampoco se pueden evitar y, por supuesto, prohibir, ni por supuesto, castigar.
El progre, buenista y falso periodista Xavier Rius Sant, cuando tenía edad para hacer el servicio militar, se declaraba objetor de conciencia al mismo. Durante esos años de vacío legal en lo que atañe a esta materia, batallaba junto con otros objetores contra los sucesivos borradores para algún tipo de ley que regulase el tema (hubo proyectos de UCD, después del PSOE…), por considerarlos injustos, porque sólo contemplaban el derecho a no hacer la mili por motivos religiosos o de conciencia, incluso de un modo tal que había que probar ese espíritu. Se quejaba Rius y los objetores en general… Leer más »