La profesión de las armas en el tránsito al régimen constitucional
Por Enrique Área Sacristán.- INTRODUCCIÓN: El ejército a partir de las Cortes de Cádiz de agosto de 1811 y marzo de 1813, por las que se ordenaba la libre admisión en los colegios militares “de todos los hijos de españoles honrados”, choca, señala Artola en “Los orígenes de la España contemporánea”, con un Ejército estructurado con arreglo a los criterios estamentales anteriores donde la carrera militar estaba cerrada a todos aquellos que no tenían la condición de noble.
Ahora bien, doctrina y legislación parecen acordes en afirmar la posibilidad de alcanzar la nobleza por medio del ejercicio de las armas. Así, Madramany, escritor del siglo XIX, dice: «Lo más corriente entre nosotros es que, por costumbre, apoyada en el tácito consentimiento de los reyes, ennoblece personalmente la profesión militar a los que llegan a los grados que por sí tiene anexo el mando, a lo menos de capitanes. Y no es mucho que estos honrosos cargos de la tropa confieran el goce de la hidalguía, cuando sus prerrogativas son casi las mismas que antes tenía, generalmente, la milicia, y alguna de los que todavía disfruta cualquier soldado. En la Corona de Aragón significaba lo mismo gozar del brazo militar que de la nobleza» O concluyendo el marqués de Villarreal de Alava: «el ennoblecimiento por el ejercicio de la profesión militar es un hecho cierto en la práctica, aun sin llegar a la ejecución de actos heroicos. Los autores están contestes en este punto, aunque varían las opiniones respecto de cuál sea el cargo militar que imprima nobleza y si ésta es transmisible o no y en qué condiciones a los descendientes. En tesis general se acepta que los altos cargos militares ennoblecen siempre, y que la posesión continuada en tres generaciones de cargos militares de capitán o equivalente o superiores a él crea hidalguía de sangre a fuero de España en los descendientes». La milicia resulta, pues, fuente de nobleza.
En esta conferencia trataremos de nobleza y milicia desde el punto de vista sociológico a partir de la Restauración atendiendo fundamentalmente a las élites, que podemos clasificar en tres tipos como veremos más adelante. La estructuraremos en partes que atienden a los reinados de Alfonso XII, Alfonso XIII, el régimen personalista del General Franco, y desde la transición a la actualidad. La conferencia se centrará, en un estudio prosopográfico del Ejército en su conjunto, motivaciones de carrera, endogamia, edad de ingreso, origen social, ideología, procedencia geográfica, profesión de los padres, matrimonio etc., es decir, sobre las características comunes susceptibles de ser estudiadas en el colectivo de individuos en función de los datos disponibles, cuyos componentes, como hemos dicho antes en boca del marqués de Villarreal de Álava, son ennoblecidos por el ejercicio de su profesión.
CUERPO
0.- Una breve aclaración a lo que se entiende por élite
Dicho esto, es preceptivo especificar que, por mi parte, considero que las élites militares dependen del momento en que se estudie el fenómeno. Partiendo del reinado de Alfonso XIII, podemos aceptar que las élites militares hasta bien entrado el siglo XX están constituidas o integradas por tres grandes grupos: los Oficiales Generales, como élite del poder en el ámbito militar, los diplomados de Estado Mayor, como élite técnica, y los miembros de la Orden de San Fernando, como élite simbólica o élite heroica como la definiría Janowitz, sociólogo que realizó el estudio “El militar profesional” sobre el Ejército americano en los años 60.
a.- Históricamente se accedía al generalato, al Estado Mayor y a la Real Orden de San Fernando de la siguiente manera y para cada una de ellas:
1.- Acceso al Generalato en el s. XIX:
Para el estudio del acceso a esta élite contamos con una base conocida de 1202 individuos, que son la totalidad de los componentes del grupo y por tanto el 100% de la élite de poder.
Más del 75% de los miembros de esta élite son promovidos al generalato por el propio Alfonso XIII; mientras que los generales heredados de la Regencia suponen casi un 20% más. En suma, más del 95% de esta élite de poder asciende con Alfonso XIII en el trono, mientras que un escaso 4% lo hacen en época anterior.
Las condiciones exigidas para el ascenso, entre las que figura un tiempo de servicios mínimos -20 años a partir de 1918-, hacen difícil que se ascienda al generalato a edades anteriores a los cuarenta años: más de la mitad del grupo logran su ingreso en la élite de poder más tarde de los 57 años, edad que les sitúa muy lejos del límite teórico.
Todos ellos excepto dos ascienden al generalato desde el empleo de Coronel.
2.- Régimen y sistemas de ascensos en el último periodo del siglo XX y principios del XXI
En esta etapa y siguiente, principios del siglo XXI, el régimen de ascensos tiene como finalidad asegurar que se disponga de los profesionales con las aptitudes y experiencia adecuadas en los sucesivos empleos de cada escala, para conseguir la máxima eficacia y cohesión de las Fuerzas Armadas, potenciando el mérito y la capacidad de sus miembros e incentivando su preparación y dedicación profesional.
Los ascensos a los diferentes empleos se producirán aplicando los siguientes sistemas:
a) Elección. Los ascensos se producirán entre aquellos militares más capacitados e idóneos para acceder al empleo superior.
b) Clasificación. Los ascensos se producirán por el orden derivado de un proceso de evaluación.
c) Concurso o concurso-oposición. Los ascensos se efectuarán entre aquellos que lo soliciten en el orden obtenido en el correspondiente proceso selectivo.
d) Antigüedad. Los ascensos se efectuarán según el orden de escalafón de los interesados.
Los ascensos de los militares profesionales se producirán al empleo inmediato superior siempre que se reúnan las condiciones establecidas en esta ley y con ocasión de vacante en la escala correspondiente salvo en los ascensos por antigüedad en que se producirá el ascenso cumplido el tiempo de servicios que se determine reglamentariamente para cada empleo y escala.
Ascenso a los diferentes empleos actualmente: élite de poder
-. Los ascensos a los diferentes empleos en cada una de las escalas se efectuarán aplicando los siguientes sistemas:
a) A los empleos de oficiales generales: El de elección.
b) A coronel: el de elección.
c) A teniente coronel y a comandante: El de clasificación.
d) A capitán: El de antigüedad.
e) A suboficial mayor: El de elección.
f) A subteniente y a brigada: El de clasificación.
g) A sargento primero: El de antigüedad.
h) A cabo mayor: El de elección.
i) A cabo primero y a cabo: El de concurso o concurso-oposición
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3.- Acceso a Estado Mayor en el siglo XIX y principios del XX:
La élite técnica militar la analizamos a partir de 942 miembros y, al igual que ocurría en la élite del poder militar, se extiende más allá del reinado de Alfonso XIII.
El primer ingreso en la élite técnica se produce en 1852 en el que José Coello de Portugal y Quesada termina sus estudios en la Escuela de Estado Mayor y obtiene el empleo de Teniente del Cuerpo de Estado Mayor. El último tiene lugar en 1931, con el reconocimiento de la aptitud a Manuel Morato de atapia y Elices.
Entre los integrantes de la élite técnica a mediados de 1902, de los 51 que se sabe obtiene la aptitud de Estado Mayor en 1870, o antes, eran generales 41, lo que indica la relación existente entre la élite de poder y la élite técnica.
En contraste con ellos, tan sólo tres de los 53 oficiales que obtienen la aptitud en el año 1902, los primeros en obtenerlo bajo el reinado efectivo de Alfonso XIII, llegarán al empleo de General de Brigada.
Una de las condiciones para obtener la aptitud de Estado Mayor era el cursar estudios, bien en la Academia o Escuela del Cuerpo, bien en la escuela Superior de Guerra. Esta circunstancia marca la edad de ingreso en la élite técnica ya que, en el primer caso se producía entre cuatro o cinco años de su entrada en la escuela o academia; en el segundo, la aptitud se podía demorar algo más, llegando, en ocasiones, a obtenerla veinte años después del ingreso en el Ejército.
El empleo con el que se alcanza la aptitud de Estado Mayor depende de la forma de ingreso en el Cuerpo como hemos dicho anteriormente: los educados en la academia saldrán de ellos como Tenientes. Los formados en la Escuela Superior de Guerra tienen un empleo ya consolidado, siendo el más frecuente el de Capitán.
4.- Estado Mayor en la actualidad
En la actualidad el sistema de ingreso en los cursos superiores de Estado Mayor, Logística e Inteligencia se hace por elección de los Oficiales después de finalizar el curso de Aptitud para Ascenso a Comandantes mediante la clasificación de los aspirantes según la nota obtenida en una prueba que se llama de suficiencia.
La finalidad del Curso de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas es el de capacitar a los futuros Oficiales de Estado Mayor para ocupar puestos en los Estados Mayores nacionales e internacionales, en el Órgano Central del Ministerio de Defensa y en otros organismos de la Administración del Estado donde se considere necesaria su presencia, así como en las organizaciones multinacionales de seguridad y defensa de las que España forma parte. Asimismo, fomentar la cooperación internacional mediante la formación de Oficiales de países aliados y amigos, tanto OTAN como no OTAN, como Oficiales de Estado Mayor, proporcionándoles un conocimiento profundo de las Fuerzas Armadas españolas.
El Curso de Estado Mayor tiene una duración de un Año Académico, normalmente desde septiembre hasta julio, que equivale a un total de 60 créditos europeos (sistema europeo de transferencia y acumulación de créditos), estimándose que cada crédito equivale a entre 25 y 30 horas de dedicación del alumno a la materia correspondiente.
El concepto de Sistema europeo de transferencia y acumulación de créditos está basado en el volumen de trabajo total del alumno, expresado en horas, es decir, incluye no solo las clases sino también el esfuerzo dedicado al estudio y a la preparación y realización de exámenes.
Este curso está abierto a la participación internacional y se estructura en Fases comunes y una Fase específica. Las Fases se dividen en módulos por áreas de enseñanza. Los objetivos, metodología, programación y sistema de evaluación se recogen en el Currículo del Curso.
Desde la inauguración de la ESFAS, la distribución de alumnos nacionales diplomados en Estado Mayor, se ha mantenido en una proporción relativamente estable, llegando a formarse hasta el momento unos 1019 oficiales, lo que supone ya un porcentaje significativo del personal destinado en Estados Mayores de nuestras Fuerzas Armadas.
Con respecto a los alumnos de otras naciones podemos decir, con orgullo, que en el mundo ya hay 36 países que cuentan en sus ejércitos con oficiales diplomados en Estado Mayor por la ESFAS, convirtiéndose esta Escuela en proyección y estandarte de nuestra nación y de una forma más particular de nuestras Fuerzas Armadas.
El número de asistentes de países aliados y amigos tiene una tendencia ascendente, que si se mantiene, ayudará a establecer lazos de cooperación y amistad con un número cada vez mayor de países.
Como se apuntó anteriormente, los contenidos del Curso de Estado Mayor se estructuran, en función de los objetivos a alcanzar, en Fases y Módulos. Cada Fase tiene su propio objetivo general, que contribuye a la consecución de la finalidad del Curso.
Las Fases del Curso son las siguientes:
Fase Básica
Fase de Defensa Nacional y Planeamiento de Operaciones
Fase Específica
Fase de Aplicación
– La Cruz Laureda de San Fernando: Recompensas militares. Ley 39/2007
Las recompensas militares son: Cruz Laureada de San Fernando, Medalla Militar, Cruz de Guerra, Medalla del Ejército, Medalla Naval y Medalla Aérea, Cruces del Mérito Militar, del Mérito Naval y del Mérito Aeronáutico, con distintivo rojo, azul, amarillo y blanco, Citación como distinguido en la Orden General y Mención Honorífica.
La constancia en el servicio y la intachable conducta de los militares de carrera, oficiales y suboficiales, de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Civil, se recompensará con el ingreso en la Real y Militar Orden de San Hermenegildo.
En el caso de los demás militares profesionales de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Civil se recompensará con la Cruz a la Constancia en el Servicio.
Reglamentariamente se establecerán los hechos o servicios y las circunstancias que determinarán la concesión de las diferentes recompensas, así como los trámites y procedimientos.
a.- Acceso a la Orden de San Fernando en el primer Reglamento
Respecto a la Cruz Laureada de San Fernando, los estudios sobre miembros de la Orden o sobre la misma orden son relativamente escasos, destacando los que realiza Isabel Sánchez en 2002, ampliado en 2011 con sendas publicaciones sobre los Caballeros de San Fernando del Arma de Caballería y los de Intendencia y otros Cuerpos. Trabajos más concretos resultan los de Ballenilla sobre los laureados muertos en Melilla, y de Torres Cascante sobre las laureadas conseguidas por el Regimiento de Artillería nº 46.
La Orden de San Fernando se crea, por las Cortes de Cádiz en 1.811 durante la guerra de la independencia con el fin de poner punto y final a la proliferación y disparidad de condecoraciones concedidas desde el principio de la contienda. El 31 de agosto se promulga el Decreto número LXXXVIII de creación de la Orden Nacional de San Fernando con el fin de “excitar el noble ardor Militar que produce acciones distinguidas de guerra”, es decir premiar las acciones distinguidas y heroicas durante el combate, prohibiendo además, a partir de entonces, la creación de nuevas condecoraciones.
Se crean cinco clases de cruces, aunque en puridad son tres: de plata, de oro y Gran Cruz. Las de plata y Oro podían ser laureadas o no, dependiendo de si era la primera o segunda acción distinguida. Las de plata se concederían a toda la clase de tropa y sargentos y las de oro para todos los oficiales y cadetes. Igualmente para los Generales se concedía, tras la segunda acción distinguida, la distinción de llevar una banda roja fileteada en naranja, que son desde entonces los colores de la Orden. Las siguientes acciones heroicas efectuadas por el mismo individuo se premiaban con rentas vitalicias, saludos y descargas de fusilería de las unidades. Si además la acción era tan heroica y extraordinaria que no venía reflejada en los artículos, el mismo Reglamento preveía el reconocimiento por las propias Cortes de la Nación proclamando su nombre e inscribiendo el mismo con letras de oro en la Sala de Sesiones. Seis acciones distinguidas y calificadas, dan lugar a que se conceda la Nobleza hereditaria.
Se crea además una distinción para el Regimiento que realice una acción distinguida. El premio determinado se da a los individuos del mismo que lo merezcan, pero a la Unidad se le premia con la distinción de llevar bordada en sus banderas la divisa de la Orden y una corbata con el color establecido para la cinta de las condecoraciones.
También se crea un Capítulo de la Orden que tendría por misión llevar el registro de los Caballeros de la Orden, cuidar que se pagaran las pensiones, allanar cualquier duda y reunirse el día de San Fernando para celebrar una “solemne función de iglesia”.
Lo que hacía tan valiosa la condecoración de la Orden de San Fernando era que no se podía conceder en ninguno de sus grados si no existía una “sumaria información en juicio abierto contradictorio”, lo que evitaba cualquier clase de favoritismo y proclamaba la justicia de su concesión, abierta además a todas las clases y estamentos sociales dentro del ejército. Ésta cualidad es la principal que ha distinguido a la Orden de San Fernando desde su creación, excepto durante seis meses que no estuvo en vigor, del segundo al tercer Reglamento y la relajación en su aplicación en algunas ocasiones, debido a las convulsiones políticas del siglo XIX.
b.- En la actualidad
Reglamento de la Orden de San Fernando (2001)
La primera novedad más sobresaliente es que para su concesión no es necesario que se haya declarado formalmente el estado de guerra.
La otra importante novedad, como ya se ha apuntado, es que al no tener que haber una declaración formal de guerra, existe la posibilidad de ingresar en la Orden de San Fernando por un hecho de valor heroico o muy distinguido realizado en el transcurso de conflictos armados o de operaciones militares que impliquen el uso de la fuerza, pero siempre en servicio y beneficio de la Patria o de la paz y seguridad de la Comunidad Internacional. También abre la posibilidad a que, sin estar en ese contexto, cualquier miembro de las Fuerzas Armadas o de la Guardia Civil, lleve a cabo un hecho tan sobresaliente que fuera merecedor, por su equivalencia, a los marcados para ser recompensado por la Cruz Laureada o la Medalla Militar.
Pero no solo eso, también abre la posibilidad a que sean recompensados los civiles que prestan servicio en las Fuerzas Armadas en virtud de una orden competente y dentro de fuerzas militares organizadas. También cualquier persona dentro de una operación complementaria, siempre que sea declarada de conflicto armado y estuviera autorizada por el Mando Militar de la zona de acción. Otra novedad es la posibilidad de incorporación de la mujer en la Orden de San Fernando.
Por lo tanto, la Orden de San Fernando queda conformada con las siguientes condecoraciones:
Para premiar el valor heroico, la Gran Cruz Laureada, la Cruz Laureada y la Laureada Colectiva.
Para premiar el valor muy distinguido, la Medalla Militar Individual y la Medalla Militar Colectiva.
La petición de la concesión ya no es a iniciativa del interesado o de sus familiares en caso de haber fallecido. A partir de ahora será del Consejo de Ministros para el caso de la Gran Cruz Laureada o de los Jefes de Estado Mayor de la Defensa y de los de Tierra, Armada y Aire para el caso de la Cruz Laureada o Medalla Militar, los que, en el caso de éstas últimas condecoraciones, serán los que ordenarán la incoación de juicio contradictorio. Solamente se contempla una excepcionalidad, la concesión por procedimiento sumarísimo de la Medalla Militar Individual por el General al mando de las fuerzas, sin instrucción de juicio contradictorio, cuando los hechos sean tan excepcionales y de pública notoriedad y ejemplaridad que constituyan un incentivo y repercutan en elevar y afianzar la moral.
La relación de hechos es más escueta y subjetiva que en anteriores reglamentos y las ventajas, derechos y preeminencias prácticamente parecidas. Sí que se concretan con más detalle las ceremonias de imposición.
Desaparece la posibilidad de conceder la condecoración a provincias, villas y ciudades que se introdujo en el Reglamento de 1978.
Su objeto es premiar el valor en combate en su acepción de heroico o muy distinguido.
Categorías militares
Los militares se agrupan en las categorías siguientes: oficiales generales, oficiales, suboficiales y tropa y marinería. Es obvio que sólo las categorías de libre elección son las que constituyen las e´lites militares: oficiales generales, Coroneles y, en el ámbito de los Suboficiales, los Suboficiales Mayores, no desapareciendo la élite técnica, muy difuminada por su relación con el ascenso al generalato.
Los oficiales generales ejercen la acción de mando en la estructura orgánica y operativa de las Fuerzas Armadas y la alta dirección y gestión de sus recursos humanos, materiales y financieros. Accederán a esta categoría los oficiales que hayan acreditado en su carrera militar de modo sobresaliente su competencia profesional y capacidad de liderazgo.
Los suboficiales constituyen el eslabón fundamental en la estructura orgánica y operativa de las Fuerzas Armadas. Su punta de la pirámide la constituyen los Suboficiales Mayores. Ejercen el mando y la iniciativa que les corresponde para transmitir, cumplir y hacer cumplir, en todas las circunstancias y situaciones, las órdenes e instrucciones recibidas y asegurar la ejecución de las tareas encomendadas en la realización de funciones operativas, técnicas, logísticas, administrativas y docentes. Por su formación y experiencia serán estrechos colaboradores de los oficiales y líderes para sus subordinados, con los que mantendrán un permanente contacto.
5.- Demografía y élites militares
El estudio de las élites consideradas lo iniciaremos con los aspectos demográficos del grupo, centrándolo en dos cuestiones: su relación con el territorio y su distribución cronológica (ámbito temporal). En el primer caso voy a examinar la distribución regional, provincial y local de los lugares de origen, de los lugares de fallecimiento, así como el tipo de núcleo poblacional, cuando dispongamos de ello. Con esto mostraremos la relación de los miembros de las élites con su localidad de origen, el sentimiento de “naturaleza” o de “apego al terruño”, que hace que se sientan comprometidos con aquella durante su carrera militar.
5.1 Distribución regional y provincial
Para el examen del origen regional de los miembros de las élites durante el periodo de tiempo que abarca el último tercio del siglo XIX hasta principios del XXI he considerado la actual división en comunidades autónomas, agrupando las plazas africanas- actuales ciudades autónomas de Ceuta y Melilla- bajo la denominación de Norte de África.
Soy consciente de que la agrupación que realiza Frías en su tesis doctoral es diferente de la utilizada por Fernández Bastarreche y Verdejo Lucas, pero la ausencia de tablas numéricas detalladas en las obras publicadas por ambos, y la remisión a gráficos porcentuales hacen complicada una comparación detallada, limitando esta posibilidad a la estimación de las conclusiones de aquellos autores a las de este monográfico. A cambio, con esta agrupación por comunidades autónomas podemos cruzar directamente datos con los censos de población desde 1900 recogidos por el Instituto Nacional de Estadística, tanto a nivel de comunidades como provincial.
5.1.1.- Las elites castrenses alfonsinas
De los resultados que pone de manifiesto la tabla 1 se desprende un claro dominio de Andalucía y Madrid como semilleros de las élites alfonsinas, tanto en valor absoluto como relativo, élites que, en gran parte son heredadas del reinado de Alfonso XII y de la Regencia de Maria Cristina.
Prácticamente uno de cada tres miembros del grupo elitista es andaluz o madrileño. Ambas regiones están muy igualadas en cuanto a su aportación, con porcentajes que superan el 16% del total del grupo. A las dos grandes regiones se unen otras dos, Castilla-León y Cataluña para completar la mitad de los integrantes del grupo de las élites militares. Su aportación en valor absoluto está muy por debajo de las dos primeras, ya que la suma de castellano leoneses (202) y catalanes (155) no llega a igualar a la aportación madrileña (363).
Al margen de los nacidos en el extranjero, aparece la bipolarización de las élites entre un grupo fuerte, representado por el eje Madrid-Andalucia y la atomización del resto de las regiones, en el que destaca el papel significativo que tiene Cataluña y, en mucha menor medida, Vascongadas.
Especialmente significativo es el caso de Cataluña y Vascongadas. Los catalanes, situados en el cuarto puesto en valor absoluto, tienen un índice muy bajo- no superando el 8 al iniciarse el reinado de Alfonso XIII y cayendo al 5,5 al final de éste. En cambio, Vascongadas, en el decimo lugar en valores absolutos, presenta uno de los índices más altos en 1900, ascendiendo al sexto lugar, justo detrás de La Rioja y Baleares y muy próxima a ellas; por el contrario, en 1930, sólo alcanza el 8,52, inferior al indicador general, pero únicamente baja un puesto hasta el séptimo. Aún invirtiendo los papeles, las dos regiones tienen una aportación más significativa que la que señalan Bastarreche y Verdejo, para el ejército del siglo XIX, o Busquets para el del siglo XX, como queda demostrado en su tesis doctoral “El militar de carrera en España”.
Se debe destacar que, además de Madrid, el selecto grupo de provincias está constituido por territorios en donde, en la mayoría de los casos, residía la cabecera de una Capitanía General o Distrito: Sevilla, Barcelona, Cádiz, Valencia, Cuba, Zaragoza, La Coruña, Burgos, Granada, Málaga, Murcia, Navarra y Valladolid.
También hay que destacar la fuerte implantación de las élites por provincias en Álava, que partiendo de un índice de 32,16 en 1900, justo por detrás de Madrid, se coloca en primer lugar en 1930 con un índice de 29,76. Evolución que contrasta con las otras provincias Vascas, que mantienen su índice por debajo de la media nacional durante todo el reinado, como muestra el gráfico siguiente:
Estas diferencias interprovinciales chocan con la uniformidad de la escasa repercusión de las élites en las cuatro provincias catalanas, siempre por debajo de la media nacional como se puede ver en el siguiente gráfico:
Parece pues, que la tradición de la presencia castrense en el territorio origen es un factor a tener en cuenta para determinar las posibilidades de pertenecer a las élites militares del primer tercio del siglo XX. Al igual que ocurre con el ejército del XIX como han señalado Bastarreche y Verdejo.
Respecto a la distribución cronológica de las élites son las que se muestran en las siguientes tablas 2 y 3, en las que se puede ver que fue en el reinado de Alfonso XIII, cuando se incorporan a las élites el mayor número de Generales, oficiales de Estado Mayor y Caballeros de San Fernando.
En otro orden de cosas, si para la mayoría de los investigadores el lugar de origen puede marcar la tipología de un grupo, no sucede lo mismo con el sitio donde fallecen los miembros de ese grupo. Así sucede en los trabajos ya citados de Bastarreche, Busquets y Verdejo sobre el Ejército español.
El mayor número de defunciones se concentra en Madrid, Cataluña y Andalucía; entre estas tres regiones se concentra la mitad del grupo elitista. Este predominio de Madrid sobre el resto de las regiones se manifiesta igualmente en la aportación porcentual, donde sólo las citadas Cataluña y Andalucía superan el 5%, contra 36,85 de Madrid.
Como colofón se puede decir que el arraigo se manifiesta de distinta forma según el tipo de élite a la que se pertenece. Así, mientras en la de poder vuelven al terruño 172 individuos de 1202, en la técnica regresan 81 miembros de 942 y en la simbólica lo hacen sólo 26 militares de 280. En resumen, el arraigo no parece ser la característica dominante de las élites, aunque alcanza cierta significación en la de poder.
5.1.2.- Las élites militares desde la I República a la época del Generalísimo Franco
Azaña, presidente de la República, pretendía crear un ejército profesional y democrático. Para ello creyó necesario acabar con la macrocefalia (un oficial por 3 soldados), poner fin al fuero especial de los militares, asegurar la obediencia al poder civil y terminar con la intervención del ejército en la vida política. Con esta finalidad se promulgó la Ley del Retiro de la Oficialidad 1931 que establecía que todos los oficiales debían prometer su adhesión a la República, pero se les daba la posibilidad de retirarse con el sueldo íntegro si así lo deseaban. Posteriormente se creó la Guardia de Asalto, una fuerza de orden público fiel a la República.
La reforma fue recibida por algunos sectores sobre todo por los africanistas como una agresión a la tradición militar y al poder del ejército; los movimientos conservadores aprovecharon ese descontento para animar a la revuelta militar contra la República.
La reducción del presupuesto dificultó la modernización del material, del armamento y de los equipamientos.
Las élites son heredadas del antiguo régimen por lo que huelga desarrollar más esta parte del trabajo socio demográfico en esta etapa, si bien, se puso a las élites que se consideraban leales a la República en puestos de responsabilidad.
5.1.3.- Las élites militares durante la época del Generalísimo Franco
El origen provincial de los oficiales presenta unos máximos que pueden observarse en la tabla siguiente, en la que se cita la media de ingreso anual en cada uno de los tres Ejércitos y en el total de las Fuerzas Armadas, así como un índice de reclutamiento en función de la población de cada provincia. He escogido el periodo de 1960 a 1968, por ser los oficiales generales actuales, es decir, los que ingresaron en aquel decenio, son las élites del momento, formadas durante el regimen personalista del Generalisimo y han sido las élites técnicas del asentamiento de la transición.
Como se puede observar, Madrid con 92 cadetes anuales, es la provincia de España con mayor número absoluto de cadetes ingresados al año, con diferencia. Esta elevada proporción de madrileños está motivada, según Busquets, en la gran cantidad de militares y funcionarios que viven en la capital, trabajando en los ministerios y centros burocráticos diversos y explica por qué los oficiales en una elevada proporción intentan centrar su vida profesional y privada en esta ciudad.
A continuación figuran en las relaciones de la AGM y AGA aquellas provincias en que están ubicadas las academias: la AGM en Zaragoza, la Academia de Ingenieros en Burgos y la AGA EN San Javier, provincia de Murcia, pero muy cerca de Alicante. En la Marina siguen las provincias que eran departamento marítimo: La Coruña, Cádiz y Cartagena, Murcia, a causa de la cantidad de marinos que viven en ellas y también porque, al residir allí nuestra flota, se despiertan lógicamente vocaciones marineras.
El índice de vocaciones militares mide el número de vocaciones que aparecen en cada provincia en proporción con su población. Se ha calculado sumando las tres medias anuales de aspirantes presentados a las tres Academias.
Seguidamente se ha dividido por el número de habitantes según el censo de 1960, contado en millones, con lo que se ha obtenido un tanto por millón altamente representativo. La consideración positiva, indicadora de los máximos, se fundamenta en una mayor afición militar en aquellas provincias en que están ubicadas las Academias: Segovia, Murcia-Alicante, Zaragoza, Burgos, Valladolid, Toledo y Pontevedra. Otros máximos los presentan Madrid y las provincias que son cabeza de Departamento Marítimo debido a los motivos mencionados anteriormente. La gran afluencia de isleños de Baleares a la AGM es debida a varias causas, según Busquets: la carencia en aquella época de centros de estudios universitarios en las islas, una tradición antigua y quizás, la regionalización del Ejército que allí existe, pues la mayoría de los oficiales que estaban destinados en las islas eran nativos y no dejan sus costumbres e idioma, que usan constantemente, incluso dentro del cuartel.
La consideración negativa, indicadora de los mínimos, se nota en las provincias vascas y catalanas, quizás a causa de un nacionalismo todavía poco activo políticamente, pero presente en la sociedad o quizá por la poca afición militar, consecuencia lógica de una mayor industrialización. Es significativo que Madrid presente una media anual de aspirantes de 233 frente a sólo 16 Barcelona y que las Baleares presenten 37 frente a 28 en toda Cataluña a pesar de que esta Comunidad Autónoma tiene una población 10 veces superior.
Como corolario de esta parte del trabajo hay que decir que si bien durante la época del Generalísimo siguieron existiendo los tres tipos de élite mencionados al comienzo de esta conferencia, los oficiales que se formaron durante el mismo periodo no se pueden catalogar en tres élites puesto que el ascenso al Generalato está muy ligado al diplomado de Estado Mayor y la élite simbólica o heroica de los Caballeros de San Fernando ha desaparecido por haberse producido un periodo muy amplio sin conflictos bélicos. Por tanto, podemos decir que el Ejército se ha burocratizado en las élites, no en vano, etimológicamente, burocracia significa “poder de despacho”, y esta relación con el poder de esta élite es tan relevante que Lipset, sociólogo y político norteamericano, ha afirmado que “el estudio de la burocracia es el segundo interés permanente de la sociología política”.
5.1.4.- Las élites militares en el último tercio del siglo XX
Sin entrar en más detalles para no alargar el monográfico se ha de decir que al margen de los nacidos en Castilla-León, aparece la bipolarización de las élites entre un grupo fuerte, representado por el eje Madrid-Andalucia (43,1% del total de ingresados), que aparece desde la época de la Restauración, y la atomización del resto de las regiones, en el que destaca el papel nada significativo que tiene Cataluña y, en mucha menor medida, Vascongadas y Navarra, que son debidas al influjo de los nacionalismos en ambas Comunidades.
6.- Élites castrenses y familia
La amplitud cronológica en la incorporación al Ejército de los miembros de las élites objeto de estudio implica la existencia de diversos criterios para el ingreso que se van sucediendo a lo largo del tiempo. Es un proceso evolutivo en el que la condición paterna va perdiendo importancia en el campo normativo hasta no tener ninguna y establecerse una igualdad de oportunidades para el ingreso como sucede en la actualidad; se debe recordar que las pruebas de nobleza desaparecen en 1836 y las de limpieza de sangre y legitimidad en 1865.
Sin embargo, la importancia de contar con un ascendiente militar se mantendrá aún sin la exigencia legal de esas pruebas. Así lo ponen de manifiesto tanto Fernandez Bastarreche como Verdejo para el siglo XIX, como Busquets Bragulat y Olmeda Gómez para el siglo XX; en lo que los tres primeros definen como “autorreclutamiento” y el último como “herencia ocupacional”. Según Olmeda, la herencia ocupacional es la pertenencia de los hijos a la misma categoría ocupacional que el padre, expresando su índice el porcentaje de hijos, mientras que el autorreclutamiento se refiere a la continuación en la categoría ocupacional del padre por parte de los hijos, siendo su índice el porcentaje de padres.
Al margen de estas diferencias para nuestro análisis disponemos, para la época Alfonsina de datos de un trabajo de tesis inédito de 1204 individuos con el resultado de que el dominio de la ascendencia militar es abrumador tanto en el siglo XIX como en el siglo XX según los datos de Busquets.
Respecto a los datos que aporto en la tabla de la época Alfonsina, los valores contrastan con los aportados por Fernandez Bastarreche y Verdejo en sus respectivas investigaciones para el siglo XIX.
La circunstancia se repite en los estudios relativos al siglo XX, realizados por Busquets y Olmeda coincidiendo prácticamente en el periodo temporal de los últimos años de la época del Generalísimo. Ambos cifran la participación militar entre el 70 y 80% en la década de los sesenta del pasado siglo, con un máximo en el año 1968, momento en el que, según Olmeda Gómez, se inicia una reducción de los progenitores militares, que llegaría a poco más del 61% en 1976, pero que a principios de este siglo todavía se cifra en casi el 43% en el Ejército de Tierra, 56% en la Armada y 28% en el Ejército del Aire.
En relación con el autorreclutamiento y la endogamia en las élites, tiene especial importancia la estrategia de éstas para asegurar su permanencia y reforzar sus vínculos internos que redundan en una endogamia del grupo. Así queda patente en las localizadas para el siglo XIX en el estudio inédito mencionado anteriormente, como la red que denomina “Bernaldo de Quirós”, la que mayor número de miembros de las élites integra y en la que se encuentran los linajes Garcia-Loygorri, Gómez Jordana y Queipo de Llano.
Esta incidencia, aunque pueda parecer pequeña, resulta bastante significativa por ser un indicador de las relaciones complejas que se establecen en el interior de las élites basadas en los lazos familiares.
*Teniente coronel de Infantería y doctor por la Universidad de Salamanca.
Don Enrique, excelentes trabajos, por los que le felicito muy sinceramente.
Ahora bien, sigo esperando su artículo sobre la ESCALA DE COMPLEMENTO, cuya existencia actual sigo sin entender, sobre todo cuando hay más mandos que soldados…