Ni murió perseguido, ni apaleado, ni por ser negro
Paloma Cervilla.- El triste fallecimiento del ciudadano senegalés en el madrileño barrio de Lavapiés ha puesto de manifiesto la irresponsabilidad de la izquierda radical y del Gobierno podemita que gobierna en Madrid.
La manipulación de la muerte natural de este senegalés para darle una bofetada a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, al Gobierno, al capitalismo, a la xenofobia y a no sé cuantas cosas más, es un ejemplo de hasta qué punto en este país se ha perdido el norte en determinadas cuestiones.
El video de la Policía auxiliando a este hombre, que había sufrido un infarto, ha puesto al descubierto el rosario de mentiras que se han vertido sobre este fallecimiento, alentadas por concejales del Ayuntamiento de Madrid, que no han sabido estar a la altura del cargo que representan.
Ni murió perseguido, ni fue abandonado, ni su muerte fue un acto de xenofobia por ser negro. Qué a estas alturas de la vida se diga que en España a la gente se le persigue, de forma generalizada, por su raza o por su situación social, es faltar a la verdad.
Lo que sí hubo fue un acoso a la Policía, a la que atacaron con piedras y sillas, y un episodio de violencia urbana que arrasó con locales, cajeros y mobiliario del barrio de Lavapiés.
En todas las ideologías, ya sean de derecha, de izquierda o de centro, siempre hay extremistas que se creen con derecho a imponer sus ideas a base de golpes, pero en este país se respeta a la gente que, eso sí, lo mínimo que se puede pedir es que se cumpla la ley, como hacemos todos.