He votado una media docena de veces a lo largo de mi vida. Por imperativo biológico no pude acudir a mi cita con el referendo constitucional de 1978 y por imperativo moral voté sendos ‘Noes’ a la reforma autonómica andaluza y al referéndum sobre la Constitución Europea. Para no fallar a una cita debes sentirte antes seducido por la perspectiva de ver a alguien. Y la seducción de encontrarme en las urnas con Sánchez, con Rivera o con Abascal, se me hubiese hecho tan inverosímil como pasarte una noche de fiesta bailando con tu propia suegra.

De cara a las próximas elecciones municipales y europeas, mis votos serán para Francisco de la Torre y para la coalición ADÑ, respectivamente. En mi voto a Francisco de la Torre juega mucho el factor emocional. Con 78 años y casi 20 al frente de la institución municipal malagueña, Francisco de la Torre representa aquello de que el voto a un hombre cabal y bueno vale mucho más que el voto a ciegas a un partido. Nunca antes escribí sobre él, y hoy quiero dedicarle la más viva y palpitante crónica que haya escrito en mucho tiempo. Porque va a ser capaz de arrancarme un voto, cosa que pocos antes de él habían logrado. Y le daré mi voto porque he sido testigo directo de un gran acontecimiento: la transformación de Málaga, la ciudad que tanto quiero, en una de las principales urbes de Europa.

La Málaga que heredó de la Torre era una capital sin apenas lustre ni conciencia de su capitalidad costasoleña. Una ciudad encerrada en sí misma y de espaldas al mar, sin casi nada que ofrecer a los pocos turistas que asomaban por sus calles. Hoy Málaga se ha revalorizado tanto que cuenta con una de las vías más caras de España, con más hoteles de cinco estrellas que el resto de las capitales andaluzas, con una demanda turística solo superada en la España mediterránea por Barcelona, con una oferta cultural y de ocio de primerísimo nivel, con un esmerado apoyo institucional a sus tradiciones.

Málaga, la madre del turismo y la cuna de los verdiales, es hoy uno de los mejores referentes españoles en el mundo. El milagro de su transformación va unido al nombre de Francisco de la Torre y pocas veces alguien se habrá hecho merecedor de mi voto y espero que también de una mayoría de agradecidos malagueños, no importa su afección ideológica.

Armando Robles junto al alcalde de Málaga Francisco de la Torre

Sin embargo, la principal amenaza para Francisco de la Torre es la fragmentación del voto de la derecha. Y esa fragmentación está siendo deliberadamente alimentada por el candidato de Vox, Enrique Lara, un mediocre sin ningún talento al que un sector de su partido reprueba y desprecia.

Lara es el mejor ejemplo de que el partidito de Abascal ni era alternativa al sistema ni representaba otra cosa que más dosis de lo mismo. O, lo que es lo mismo, Vox ha sido el chusco intento de que las desafecciones al sistema se queden dentro de casa. Se trata por tanto el suyo de un proyecto político amortizado electoralmente tras la severa sentencia de los votantes españoles. Que la gente esté defraudada con la casta no significa que esté dispuesta a dejarse engañar por el primer trilero que les ofrezca duros por pesetas.

Martín Sáenz de Ynestrillas cabeza de lista de la coalición ADÑ

Respecto a las elecciones europeas, hago público mi apoyo a la coalición ADÑ encabezada por el abogado Martín Ynestrillas. Lo entrevisté hace escasas fechas, junto a Santiago Fontenla, en el programa radial “Alt News”, magistralmente conducido y dirigido por el periodista bilbaino. No me dejó indiferente. Con personas como él tengo la palpable impresión de que puede que no todo esté perdido.

Durante treinta años he trabajado apasionadamente en la profesión más hermosa del mundo y he tratado de conjugar siempre mis creencias más íntimas con los criterios deontológicos. No creo en las majaderías de la imparcialidad cuando uno forma parte visible del entorno social. He llenado kilos de papeles con declaraciones que siempre me parecieron engañosas, cuentos chinos contados por cuentistas que nada significaban. Fui el primer periodista español que tuvo el dudoso privilegio de hacerse merecedor de la única fatwua lanzada en nuestro país: concretamente en febrero 1989 de la mano de Ahmed Moh, hermano del líder de Coalición por Melilla, Mustafá Abercham. He escuchado a cientos de personajes públicos trenzar miles palabras y frases de intenciones que se desvanecían al cabo de un cierto tiempo. He padecido la presión de mi familia y de amigos que trataban de disuadirme de mi empeño por convertir esta profesión en una trinchera que guareciera al idealista que siempre he llevado dentro. He tenido que oír cientos de mentiras, versiones interesadas y sesgadas de una realidad siempre distorsionada por el color del cristal al que aludía Campoamor. Creo firmemente que ante una España con tantas borrascas en el horizonte, donde ya ni los muertos están a salvo de la sevicia de algún santero cubano, es necesario que los políticos que representen a este hermoso país y a esta hermosa Europa empiecen a sentir la política como una profunda vivencia personal; una apuesta por la Vida y por España; un referente de ética individual y colectiva, y un objetivo existencial que nos permita trascender nuestra pequeñez humana, como preludio y acicate de una fe enarbolada como estandarte en todos los rincones de nuestro viejo continente.

Por desgracia, las propuestas de ADÑ están siendo devoradas por la trituradora de la censura. ADÑ es un grupo muy pequeño en relación con los grandes partidos. Pero aquí el número no es lo importante. Lo realmente crucial y serio es que, por primera vez en muchos años, un grupo de patriotas españoles, profesionales íntegros y con un bagaje curricular que para sí quisieran los cuadros del pesebre político, se convierten en promotores de una verdad y se valen de la política como un vehículo al servicio de unas ideas y de unos principios, y no al revés, como ha ocurrido con la mayoría de las formaciones y cuadros patrióticos que conocemos.

Con el debilitamiento objetivo de una nación en bancarrota moral, producto de sus excesos, con el reconocimiento creciente de sus taras políticas, con las diferencias internas que empiezan a existir en algunos electorados y con los límites demostrados en la capacidad de imposición de algunos líderes, ADÑ es en estos momentos la única alternativa decente en las elecciones europeas. No ignoro que existen pocas garantías de éxito, pero, por primera vez en muchos años, hay un candidato serio que no se va a servir de nuestros ideales para hallar en ellos acomodo económico ni laboral. Martín Ynestrillas no va a ser entrevistado por las grandes cadenas nacionales al servicio permanente de las élites globalistas. Constituye ello la prueba definitiva de la fiabilidad del proyecto político que representa.