Sor Lucía Caram y Armando Robles.

AR.- La asunción del error enriquece, la persistencia en el error aniquila. El engreimiento acogota, la humildad fortalece. Alerta Digital no oculta sus convicciones y ha denunciado casi en solitario los principios y valores a los que nos impele el deber de españoles militantes y cristianos convencidos. Nuestra labor diaria está sujeta a los errores que resultan inevitables en cualquier actividad humana. En más de una ocasión hemos podido admitir, con dolor punzante, que nos hemos equivocado y que no podíamos asumir la defensa de los principios que la mayoría de nuestros lectores comparten, si no éramos capaces al mismo tiempo de reparar en las consecuencias humanas de esos mismos errores.

Quiero informar a nuestros lectores que, en el programa 2 de febrero de 2017 de “La Ratonera”, ofendí gravemente a la monja Sor Lucía Caram, de las Madres Dominicas de Manresa (Barcelona), haciendo afirmaciones que no se corresponden con la realidad.

En una reacción alejada de la mesura que se le debe exigir siempre a un periodista cristiano que defiende su compromiso con el bastión de la Verdad, establecí una desafortunada y falsa afirmación sobre su persona, carente del mínimo rigor.

Excuso decirles que fue una aseveración de la que me arrepentí casi al instante, una mala consecuencia de un momento emocionalmente efervescente que hubiera podido evitarse de haber sentido y pensado a la vez, sin divorciar la emoción de la razón, pues a veces sostenemos cosas que el corazón no siente, ni el cerebro piensa.

Sor Lucía Caram y su congregación religiosa, lógicamente, se sintieron muy ofendidas por mi grave error, sobre todo porque fue formulado desde mi condición de católico.

También muchas de las personas más estrechamente cercanas a mí, como fue el caso del abogado y amigo José Alberto Alonso Neira. Me mostraron el de la humildad como el camino más rápido para hacernos acreedores del estricto sentido de la justicia que reclamamos a los demás. No tuve por ello reserva alguna en admitir mi grave ofensa y saldarla como debe hacerlo cualquier persona de bien. El pasado fin de semana me desplacé hasta Manresa desde Málaga, para tener un encuentro con sor Lucía Caram en el convento manresano de las monjas dominicas de Santa Clara. Me disculpé ante ella de la forma más humilde y sentida que pude.

Debo ponderar el trato humano entrañable y cercano del que fui objeto. Si Sor Lucía Caram y yo fuimos capaces de hallar un espacio común de afecto y respeto, descubriendo en el terreno de la espiritualidad que lo que nos une es inmensamente mayor que lo que nos separa en el campo de las ideas políticas, ¿por qué no proyectar esta edificante experiencia a otros ámbitos de nuestra sociedad? O al menos intentarlo.

La monja dominica me explicó cuál era la fértil labor social que realiza su fundación.

Mantiene sobre todo su compromiso con las personas económicamente más vulnerables y en favor de una sociedad más justa, equitativa y cohesionada. Entre los proyectos sociales que merecen ser destacados, un centro de atención integral para 250 niños y niñas de un centenar de familias en situación de pobreza, un espacio donde niños, jóvenes y familias disponen de los apoyos que necesitan para tener una mejor calidad de vida.

Tras el encuentro, al que acudí acompañado por un grupo de amigos catalanes, Sor Lucía nos mostró la iglesia conventual de honda espiritualidad, inmune al paso del tiempo. Fue una experiencia inolvidable y notablemente enriquecedora.

Volví a Málaga con la satisfacción del deber cumplido y también con los gratísimos momentos vividos junto a tantos y tan buenos amigos catalanes.