Moscú (III): Dos monumentos emblemáticos
En el hotel en que estábamos (tres estrellas) creo que no había más extranjeros que nosotros, la música de fondo en los desayunos era rusa y no la música anglosajona típica de los hoteles españoles (y de los bares, negocios y anuncios, venga o no a cuento), y se hallaba cerca de la Vesenjá, un gran parque dedicado a la exposición de los logros económicos del régimen soviético. Ese parque se había centrado inicialmente en los éxitos agrícolas, y su entrada consiste en una puerta monumental con un arco de triunfo, sobre el cual se alzan dos koljosianos enarbolando un gran haz de gavillas de trigo dorado, relucientes como oro. Recordaba un poco a la Feria del Campo de Madrid solo en una cosa: en que había quedado abandonado muchos años, con varios de sus edificios representativos medio arruinados.
Actualmente se están reparando. Por lo demás, la exposición soviética se compone de edificios monumentales representativos de cada república soviética, organizados a lo largo de un gran paseo en torno a un grandioso pabellón central, mientras que la feria madrileña se componía de casas típicas de cada región distribuidas algo anárquicamente. Sin embargo la agricultura fue uno de los grandes fracasos del régimen soviético, y un éxito muy notable del franquista. Los triunfos soviéticos se dieron sobre todo en el área de la propaganda, y son tan sorprendentes que la visión todavía hoy predominante en España sobre la guerra civil y el franquismo es la elaborada por la propaganda comunista.
Después, con Jruschof, la Exposición moscovita se dedicó a los logros económicos en general, muy poco brillantes, y a los técnicos y científicos, estos más sobresalientes. Jruschof creía que en unos pocos años la URSS superaría el nivel de riqueza y consumo de Usa, con lo que todo el mundo querría imitar al régimen soviético: una de tantas falsas ilusiones que la propaganda no logró encubrir. Pero me concretaré a dos aspectos: el pabellón central, de mármol blanco con columnata y coronado por una aguja dorada con la estrella de cinco puntas… en fin, pueden verlo en cualquier foto. Es sin duda una edificación bella y armoniosa, pero algo en ella causa extrañeza: se diría un monumento helenístico, un tanto inapropiado para un siglo XX revolucionario y futurista que pretendía innovar en todo, máxime en la URSS.
Pero hay cerca otro monumento más apropiado, en un parque menor aledaño: el celebérrimo dedicado a los conquistadores del espacio: una especie de estela que se eleva más de cien metros, rematada por un cohete. En la base, bajorrelieves muy soviéticos, con un museo de las naves espaciales incluyendo la colaboración final ruso-useña.
Frente a él, un poema alusivo al triunfo sobre la opresión y el oscurantismo que permitió construir “alas de fuego” para la nueva época. Está revestido de titanio, que le da tonalidades diversas según la luz. En su simplicidad es sin duda uno de los monumentos más majestuosos del siglo XX, y se me ocurrió compararlo con el Valle de los Caídos.
De acuerdo con retóricas al uso, el monumento de Moscú sería un canto al espíritu humano que por medio de la técnica se eleva hacia la comprensión y el dominio del universo, si bien el cohete que lo corona resulta quizá demasiado concreto. En cambio el de Madrid representaría precisamente “la oscuridad y la opresión”, simbolizadas en la cruz.
Le comenté a un conocido ruso que realmente los soviéticos fueron los pioneros en la conquista del espacio y este puede decirse que es su logro más real, pero contemporáneo de las “jruschovkas”. Estas eran las nuevas casas familiares construidas masivamente en el período de Jruschof: pisos muy reducidos, con cuartos de baño minúsculos y sin ventana, hechos con malos materiales y en bloques horrendos. A pesar de lo cual constituían un progreso notable sobre los pisos colectivos, compartidos por varias familias, habituales hasta entonces. Conquista del espacio en contraste con estrechez y pobreza de las masas, tan loadas en la propaganda. Por ello este indudable logro soviético asombra mucho. En España, por entonces, “las masas” no solo vivían mejor que en la URSS, sino que mejoraban con rapidez, habiendo superado el país, con su propio esfuerzo, una posguerra difícil, dificultada aún más por un aislamiento realmente criminal impuesto por democracias y regímenes soviéticos todos juntos.
Creo que así como el monumento a los conquistadores del espacio, si se le despoja de la retórica, es realmente grandioso y casi lo único de lo que podría envanecerse aquel régimen, el Valle de los Caídos representa también el triunfo de un espíritu a un tiempo modesto y heroico. Suele olvidarse que España es el único país de Europa occidental que no precisó ser liberado por el ejército useño e, indirectamente, por el soviético, que venció a Stalin en la península ibérica y se reedificó con sus propias fuerzas… Un país libre de las colosales deudas morales y políticas del resto de Europa, y que sin embargo se comporta como país mendigo, por obra de sus siniestros políticos actuales.
Dos monumentos tan enormemente distintos en su espíritu y significado, y los dos tan emblemáticos del siglo XX y sus contradicciones. Desde luego las comparaciones darían para mucho más, pero dejémoslo ahí.
El pasado miércoles, Día de la Victoria en Moscú, el metro de la Vedenjá vomitaba multitudes que iban a pasar el día en el parque, sonaban música y canciones, algunos comunistas con sus banderas a quienes nadie hacía mucho caso… Supongo que muchos paseantes, ante los monumentos y el cohete Vostok y la nave espacial, sentirían cierto orgullo y confianza en el porvenir.
qué bien han utilizado la propaganda estos rojos hijos de puta