Por José L. Román.- La bienvenida que Pedro Sánchez y el tripartito valenciano quieren brindar al buque “Aquarius” cuando atraque en el puerto de Valencia, con toda la prensa nacional e internacional sirviendo de comparsa, es el aperitivo que los italianos por mayoría han rechazado en las urnas.

España vuelve a cubrirse de gloria. Esta vez con un gobierno ilegítimo que juega a “buen samaritano” con el dinero de unos españoles que, además de no llegar a fin de mes, ven colapsados los servicios y las subvenciones públicas por políticas buenistas que han dado lugar al “efecto llamada”.

Si no han consultado con los españoles para poder gobernar, difícilmente lo harían para permitir atracar un buque en Valencia con 630 inmigrantes a bordo rechazado por el gobierno italiano, a sabiendas de las consecuencias que puede provocar está decisión tan irresponsable como demagógica.

El aperitivo se lo va a comer de momento una Comunidad Autónoma como la valenciana, que recibe dinero del FLA por hallarse en quiebra técnica; que acaba de reabrir ¡por narices! una televisión al servicio del catalanismo separatista después de ser clausurada en su día por deficitaria y con una deuda eterna; y que está siendo gobernada por un tripartito de socialistas, comunistas y comprometidos con el catalanismo separatista, que tiene por violín de ingres el arte de la solidaridad con el dinero de los demás. Es decir, otorgar una paguita de 532 euros mensuales a todo inmigrante que llegue a la Comunidad y lleve empadronado más de un año, con derecho a utilizar todos los servicios públicos de forma gratuita más los dispensados por Cáritas.

Aunque Estrasburgo niegue la evidencia y los medios de contaminación lo intenten ocultar por orden gubernativa, una inmensa mayoría de ciudadanos europeos están hasta los tímpanos del buenismo de sus gobiernos y demás autoridades.

Si los españoles apelásemos al sentido común nos daríamos cuenta de nuestra situación: el número de desempleados en nuestro país es de casi cinco millones de trabajadores y otros tantos con empleos precarios. Nuestros recursos son cada vez más escasos. Nuestra Seguridad Social está quebrada. Nuestro sistema de pensiones no se sostiene. Cada día somos menos los que contribuimos y soportamos la pesada losa que supone para los contribuyentes el sistema autonómico. Y cargamos con una deuda que supera los 1,50 billones de euros que supone el 100% del PIB.

¿Por qué no someten a referéndum el asunto para que el pueblo se pronuncie? “¿Quiere usted un inmigrante en su casa?”. En caso de que la respuesta fuese que sí, propongo que a través de las Delegaciones y Subdelegaciones de Gobierno de cada provincia se establezcan inscripciones libres y voluntarias para acoger a inmigrantes y refugiados que vengan a España sin un contrato de trabajo. La medida sería la siguiente: Todo aquel ciudadano español con recursos suficientes -como por ejemplo Pedro Sánchez, Joan Ribó y Ximo Puig-, que de manera voluntaria quieran y deseen acoger en su domicilio a todos los inmigrantes o refugiados que su situación les permita, podrán hacerlo mediante la firma de un documento aportando un aval bancario, comprometiéndose, mientras el acogido no trabaje ni cotice a la Seguridad Social, no solo a correr con los gastos de manutención, asistencia sanitaria, educación, etc., sino también a responsabilizarse personalmente del comportamiento y la conducta del acogido durante el tiempo que permanezca en España, hasta ser deportado nuevamente a su país de origen una vez recuperada la normalidad en la zona conflictiva de donde proceda.

Con esta medida, les puedo asegurar que se acababa muy pronto ese alardeo de la mano tendida a la que nos tienen acostumbrados, y que no es otra cosa que un comportamiento hipócrita para dar una imagen de “buen samaritano”, cuando de lo que se trata es de utilizar para sus propios planes y fines personales el dinero y los bienes de los demás a través de oenegés, plataformas o asociaciones muy bien remuneradas.

A nadie se le niega que sea solidario con inmigrantes o refugiados, pero que lo sea libremente bajo su responsabilidad y comprometiendo su patrimonio. Queda muy llamativo cara a la galería -como acaban de hacer Pedro Sánchez, Ximo Puig y Joan Ribó-, admitir a inmigrantes rechazados por Italia, cuando tenemos aquí miles de familias, hijos de España, que carecen de los recursos más elementales para cubrir las necesidades básicas de subsistencia.

Estos que acaban de acoger lo que Europa, y concretamente Italia rechazan, no llevan a sus hijos al mismo colegio donde acuden inmigrantes o refugiados. Ellos son “casta”, viven en zonas residenciales con guardaespaldas las veinticuatro horas del día, y no meten en su casa con sus hijos a ninguno de esos inmigrantes.

Poco les importa a los parásitos que defienden la “apertura de fronteras y papeles para todos”, que los españoles más modestos tengan que convivir después con esos inmigrantes que, para mayor escarnio, gozan de un proteccionismo mediático, gubernamental y político, que ya quisiéramos para nosotros los propios españoles.