Por José L. Román.- Hay costumbres hereditarias que, por desgracia, van perdiendo protagonismo entre los españoles, por ejemplo, decir la verdad. Recuerdo que hasta hace apenas tres décadas, el mensaje reiterativo de nuestros educadores y nuestros padres estaba claro: “Con la verdad se va a todas partes”.

Pocas cosas han tenido en los últimos tiempos un declive tan galopante como el valor de lo verdadero, la idea de no mentir y de que el mentiroso es rastrero e indigno. El “caso Cifuentes” es el más reciente pero no el único. Resulta patético seguir los escándalos y juicios más sonados de los últimos tiempos donde, como si de un innovador juego se tratase, el objetivo de los involucrados y procesados no es otro que mentir, o sea, intentar engañar a todo el mundo con desafiante chulería.

Ayer volvió a quedar meridianamente claro que, en este país, la vida política de cualquier dirigente del PP suele estar ligada al hilo de una información. Y digo del PP, no porque quiera quitar hierro al asunto que hoy ocupa todos los telediarios y todas las portadas de la prensa digital y de papel, no. Sino sencillamente porque informaciones sobre episodios tan reprobables o más, que los protagonizados por Cristina Cifuentes, han salido a la luz dando la vuelta al mundo a través de las redes sociales, sin que por ellos haya dimitido absolutamente nadie.

En la mente de todos está la vergonzosa historia de otra Cristina. La que junto a su marido hicieron acopio de cientos de miles de euros valiéndose de su título y condición, y sin embargo, después de servir de carnaza a los medios informativos durante múltiples editoriales, al igual que lo ha sido la expresidenta de la Comunidad de Madrid, todos sabemos quién de ellas dos ha salido peor parada.

Pero repasemos la historia más reciente, la referente al video de Cristina Cifuentes hurtando en un supermercado. A mi modo de ver, quienes han utilizado esa grabación justo ahora, cuando el hecho tuvo lugar en 2011, es evidente que no lo han hecho a instancias de la claridad y la transparencia que la regeneración del sistema necesita, no. Lo han sacado a la luz siguiendo un plan perfectamente urdido por tres razones fundamentales. A saber: para desviar las miradas y la atención sobre el grave conflicto entre el juez Llarena y el ministro Montoro; por una venganza personal contra Cifuentes, y por intereses meramente políticos en favor de Ciudadanos.

Dicho lo cual, no sé quién será peor, sí la propia autora del hurto por su condición y mentirosa con pedigree, o quien ha tenido guardado el cartucho de la grabación en la recámara a la espera del momento oportuno para hacerlo estallar, con la sola intención como he dicho antes, de beneficiar a Ciudadanos y desviar las miradas que en estos momentos están puestas en el gobierno de la nación y su ministro de Hacienda, o sobre la nefasta gestión de la crisis catalana dirigida por la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría.

No sería de extrañar, igual que ha sucedido con el master de Cifuentes, que al final desencadenó una larga lista de falsificaciones de historiales académicos e invenciones de carreras y títulos universitarios entre nuestra clase dirigente, que saliesen a la palestra pequeños hurtos grabados por las cámaras de seguridad de cualquier establecimiento, y cuyos protagonistas fuesen de la misma ralea que la exvicepresidenta de la Comunidad de Madrid.

Claro que un video de ese calibre solo puede matar, políticamente hablando, si sus protagonistas son los cobardes y acomplejados dirigentes del PP. Los demás tienen patente de corso.

Nunca acertó tanto lo dicho por San Lucas: “Nada es tan oculto que no se haya de manifestar, ni tan secreto que al fin no se sepa”.