Por Laureano Benítez Grande-Caballero.- Adivina, adivinanza: «Es joven, liberal, catalán y “fan” del francés Emmanuel Macron y del canadiense Justin Trudeau». ¿Quién es este político? Con esa descripción, la agencia de información mundial ?AFP? inició su reporte propagandístico de Albert Rivera, publicado el día 8 del corriente mes y al cual intituló en su nodo de habla inglesa «Rivera: Spain’s anti-independence Catalan who wants to be PM».

Hey, Riverita, bienvenido a la Orden de la Traición de Oro, fundada por Bellido Dolfos el felón, cuya traición costó la muerte al rey Sancho II de Castilla el 6 octubre de 1072. ?Por cierto, parece que su verdadero nombre era Vellido Adolfo. Si es así, ¿a que Suárez les recuerda esto??.

La historiografía moderna duda de la autenticidad histórica del rey de los traidores, pero justamente la presunta falsedad de este personaje es una perfecta metáfora para describir la mendacidad de Riverita.

Sin embargo, la mejor manera de expresar la impostura de Albert es recurrir a un curioso fenómeno que está protagonizando uno de sus ídolos, el tal Justin Trudeau, el primer ministro de Canadá.

Resulta que Trudeau es uno de los hombres de moda en Estados Unidos, quizá porque su buen rollo, su apostura, su don de gentes y su retórica amable y profidenesca contrasta sobremanera con la brusquedad que Trump obsequia al globalismo. El caso es que este ídolo de la progresía y marioneta del mundialismo ?defensor del Islam, por supuesto? es tan popular, que la embajada canadiense en Washington encargó figuras de cartón suyas con el fin de disponer de su presencia ?aunque instagrámica? en las celebraciones del día nacional de Canadá, por las cuales pagó casi 150.000 dólares, ya que el Trudeau de carne y hueso, a pesar de su aura semidivina, no posee el don de la ubicuidad.

Trudeau y Rivera

Esta curiosa iniciativa también la han seguido algunas misiones diplomáticas canadienses, que han utilizado también los replicantes, en una operación que bien podría llamarse «Blade runner». Sin embargo, esta operación también tiene sus detractores, entre los que destaca el conservador Brassard, quien dijo que «un recorte a tamaño real en dos dimensiones es, probablemente, la mejor metáfora de lo que representa Justin Trudeau». Y ?atención a la frase, que tiene una enjundia endiablada?: «Tienes la fachada, y muy poco de sustancia detrás».

Absolutamente genial, porque no me digan que hay una manera mejor de describir la vacuidad cósmica de Riverita, emperador de la nada, rey de las abstenciones, cuya nula capacidad política no le daría ni para gobernar Barataria.

Todo en él es trampantojo, apariencia, política encamonada sobre el nihilismo y la traición; verdadero rey del retablo de las maravillas, donde su desnudez integral pasa desapercibida para una masa borregada que todavía cree en los Reyes Magos, y al que una feroz campaña de promoción del político acartonado está colocando ya en el vestíbulo de la Moncloa.

Es así como este hacedor de maravillas ha inventado la derecha izquierdosa, el conservadurismo progresista, el centro socialdemócrata y, ?lo que es más epatante y pasmoso?, el patriotismo globalista.

Bondad graciosa, este replicante macrónico y trudeaucesco pretenda ser el salvador de España, cuando su intención declarada y reconocida es la de abolir las fronteras y disolver nuestra nacionalidad en el maremágnum globalista de los Estados Unidos de Europa. La cuadratura del círculo vamos, la cara más dura de los Bellido Dolfos que en España han sido.

Al menos, en esta intención canallesca y felona declarada se despoja, por una vez, de su trampa y su cartón, porque viene a argumentar su fichaje por el globalismo diciendo más o menos que, como es inevitable, se trata de sacar el mejor partido posible de algo que sucederá sí o sí.

Riverita fue armado caballero en la Orden de la Traición de oro ?cuya insignia más preclara es una higa dorada? el año pasado, en ceremonia oficiada en Chantilly, durante la reunión del club Bilderberg, cuyos gerifaltes le dieron el visto bueno para que opte a ser PM (Prime Minister).

Era la crónica de una asistencia anunciada, pues, daba el perfil 100×100: moderno, juvenil, inmaculado, con pinta de ejecutivo, con aire tecnócrata… con aire de Macron cañí, para decirlo de forma expresiva. Solamente estaba a la espera de que los capitostes bilderbergianos le inyectaran el bottox de su complacencia. Por eso, su fichaje por el mundialismo era cuestión de tiempo, y más para todo aquel que escuchara en sus discursos las continuas alabanzas a los organismos internacionales creados por el NOM, pidiendo, por ejemplo, la creación de algo así como «Los Estados Unidos» de Europa.

Riverita, cachorrillo acariciado por manos ensortijadas; becario de conspiraciones, de tejemanejes, de conjuras por la gobernanza mundial; aprendiz de brujo en los aquelarres donde las élites globalistas invocan malignas fuerzas para llevarnos a la dictadura mundialista; monaguillo en sus siniestras ceremonias, aguador irredento, correveidile y bedel de sus macabras ordenanzas; lacayo de sus «democráticas» conspiraciones para cambiar gobiernos, organizar guerras, diseñar «primaveras», colorear «revoluciones» y programar crisis económicas.

Según Cristina Martín Jiménez ?autora de varios libros sobre el Club? «como lo confirmó en 2013 el Bilderberg y ministro Kennneth Clarke en el Parlamento británico, el grupo recluta jóvenes promesas en ascenso de una generación más joven para continuar la labor del clan».

Y ahí tenemos a la joven promesa. Welcome to Bilderberg, Albert, otra sota más para el mundialismo: juegan naranjas, y gana Bilderberg, como siempre, como la Banca siempre gana, pues la democracia occidental es aquel sistema político donde se enfrentan megalómanos aspirantes al poder, y siempre gana Bilderberg. Es decir que, con tal de dar rienda suelta a sus ansias psicópatas de poder, los políticos venden su alma al globalismo, traicionando a sus propios países en aras de los dictados del NOM.

Y, por supuesto, desde su bautizo bilderbergiano la campaña promocional de Riverita en el universo mediático comenzó a arreciar en toda su intensidad. Fue así como llegó a ser portada del «Financial Times», y del semanario «The Econmist», portavoz de la geopolítica bancaria-británica, que llegó a colocar a Albert como parte del movimiento mundial que sostiene el liberalismo y la sociedad abierta ?Open Society de George Soros, o sea? contra el populismo-nacionalismo y la sociedad cerrada.

Liberal en lo económico y progresista en asuntos sociales: ahí tenemos su programa, verdadera Biblia para los globalistas progres, jóvenes y sobradamente preparados por Bilderberg. Es por eso que se declara fan de Macron: «Es un modelo para cualquiera que crea en una nueva forma de hacer política y para cualquiera que sea liberal y progresista». Toma ya.

Albert Rivera, en un campo de refugiados en Grecia.

La progresía riverista es de verdadero manual: participa en marchas del orgullo gay al lado de Pablete «el Coletudo», donde también se pueden ver bandas de militantes anaranjados disfrutando con verdadera fruición de los homoespectáculos; está absolutamente a favor de las leyes de identidad de género; ha lanzado una proposición de ley para incrementar la maternidad subrogada; no estará en contra de la totalitaria nueva Ley de Memoria Histórica urdida por el PSOE; está de acuerdo en desmantelar el Valle de los Caídos; niega la afiliación a su partido de cualquiera que haya tenido pasado falangista ?aunque su madre sí lo fue?; clama porque España acoja al mayor número posible de refugiados; se deja ver en espectáculos taurinos con profusión y delectación, para luego decir al cabo del tiempo que está en contra de los toros… y así hasta el infinito, porque en el Congreso, cuando se presenta una proposición de ley por parte del rojerío, una de dos: o vota a favor ?lo más frecuente?, o se abstiene.

Riverita, que no apoyaba la aplicación del 155, hasta que la gigantesca manifestación de un millón de catalanes españolistas hizo que se lanzadas al ruedo, para aprovechar en favor de Ciudadanos aquella explosión patriótica.

Riverita, replicante de Macron, Trudeau y todos los políticos progres y conspiran por el NOM… cartón piedra, estuco coloreado con los colores patrios; corazoncitos con el «menage a trois» globalista donde se hermanan los colores de España, Cataluña y la bandera europea.

Mucho cuidado, España, porque a Riverita se le pueden adjudicar muy bien aquellos versos del conocido romance de Bellido Dolfos:

¡Rey don Felipe, rey don Felipe!, no digas que no te aviso,
que de dentro de Cataluña un alevoso ha salido;
llámase Vellido Dolfos, hijo de Dolfos Vellido,
cuatro traiciones ha hecho, y con esta serán cinco.