España ante su catarssis turística: cuestión de estado y oportunidad (I)
Actualmente se vienen sucediendo distintos acontecimientos de todo tipo, relacionados con el turismo en España. Es habitual llegando el verano. Estos acontecimientos, han sido divulgados por los medios de comunicación, criticando al unísono el turismo español, su gestión y como está impactando negativamente en la sociedad española. En especial en las poblaciones residentes de cada destino o municipio donde se están produciendo los incidentes.
Lo cierto, es que estos problemas del turismo reflejados en estos hechos, no son sino un gráfico real de lo que se ha venido gestando en España en los últimos 5 años. Sobre todo con las nuevas tendencias y corrientes de opinión creadas por ecologistas o consultores, que no han planteado la sostenibilidad desde sus tres interconexiones necesarias (medioambiental, social y económica) creando un distanciamiento cada vez más lejano entre empresarios turísticos y ecologistas sin tener en cuenta que la capacidad de carga o límite de carga aceptable (LCA) es un “palabro” desconocido en el turismo urbano o cultural.
Por otro lado, la llegada masiva de turistas a las costas de España, ha posicionado el país como un destino de referencia y record de visitantes, pero ha obviado la posibilidad de la distribución de esos visitantes al interior peninsular, aliviando así la supuesta “presión” que ciertos sectores profesionales y políticos denuncian. Y todo esto teniendo en cuenta que, esta autocrítica está a un paso de convertirse en auto destrucción. Y que España se encuentra ante su catarsis turística; una cuestión de estado y oportunidad.
La distribución de visitantes al interior peninsular es viable por varios motivos:
Los desvíos hacia el interior pueden alargar el número de noches totales de pernocta.
La llegada de turistas extranjeros hacia el interior español podrían hacer de embajadores en sus respectivos países, al hablar del descubrimiento de una “nueva España”.
Ese flujo hacia el interior, supliría en algún modo, la recesión del turismo rural español (así como el cultural), incentivando la resistencia de algunos negocios y acelerando la competitividad de otros destinos de interior, con el municipio a la cabeza.
Y además se dan otras fortalezas y oportunidades trasversales nada desdeñables a tener en cuenta:
Extensión impresionante de espacios protegidos en España (más de 14 millones de Has) sin estar gestionados a disposición del turismo.
Capacidad de adaptación de los municipios o destinos de interior a las nuevas demandas: capacidad de gestión y socioeconomía.
El patrimonio diverso y altamente sugerente para el turismo de experiencias: Glamping, Luxury, Experience.
Alta oportunidad externa de crecimiento y de marketing de productos, dirigidos a la demanda creciente de los países emisores de turistas.
Pero de todo esto no se ha hecho nada de nada. Las políticas turísticas de estado son inexistentes en estas y otras líneas maestras, y lo cierto es que el papel de los municipios como destinos turísticos, es en la mayor parte de los casos, irrelevante. El enredo administrativo de las autonomías, diputaciones, destinos en comarcas o grupos de municipios (consorcios, mancomunidades, empresas mixtas, fundaciones o grupos de desarrollo rural), “inhabilita” al municipio a tomar las riendas de su futuro.
Como consecuencia, el caso de Barcelona ha despertado la euforia en Baleares e incluso en otros destinos, como el caso reciente de Santorini, donde su alcalde, ante la masificación dice que “…la solución no está en destinar más fondos para nuevas infraestructuras” y el vocal del tejido turístico en la isla que “…hay que poner coto a los alquileres privados…que han aumentado en 15.000 las plazas turísticas” o que “Santorini consiguió su notoriedad gracias a la calidad de los servicios de las empresas turísticas. El sector privado hizo y hace su trabajo. El estado debe hacer el suyo”.
El Turismo es ese sector que aporta tanta riqueza a España y que no para de crecer sobre un 4%, y no sólo en este país, sino en todo el mundo. El año pasado en el año internacional del turismo para el desarrollo, las problemáticas aparecidas, como el caso de Barcelona, fueron dramáticas. Y lo son hoy mismo, cuando se están sucediendo ataques a turistas e infraestructuras desde sectores radicales (arran o CDR).
La mayoría de estas problemáticas son tratadas con una acusación eufórica sin un análisis con rigor, más producto de tendencias políticas que otra cosa; “expertos” que dan su opinión positiva o negativa en función si, el partido o las ideas que representan están más o menos cerca del gobierno municipal de la Sr. Colau. Pero sin un rigor científico que apunte a la realidad de esta crisis y por lo tanto, aporte soluciones a las políticas turísticas, que deben ser acertadas para ser implantadas en una ciudad.
¿Se puede deducir que existe una crisis turística en la ciudad de Barcelona? Si se define crisis turística según varios autores del sector, se puede definir como aquella “Situación no deseada que exige una respuesta inmediata y profesional a la causa que la ha generado y a sus efectos”. A partir de esta sencilla definición, la primera pregunta que habría que plantearse es si la “tasa turística” que lleva “mareando” la señora Colau y que acaba de comunicar a los medios (obviando la verdadera palabra que debiera usarse, que es la de impuesto) es la mejor resolución para abordar y buscar una medida a la llegada masiva de turistas. Y dicho esto, la siguiente pregunta que debe plantearse es si el verdadero problema “antiturismo” existe, y si existe, quienes lo provocan y porque. Pareciera más una corriente de acciones que van contra la imagen de España por ser turismo de estado Español. ¿Tratarían los CDR o las juventudes de ARRAN con la misma violencia e inconsciencia a los visitantes de Barcelona si fuera Cataluña independiente? Evidentemente no. Y no es casualidad el parecido didáctico en sus acciones y hasta de su estética con los grupos de la Kale borroka; de hecho, públicamente reconocen sus complicidades con ellos. ¿Es también casualidad que justo antes de iniciarse la rebelión de independencia en Cataluña se gestara con incidentes de turismofobia organizados por una militante vasca que “bajó” a Barcelona?
Partiendo de los principios básicos de la sostenibilidad, hay que plantear tres preguntas relacionadas con esta crisis en Barcelona extrapolables a otros sitios similares con similares problemas:
1. ¿La llegada masiva de visitantes está impactando negativamente en los recursos naturales y el medioambiente de la ciudad, tales como la calidad del aire, la gestión de residuos o la distribución y consumo de agua potable?
2. ¿La llegada masiva de visitantes está impactando negativamente en la socioeconomía de las empresas de la ciudad?
3. ¿La llegada masiva de visitantes está impactando negativamente en la aceptación social de los residentes y por tanto creando el rechazo generalizado al turista?
Pareciera que a priori, esta crisis de ser así, es más compleja de lo que parece y debiera ser resuelta con algo más que una simple “tasa turística”. Esta medida que ya se ha desarrollado en más de una ocasión no es la única medida, y en todo caso, seguro que al menos, el sector turístico que seguro hará de “recaudadores” municipales se hacen las siguientes preguntas:
1. ¿Llegado el caso de imponer esa tasa, que se va hacer con ese dinero que se recaude?
2. ¿Se va a emplear para retornar al sector turístico y corregir esos problemas en caso de que existan?
3. ¿Se va a buscar como objetivo general, que con esta nueva recaudación se trabaje para recuperar la normalidad cuanto antes?
4. ¿O nos encontramos ante un nuevo impuesto municipal para “refrescar” la liquidez de las arcas municipales que serán utilizada para otros usos?
Verdaderamente, con estas preguntas sin respuesta, se podría demostrar la falta de planificación turística de una ciudad como Barcelona, obviando otras opciones que al menos, debieran ser probadas.
Algunas de ellas ya se emplean en otras ciudades y otros destinos turísticos para gestionar y administrar los visitantes, como por ejemplo:
· Zonificar la ciudad y anillar su casco urbano.
· Planificar los horarios de acceso con turnos.
· Definir zonas muy frágiles en aquellos lugares donde existen los principales atractivos, que provocan la llegada masiva de visitantes.
En definitiva, cualquier medida que se tome, debe ir relacionada con la sostenibilidad, en sus tres interconexiones, con el objetivo de conservar los recursos naturales para generaciones futuras, mejorando las condiciones laborales de la población local. Si un estado, un gobierno marca las reglas del juego al sistema turístico de un país, donde entran escenarios, actores y territorio, recursos y sociedad, exijamos respuestas inmediatas para proteger ese sistema que ellos mismos regulan.
El problema en España es la fragmentación del Estado como tú apuntas. Eso es lo que impide una gestión política coherente y racional de nuestra mayor industria, pues la otra la desmantelaron.