San Isidro: desafío ganadero y desafía ganadera
Andrés Amorós.- Acudo a Las Ventas lleno de entusiasmo: ¡Albricias! Ya no tenemos que limitarnos a un «Consejo de Ministros», como hasta ahora, sino que disponemos de un «Consejo de Ministras y Ministros». ¡Qué enorme ganancia! Una era de prosperidad se abre para España…
El acontecimiento ganadero del pasado San Isidro fue la gran corrida que lidió Rehuelga, puro Santa Coloma. Los que valoramos la bravura del toro esperamos esta nueva presencia de esa ganadería, aunque, en el llamado «Desafío ganadero», sólo puede lidiar dos toros. Los de esta tarde han tenido casta pero fuerzas justas; los de Pallarés han dado buen juego, en general. Hemos vivido dos emocionantes tercios de varas.
El primero, de Rehuelga, astifino, embiste con viveza pero flaquea. Iván Vicente muestra su buena clase en muletazos sueltos pero el conjunto queda deslavazado. Le coge el aire al natural sólo al final. Mata bien. En el cuarto, vivimos el momento culminante de la tarde, en un gran tercio de varas: galopa hacia el caballo «Turquesito», pica muy bien Héctor Vicente y se levanta un clamor. El toro ha ido a más, Iván dibuja un precioso muletazo, se presiente la gran faena… pero no llega. Hay hermosos esbozos pero no un cuadro completo. Recuerdo a Gerardo Diego: «Todo en la vida es casi y es apenas».
Javier Cortés dejó una impresión magnífica en sus últimas actuaciones, en esta Plaza: valor auténtico, un toreo de verdad, sin martingalas. La última vez, se sobrepuso a un percance. Merece más oportunidades. (Aplaudo que le anuncien en la Feria de Santander). Devuelto el segundo, que gatea, corre el turno. El de Pallarés se viene arriba, vuelve rápido, pegajoso. Javier, muy firme, liga bien derechazos, muestra su entrega pero no logra mandar suficientemente. Se vuelca, al matar. El quinto, sobrero de Marca, se llama «Mulato» pero es jabonero: un contrasentido (igual que algunos políticos, me dicen). El toro pega arreones, tiene la cara por las nubes, se le queda debajo y le propina una fuerte voltereta. Después de matar, pasa a la enfermería, con un puntazo en el muslo y varias contusiones, de pronóstico reservado. Ha vuelto a demostrar su sereno valor.
El sevillano Javier Jiménez aprendió el toreo en la escuela de Espartaco, padre e hijo. Eso garantiza su profesionalidad y también describe su estilo. Logró abrir una vez la Puerta Grande de Las Ventas. No es un artista exquisito pero sí un diestro recuperable. El tercero, de Rehuelga, es noble pero flojo. Javier logra series correctas, algún muletazo suave, pero el toro dura poco y la faena se queda a medias. El último pesa casi 150 kilos más que el tercero. Agustín Romero logra un gran tercio de varas. En la muleta, el toro queda corto. Con oficio y entrega, Javier le va sacando muletazos a regañadientes. Mata a la tercera, a toro parado.
Al llegar al final, advierto mi error, pido perdón por el sexismo machista de mi lenguaje: debería haber hablado de toros y toras, capotas y capotes, muletas y muletos, verónicas y verónicos, chicuelinas y chicuelinos, naturalas y naturales… En definitiva, de desafío ganadero y desafía ganadera. No sé si lograré corregirme.
Postdata. La Tauromaquia depende administrativamente de un ministro que escribió: «No me gusta ver el sufrimiento mezclado con aplausos… Más allá del tema toros, hay cosas que toca prohibir». El deporte depende administrativamente de un ministro que escribió: «Odio el deporte. ¡Qué manera de sobrevalorar el físico! Menos deporte, creo que hago de todo». España, 2018. Gobierno de Pedro Sánchez.