Las mujeres prehistóricas, más fuertes que las remeras de élite
Una nueva investigación de la británica Universidad de Cambridge demuestra que las mujeres nunca han sido el «sexo débil». El estudio, que ha comparado por primera vez huesos de centroeuropeas que vivieron hace unos 7.000 años, durante el Neolítico, con los de campeonas actuales de remo, concluye que nuestras antecesoras podían sacar músculo: tenían los brazos más fuertes que las atletas modernas. La causa, explican en la revista Science Advances, puede ser el intenso trabajo agrícola que realizaban, como la labranza del suelo y la cosecha manual, así como el triturado del grano para hacer harina, que podría haber llevado varias horas al día.
Hasta ahora, los científicos habían analizado los huesos de las mujeres únicamente a través de la comparación directa con los de los varones. Sin embargo, los huesos masculinos responden a la tensión de una manera distinta, por lo que los de Cambridge creen que esto solo ha servido para subestimar las demandas físicas que soportaban las mujeres en la prehistoria.
Así que los investigadores decidieron cambiar la perspectiva y analizar, con la ayuda de un escáner, los huesos del brazo (húmero) y la pierna (tibia) de mujeres modernas que participan en diferentes niveles de actividad física: desde corredoras y futbolistas hasta aquellas con estilos de vida más sedentarios. Esos huesos se compararon después con los de féminas de comunidades agrícolas desde el neolítico a la Edad Media.
En el grupo de mujeres modernas analizadas por el equipo se encontraban atletas del club de remo de Cambridge, que esa temporada vencieron a Oxford y terminaron convirtiéndose en campeonas. Durante tres semanas de competición, Alison Macintosh, autora del estudio, escaneó los huesos de las remeras, la mayoría de veintipocos años, que en ese momento se entrenaban dos veces al día y remaban un promedio de 120 km a la semana.
Resultó que las mujeres neolíticas analizadas en el estudio (de hace 7.400 a 7.000 años) tenían una fuerza en los huesos de las piernas comparable a la de las remeras modernas, pero, sorprendentemente, los huesos de sus brazos eran entre un 11% y un 16% más fuertes que los de esas deportistas, e incluso un 30% más que los de las estudiantes típicas de Cambridge.
La carga de las extremidades superiores fue aún más dominante en las mujeres de la Edad del Bronce (hace desde 4.300 a 3.500 años), hasta un 13% más fuertes que las remeras. Sin embargo, sus piernas eran un 12% más débiles.
Moler el grano
Una posible explicación para esta impresionante fuerza de los brazos de nuestras antepasadas es el triturado del grano. «No podemos decir específicamente qué comportamientos causaban la carga ósea que encontramos. Sin embargo, una actividad importante en la agricultura temprana fue la conversión de granos en harina, y esto probablemente fue realizado por mujeres», explica Macintosh.
Desde luego, no necesitaban ningún gimnasio. Durante milenios, el grano se molía a mano entre dos piedras grandes. En las pocas sociedades que todavía usan ese tipo de molinos portátiles, las mujeres lo emplean hasta cinco horas al día, por lo que es probable que las del Neolítico también le dedicaran mucho tiempo. Esa acción repetitiva durante horas pudo haber cargado los huesos de los brazos de las mujeres de una manera similar al laborioso movimiento hacia adelante y hacia atrás que implica el remo.
«El hueso es un tejido vivo, que responde a los rigores a los que sometemos el cuerpo. El impacto físico y la actividad muscular ejercen presión sobre los huesos, lo que se denomina carga. Con el tiempo, reaccionan cambiando de forma, curvatura, espesor y densidad para adaptarse a la tensión repetida», ilustra Macintosh.
Sin embargo, la investigadora cree que el trabajo de las mujeres iba mucho más allá: la variación en la carga ósea encontrada en los huesos prehistóricos sugiere una amplia gama de actividades. «Antes de la invención del arado, la agricultura de subsistencia implicaba plantar, labrar y cosechar manualmente todos los cultivos», recuerda. También es probable que las mujeres tuvieran que ir en busca de comida y agua para el ganado doméstico, procesar leche y carne, y convertir pieles y lana en textiles. Toda una larga lista de duras tareas que sugiere que el trabajo femenino era crucial en las primeras economías agrícolas. Con estas conclusiones, los estereotipos se caen desde nuestros orígenes.
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