El futuro de La Vanguardia
Xavier Rius*.- Si yo fuera el conde de Godó me vendería La Vanguardia mientras pudiera. Un millonario sudafricano acaba de comprar Los Angeles Times por 500 millones de dólares. El dueño de Amazon, Jeff Bezos, compró The Washington Post en el 2013. Y el principal accionista de The New York Times es el mexicano Carlos Slim.
Parece que los periódicos de papel parece que no tienen futuro si no hay un ricachón detrás dispuestos a aguantar las pérdidas. Hagan un experimento: pónganse en una calle céntrica de su localidad a primera hora de la mañana y cuenten cuanta gente va con un diario bajo el brazo.
Adquirido legalmente. No regalado en Rodalies, el Sagalés o la Universidad. Los más jóvenes han perdido el hábito de la lectura en prensa. Se informan por las redes sociales. O hasta por el grupo de whatsapp de Pokemon.
Al fin y al cabo, Barcelona tiene dos diarios que han emprendido sendos expedientes de regulación de empleo (El Periódico y El Punt-Avui). Sin olvidar que la absorción del histórico Avui por El Punt en el 2009 no fue una fusión, fue una defunción.
En mi juventud ya asistí, con pesar, a la crisi de la prensa que se llevó por delante cabeceras históricas como El Noticiero Universal o El Correo Catalán. Y un poco más lejos en el tiempo a todo el Grupo Mundo. En cuanto traspasaban la frontera de menos de 60.000 ejemplares caían en picado.
Ni el citado El Punt-Avui ni el Ara alcanzan ahora cifras semejantes. ¿Pero entonces de qué viven? ¿De las subvenciones? ¿Ingresos atípicos? Creo que el diario Ara, fundado en el 2010, no ha alcanzado el umbral de rentabiliad. Durará mientras Fernando Rodés esté dispuesto a perder dinero. Y eso que hacen un buen periódico.
El caso de La Vanguardia, vinculado a una familia de toda la vida, es un poco distinto. Yo, aunque no lo parezca, la quiero. Empecé a descubrir los rudimentos del oficio con aquellas portadas grises de huecograbado. Todavía debo guardar por casa alguna. Como la del asalto de Edén Pastora, el mítico Comandante Cero al Palacio Nacional de Nicaragua (1978). El principio del fin de la dictadura de Somoza.
Pero el Grupo Godó tiene un problema. En realidad tiene dos: La Vanguardia financió primero la creación de un grupo multimedia en Madrid con Antena 3. La aventura acabó mal. Creo que incluso hubo un motín en el consejo de administración auspiciado por Manuel Jiménez de Parga, que cambió de bando por sorpresa.
Con los años financió la misma operación en Barcelona. Pujol dice en su primer volumen de memorias que “si alguna vez he podido apoyar a La Vanguardia, y he podido, lo he hecho”. Es una definición exacta como demuestran las frecuencias otorgadas en su día a Rac1. En detrimento del Grupo Zeta, al que no le dieron ninguna a pesar de que tenían a Joaquim María Puyal como buque insignia.
Pero, como el resto de la prensa, no sé si sobreviría sin ayudas públicas. Dicen que Rac1 gana dinero, La Vanguardia no pierde -o al menos no pierde en exceso- y 8TV es un pozo sin fondo. Hágame caso, don Javier, véndase La Vanguardia mientras pueda. Todavía está a tiempo.
*Director de e-noticies
Que importa La Vanguardia?.
En los años del Nuevo Estado se llamaba La Vanguardia Española, vino el régimen de 1978 y se quitó rápidamente Española; cambio de chaqueta vamos.
Ojalá se vaya al garete!