Paloma Cervilla.-A ver si nos enteramos de una puñetera vez, las Navidades son lo que son, la conmemoración del Nacimiento de Cristo. Y los Reyes Magos son lo que son, la representación de la Adoración al Niño Jesús pocos días después de su nacimiento. Todo lo demás son cuentos chinos que nada tienen que ver con la tradición católica, que celebramos lo que tenemos fe y creemos en el misterio del nacimiento y la muerte de Cristo.

Nadie está obligado a creer en ello, ni siquiera a participar en esta celebración, pero por lo menos hay que pedir respeto, como otros creencias, otros colectivos y otras religiones lo reclaman constantemente.

La polémica de las Cabalgatas de Reyes Magos, que desató el año pasado la disparatada alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, tergiversando el sentido de este día, está llegando a límites insospechados.

Que a mí me diga una drag queen que las “tradiciones son susceptibles de cambios” es una ofensa a la que creo que hay que responder. La tradición católica de la Navidad es la que es y, por mucho que se quiera encaramar a una carroza para tener su momentito de gloria, ni ella. ni nadie, la va a cambiar.

No entiendo ese afán que tiene la gente por meterse dónde no la llaman, por distorsionar la realidad. No entiendo que pinta el colectivo LGTB en la Cabalgata de Reyes, con todo mi respeto a las personas que formar parte del mismo. No entiendo porque hay que empeñarse en ofrecer una visión irreal del misterio de los Reyes Magos. Es que no entiendo nada.

Lo único que se puede pedir ya es un poco de sensibilidad para mantener la ilusión de los niños, un poco de sensatez para no hacer más el ridículo y, el que no le guste y no quiera participar en este día, está en todo su derecho, pero que no traten de imponer una versión falsa de la realidad.