Impresiones de Moscú (I)
Conozco a españoles que vivieron un tiempo en Moscú en la época soviética, y la describen como una ciudad inmensamente triste, sin apenas locales públicos, con edificios descuidados y sensación de dureza en todo. Por eso sorprende en Moscú la abundancia de símbolos comunistas en estatuas y fachadas, estatuas de Lenin o de Marx en lugares céntricos, etc. Sin embargo si Bréshnief, no digamos Stalin, levantara hoy la cabeza, sentiría que alucinaba. Aquellas anchas avenidas sin apenas coches están hoy repletas de un tráfico que provoca frecuentes atascos y aumenta la contaminación en una ciudad ya de antiguo contaminada por las numerosas fábricas.
Hace ocho años estuve en San Petersburgo, y se notaba un parque automovilístico avejentado, mientras que hoy los coches son como los que pueden verse en Madrid, si bien peor cuidados. Han proliferado los pequeños negocios y la ciudad está llena de cafeterías y restaurantes, supermercados, teatros, curiosamente también floristerías y farmacias… Hay calles céntricas peatonales bordeadas de una sucesión de terrazas, con músicos callejeros, etc. La vida cultural, no sé si de gran calidad, da la sensación, en todo caso, de ser muy intensa y variada, festivales o exposiciones que se suceden unos a otros, y una gran número de museos. Las tradicionales tiendas GUM de la Plaza Roja, antaño populares, están llenas hoy de tiendas de lujo internacionales; tanto en una visita anterior como en la actual, nos dio la impresión de poco movimiento: quizá con poco que vendan ya ganan algo. En las calles, numerosos establecimientos de cadenas extranjeras en cafés y otros negocios. La presencia comercial española es poco visible (existe Zara, por supuesto, empeñada en no parecer española), si bien uno se figura que las posibilidades son grandes; en cambio llama la atención la presencia italiana en marcas y establecimientos: debe de ser una tradición antigua, pues gran parte de los edificios y torres del Kremlin fueron construidos por arquitectos renacentistas italianos, pese a lo cual el resultado no puede ser más ruso.
Aunque se dice, algo absurdamente, que las comparaciones son ociosas y odiosas (a veces lo son, pero otras nos permiten entender mejor las cosas), vale la pena hacer algunas comparaciones con Madrid. Se ve en Moscú mucho turismo ruso (lo hemos comprobado en los hoteles) y poco extranjero (mínimo si lo comparamos con Madrid). La multiplicidad étnica es más evidente que en Madrid, aquí con inmigración mayormente africana o rumana, esta no muy distinguible de la local; allí de origen mayoritariamente asiático, con rasgos mongoloides o caucasianos, claramente distinta en aspecto del elemento eslavo predominante. Así, el exterior físico de la población difiere notablemente entre las dos ciudades. Los moscovitas eslavos son, de promedio, más altos, más robustos y mucho más rubios que los madrileños. Una conocida lo resumió: son más altos, hablan más bajo y sonríen menos que los madrileños. Habrá en Moscú bastantes musulmanes, pero se les nota mucho menos que en Madrid, muy pocas mujeres van con burka y a ninguna vimos con la cara cubierta. Casi ningún africano.
Los parques moscovitas son mucho más abundantes, verdes y extensos que los madrileños, aunque la mitad del año estarán melancólicos con los árboles desnudos y la nieve o el barro. Ahora se llenan de paseantes, cafés y diversiones variadas. En el Gorki, aparte de espías se ven muchas madres jóvenes cuidando a sus retoños. La gente suele casarse muy joven y por eso, dicen, se divorcia mucho. Explicación falsa, porque aquí la edad media de casarse es mucho más tardía y los divorcios no deben de ser menos numerosos, quizá más. Abundan auténticas bellezas eslavas, y las chicas se arreglan mucho, pero muy pocas con atuendos prostibularios, al contrario que en Madrid. Según otra leyenda, la atención de las jóvenes a su presencia física se debería a la competencia, al haber bastantes más mujeres que hombres; pero eso solo ocurrió en la posguerra. En la gente casadera hay una ligera mayoría de varones, como en todas partes, hasta igualarse en torno a los 29 años más o menos. Los chicos, sobre todo en el extrarradio, suelen vestir de manera informal con un estilo entre proletario y macarra al modo inglés. Tampoco se percibe exhibicionismo homosexual como en Madrid.
Hay cuatro rasgos muy comunes entre los jóvenes actuales que creo revelan cierta estupidez generacional: los pantalones rotos, los tatuajes, las chatarrillas en la cara, especialmente los anillos en el tabique nasal, y las camisetas con frases más o menos idiotas en inglés. Estos cuatro rasgos proliferan en Madrid y en todo el occidente europeo. En Moscú solo el primero y el último. Es muy raro ver a una chica tatuada o con “piercings”, y pocos chicos siguen esa moda. No sabemos si se contagiarán. Las camisetas con frases en inglés proliferan menos que en Madrid, pero abundan también. Entre los jóvenes se percibe admiración un tanto servil por la cultura anglosajona, aunque es fácil comprobar que el idioma no se les da nada bien, como ocurre en Madrid. En Moscú, uno se da cuenta, a pesar de todo, de la potencia de la cultura rusa, mientras que en la capital de España la impresión es más bien de satelización cultural.
“mientras que en la capital de España la impresión es más bien de satelización cultural”.
¿En Madrid?… ve a la costa de levante… ahí no somos satélites anglosajónes, somos dominados por lo anglosajón, hasta el punto quee no sabes si estas es España o en un barrio de Londres.
Es impresionante y surrealista la de maricones- y no sólo que lo parezcan- que hay por el centro de Madrid. A nivel social, pocos sitios del mundoo alcanzan la impudicia y la inmundicia de la gran urbe española, auténticos Babel donde la vulgaridad y el feísmo reinan.
Que perdure mientras les dure, no como aquí.