Hace meses el señor Revilla, Presidente de la Diputación de Cantabria, defendía por entero el Ebro como río propio, ante lo cual la lógica nacional es aplastante, en tanto en cuanto el agua es oro líquido y el río no es posesión de la entidad o región donde nace, sino también de los territorios que surca, así como, se supone, de todo el territorio nacional, pues se trata de un bien estratégico.

Hace meses se daba carestía de agua y había que barrer para dentro, claro: el chocolate del loro, pan de hoy y hambre para mañana. Y es que a los angelitos les ha dado por jugar a los bolos y llueve…, y nieva…, lo que se decía en mi niñez para justificar las tormentas. Pero, más allá de chistes, y más allá de lo que un reyezuelo regional pueda pretender de manera populista, se trata de aplicar la política y la ciencia geográfica, es decir, la geopolítica.

Es el Ebro un río de régimen pluvionival que surca varias regiones hasta llegar…, ¿a tierra extraña? Cataluña, y en este curso es alimentado por varios afluentes descendentes de diferentes cadenas montañosas, en especial la de los Pirineos. Creo, por tanto, que decir que el Ebro es de Cantabria y hasta donde por ella pasa es demasiado ambicioso y permisivo.

De todas las maneras y, para frenar estas salidas de tono políticas, deberían obrar las Confederaciones Hidrográficas, amparadas por los presupuestos del Estado, y empeñarse en velar por la equidad, la ecuanimidad y el raciocinio ahorrador, porque agua que corre, agua perdida. Y es ahora, cuando tras las inclemencias propias del invierno y primavera de los climas atlánticos y de montaña,” hasta el cuarenta de mayo, no te quites el sayo”, el agua sobrante, más adelante falto, se transforma en destructivo. Las previsiones auguran fuertes crecidas y posibles desalojos en la provincia de Zaragoza.

¿Por qué no podemos reconocer la gran obra de infraestructura de embalses y presas de Primo de Rivera y de Franco de la que ahora nos servimos? Casi un siglo tirando de ella de manera hipócrita, llega la hora de ajustar y prolongar tal camino. El agua que sobra, para llenar la jofaina donde y cuando el agua falte. El agua es un bien nacional incomparable con el petróleo: la prueba es que, allí donde falta, hay hambrunas y devastación, por mucho oro negro del que se disponga.

El agua apaga la sed, y esperemos que la estupidez de los políticos, tanto regionalistas, como negacionistas de los logros históricos, sean del signo que fueren. Agua para la tierra, agua para la higiene, agua para la salud y ahorrar agua. España es un manantial que derrocha agua a través de las grietas de sus fronteras políticas internas. Agua, comunicaciones, Sanidad y Educación, por favor, en manos del Estado.