Roland Garros: La rumana Simona Halep doblega a Sloane Stephens y se corona en París
Era la quimera contra la confirmación. El imposible contra la certeza. Simona Halep, número 1 sin Grand Slams contra Sloane Stephens, número 10 con el US Open 2017. Y al final, el sueño por fin era una realidad tangible en las manos de Halep, brillante campeona de Roland Garros tras sufrir un mal trago en el primer set y arrollar en los dos siguientes tras dos horas de encuentro. Halep, número 1 con “grande”. Por fin.
Aunque Halep repitiera como un mantra que no le obsesionaba ganar un Grand Slam, el peso era constante. Sobre todo porque habían sido tres los intentos, con lo que cuesta ganárselos, sin premio: Roland Garros 2014 (perdió contra Maria Sharapova), Roland Garros 2017 (perdió contra Jelena Ostapenko), Abierto de Australia 2018 (perdió con Caroline Wozniacki). A la cuarta, en París, donde más cómoda se siente porque domina la tierra como pocas en el circuito, estuvo arropada toda la semana por una gran comunidad de rumanos que alentaron en cada uno de sus partidos, imperial la de Constanza porque acribilló a Mertens, y también a Garbiñe Muguruza en semifinales. Su tenis era demoledor, rápida en el fondo y segura en sus golpes. Pero volvieron los nervios, la presión y el vértigo de verse tan cerca y con tantos dedos señalándola como favorita en un primer set que terminó con las lágrimas asomándole a los ojos porque parecía que volvería a tropezar en la misma piedra.
Stephens fue la culpable. Una tenista poderosa, de andares pausados y con ese punto de pasotismo estadounidense que hace que todo resulte fácil: su revés profundísimo y su derecha cruzada a la línea. Parece no alterarse nunca, ni aun cuando calienta con un balón de futbito en los pies antes de salir a la pista. De esas tenistas con un talento innato, pero a la que le cuesta despegar. Sobre todo porque el año pasado estuvo parada casi un año debido a una lesión en el pie. Y aún así sobresalen seis títulos en su palmarés, con el US Open 2017 como el más brillante. Todas las finales que ha jugado. Menos esta. Aunque por ese camino iba con un tenis sobresaliente que enturbió el día grande de Halep con un único break en el cuarto juego de la primera manga que le fue suficiente porque la rumana también ofreció sus propios errores.
Pero si algo tiene Halep es un coraje descomunal, capaz de levantar partidos imposibles como de destrozar raquetas. Supo enfocar la rabia en el segundo parcial cuando ya todo parecía encaminado a la desgracia, pues cedió su primer turno de saque y apenas inquietaba a su rival. Aguantó ese abanico que desplegó Stephens con su derecha: abriendo ángulos ahora a la derecha, ahora a la izquierda. Corrió el doble para llegar antes, con fuerza y la postura adecuada para que cada respuesta fuera más fuerte que la anterior y así fue limando las energías de la rival. Porque se dejaría lo que fuera en la pista si con ello podía levantar su primer grande.
Y del impulso de remontar un break en contra, Halep se desató: derechas velocísimas, búsqueda de líneas con su magnífico revés paralelo y puños en alto porque cada vez se hacía más grande, más pequeña su rival. Tanto es así que aguantó un último break en contra sin más contratiempos que devolvérselo en el siguiente. Y cuando terminó el segundo set, a su favor, casi el trabajo estaba hecho.
Stephens empezó a gesticular, atónita porque ya sus golpes no hacían daño ni por mucho que intentara hacer mover a su rival. Halep llegaba a todo, incluso a esas dejadas que caían muertas al otro lado de la red. Tal era la energía de la rumana, impulsada por los “Simona, Simona, Simona” que interrumpían el juego de vez en cuando. Brillante en todas sus ejecuciones y concentrada hasta el último punto. Sin dejar respirar ni volver al partido a su oponente, cada vez más desquiciada con todo.
Halep pareció encontrar la fuerza en el sufrimiento del primer set. Voló en el tercero con un 6-0 de auténtico lujo. Para coronarse a lo grande en París. El cántico de «Simona, Simona» ya para siempre en la Philippe Chatrier. Ella subiendo impulsada por un guardia de seguridad para ir a abrazarse con los suyos, su madre, Darren Cahill, su entrenador. Para reivindicar por qué es la mejor del circuito femenino. Para lucir con orgullo que ya es número 1 con Grand Slam.