Al PSOE de Pedro Sánchez, ni agua
El autor de “No es no” a Rajoy presiona ahora al Pablo Casado para que sume sus votos a los de la bancada socialista para investirlo a él al frente de la Presidencia del Gobierno. Y lo hace sin presentar un programa base, ni buscando unos acuerdos previos, ni tan siquiera ofreciendo garantías de que no pactará con Podemos ni los separatistas Y lo hace el mismo día que el PSOE alcanza un acuerdo con Podemos y los filoetarras para gobernar Navarra, pese a perder claramente las elecciones.
Si el PP cede a las presiones y hace presidente a Pedro Sánchez, estaría sellando su condición de proyecto político absolutamente invalidado para representar a un sector de la derecha social española con la dignidad y el respeto que ésta merece. Si Pedro Sánchez quiere seguir siendo presidente, que lo sea con el apoyo de sus grupos mascotas por excelencia. Aquí tenemos en su naturaleza real a unos dirigentes sectarios y resentidos que monopolizan la palabra democracia y la palabra libertad, pero que al mismo tiempo impiden, en Navarra y en Badalona, apoyándose en los separatistas, que gobiernen los que mayoritariamente han sido elegidos por los electores. Las presiones de Carmen Calvo al PP y a Ciudadanos, usando el Consejo de Ministros, ponen al descubierto que, para un sector de esta repugnante casta política de izquierda, los españoles que no piensan como ellos no tienen derecho siquiera a ejercer de oposición a partidos ideológicamente antagónicos.
La paleta cordobesa ha instado al PP y Ciudadanos a apoyar a Pedro Sánchez sin más. Y lo ha hecho en nombre de un partido que debe su presencia en el Gobierno a una moción de censura que contó con el apoyo de ultras de todo pelaje, separatistas y herederos políticos de ETA.
La sesión de investidura ha sido toda ella un acontecimiento grotesco. Tiene gracia que nadie mencionara el hecho esperpéntico de que reclamaran Trabajo y las políticas de empleo representantes políticos que nunca han gestionado nada ni pagado una sola nómina. Los diputados de Podemos tienen la costumbre de hablar siempre en nombre de los trabajadores, dando por hecho que serán los grandes beneficiados de sus políticas sociales y económicas, cuando la realidad es que se muestran incapaces de conectar con ellos. Por una sencilla razón: porque no son trabajadores. Y porque los trabajadores no son tontos. Estos los perciben como lo que son: una banda de oportunistas y pijos ‘progres’ que juegan a asaltar los cielos y ejercer el proselitismo paternalista. Sus campañas electorales están confeccionadas al milímetro para hipsters de Malasaña, con montajes y discursos basados en series de la HBO. No pisan los barrios obreros. Proponen soluciones para problemas que no existen o que ellos mismos han inventado, reivindican infinidad de causas secundarias y parciales. La precarización laboral, debido a la existencia de una mano de obra inmigrante masiva y barata, les tiene sin cuidado. Y aún se preguntan por qué los obreros que más tienen que perder terminan votando a partidos de derechas.
Como ha escrito Paloma Cervilla, si Pedro Sánchez y Pablo Iglesias tuvieran sentido de Estado, madurez política y un poquito, tan solo un poquito, de respeto por España, no hubiéramos asistido al dantesco espectáculo que se vivió ayer en el Congreso de los Diputados. Pero, ¿qué se podía esperar de dos inmaduros dirigentes políticos a los que solo les mueve la descarnada ambición por el poder y el desprecio absoluto a los ciudadanos?
Si Pedro Sánchez se creía que lo iban a investir presidente porque sí, estaba muy equivocado. Y si Pablo Iglesias pensaba que apretando las tuercas iba a conseguir doblegar al presidente en funciones, es que desconocía hasta que punto Sánchez es un ególatra irresponsable, que solo busca el poder por el poder.
No sabemos si alguna vez Sánchez se creyó que dando tres ministerios menores y una vicepresidencia iba a convencer a Iglesias, estaba muy equivocado. El líder de Podemos quería poder, y más poder, y dinerito en forma de presupuestos para aplicar unas políticas de ultraizquierda, que iban a ser muy perjudiciales para España.
Vamos, un Gobierno paralelo con sede en Galapagar, que iba a conducir a España al desastre, Y Sánchez se negó porque él quería que lo apoyaran para presidente porque yo lo valgo.
En este contexto, lo deseable es que se convocaran nuevas elecciones. Y por supuesto que el PP no repare los puentes que la incompetencia de Sánchez e Iglesias han destruido. La cabra siempre tira al monte.
Así que lo que tiene que hacer Pablo Casado es decir alto y claro que el respeto a sus votantes hace imposible cualquier acuerdo de investidura para que las cosas sigan igual de mal que hoy. Debería empezar por amordazar a la despreciable Cuca Gamarra, que pretende feminizar la dignidad del PP proponiendo un acuerdo con Sánchez a instancias del Rey. No está el horno para felaciones de ese tipo.
Ni la musculatura electoral de la derecha social española, claramente mayoritaria, soporta ya este tipo de linimentos. ¿O ignora acaso la reprobable Gamarra que haga lo que haga el PP, el PSOE estará siempre más dispuesto a aliarse y trabajar con los nacionalismos balcanizantes, como ha demostrado en Navarra, Valencia, Baleares y Badalona?
Si Sánchez quiere un salvavidas para mantenerse a flota, que se lo proporcionen los que le apoyaron en la moción de censura. Que se ahogue o no en las procelosas aguas en las que él mismo se ha metido, no debería preocuparnos más que las tórridas temperaturas de estos días
Demoledor artículo Don Armando. Me ha hecho replantearme si es mejor ir a elecciones que tener un gobierno mediocre.