La satisfacción de la vida
Puede alguien estar satisfecho de su vida? Creo que en la de todos hay una mezcla de cosas buenas y malas y, lo que es más grave, el criterio para distinguir las buenas de las malas no solo cambia con el tiempo, sino que en todo caso es inseguro. Por una parte, depende del punto de vista. Así, a menudo salen izquierdistas en las redes sociales atacándome por la acción del 1 de octubre de 1975 y el supuesto (e inexistente) martillazo que yo habría propinado a un policía. Les respondo, en general: “Yo combatí al franquismo arriesgando la vida, y para ustedes el asesinato de policías (sicarios, pistoleros del fascismo, torturadores, etc.) por la ETA era motivo de celebración.
Por tanto, para uds. soy un héroe, cosa que no me hace ninguna gracia”. ¿Y para mí? Si yo hubiera mantenido las mismas ideas sobre el franquismo también me consideraría hoy algo parecido a un héroe. Como la investigación y la reflexión me han llevado por otro lado, disto de considerarlo un acto heroico, lo lamento sinceramente por las víctima de aquella jornada y lo veo como una muestra de la condición trágica del ser humano. Aunque impulsado por otros, yo tuve la suerte de salir de aquel laberinto. Varios de mis camaradas de entonces, por quienes sentía amistad y aprecio y con quienes compartí peligros, esfuerzos y penurias, murieron bien jóvenes luchando por una causa maligna, que sin embargo nos hechizaba con la promesa del paraíso en la tierra, por expresarlo de algún modo.
La alusión al destino humano venía en la dedicatoria de la anterior edición, que he borrado. Pasados los años, medio siglo desde la fundación de un grupúsculo al calor del “mayo francés” en París, lo miro con ironía, por eso lo he subtitulado “Memorias de una juventud poco burguesa”. El relato de los hechos está ahí, no lo había releído desde hacía muchos años y ahora, al repasarlo, me asombro de la diferencia del ambiente social e intelectual de entonces con el de ahora. Por mencionar un solo aspecto, la cultura estaba ya en manos de una izquierda también muy distinta de la actual, y a ello no podía replicar un franquismo que había perdido su savia ideológica tras el Vaticano II, savia que tampoco había sido nunca muy abundante. Fue un régimen poco productivo intelectualmente y paradójicamente espléndido en la práctica.
¿Qué interés tiene recordarlo ahora? Tiene el interés de exponer facetas de un tiempo muy peculiar en España –y en Europa, por cierto– y, supongo, de disuadir a otros de aventuras semejantes. En su momento de máxima fuerza no estuvo lejos el GRAPO de hundir la transición, aunque solo logró detenerla unos meses. Queríamos jugar con las “contradicciones” entre los grupos políticos y conseguimos lo contrario, que por miedo se unieran más.
Pero volviendo al criterio del bien y del mal, uno puede exponer las distintas perspectivas sobre un mismo hecho, pero debemos suponer que por encima o por debajo de ellas ha de haber una valoración más auténtica o más real. ¿La del éxito? Pero, claro, pocos personajes más exitosos en el siglo XX que Stalin o Mao, lo que indica los discutible de ese criterio. En lo que me afecta, me he esforzado mucho en la vida, quizá sea predisposición genética, pero la porción de fracaso ha sido muy superior a la de éxito, a pesar de lo cual considero haber tenido mucha suerte… Así que no sé a qué carta quedarme. Creo que mi estado anímico profundo es el de desconcierto, aunque trato de atenerme a unos criterios parciales y sobreponerme a tentaciones depresivas. Y, como digo, por lo mismo no entiendo bien a las personas que se declaran satisfechas de su vida.
Hay además otra dificultad: ¿qué sé yo de mi vida, qué sabe cualquiera de la suya? Aparentemente debería saberlo todo, pero no solo mi memoria, por buena que haya sido en algunos aspectos, es incapaz de dar cuenta real de lo vivido… es que aunque pudiera hacerlo, nunca podría estar seguro de su sentido, ni de si su valoración de unos hechos en comparación con otros es la correcta más allá de la propia subjetividad con tendencia a la ceguera afectiva. No creo mucho en la definición de Sartre de la vida como pasión inútil, pero algo de verdad tiene.
Pruebe con ” El efecto Kulechof ” tal vez haya una respuesta.
La honestidad intelectual es una meta como la de dirigir la voluntad de uno hacia el bien o hacia el mal .Quienes pertenecen a la tribu de Caín ,lo saben perfectamente y que están alli por vendidos a intereses( libre albedrio) ,también lo saben.La consciencia es como el polo norte a seguir.Aunque muchos se nieguen a ello .La satisfacción de hacer lo correcto ,defender y empatizar con los mas desamparados e intentar dejar un mundo un poco mejor del que recibimos ,puede ser ,aparte de un enriquecimiento personal , un objetivo y una satisfacción de hacer lo correcto. Un saludo… Leer más »
Todos somos , a costa de la brújula de nuestro pasado, un presente con proyecto de futuro. Los enfoque pueden cambiar, pero no creo que lo haga el fondo de nuestras convicciones. Se trata de , en ocasiones, ser manipulados, siempre con un amisma postura, pero por diferentes directrices. Cada cual somos un libro.