Por Laureano Benítez Grande-Caballero.- Ya lo dijo Franklin Delano Roosevelt: «En la política nada sucede por accidente: si sucede, puedes apostar que estaba planeado de ese modo». Pues, viniendo de un masón de grado 33, la fase tiene su enjundia, y resume a la perfección la teoría conspirativa de la gobernanza mundial, que se ejecuta a través de gigantescas campañas de ingeniería social cuyo objetivo es manipular a la opinión pública de tal manera que las poblaciones aborregadas acaben aceptando los intereses del mundialismo, sin sospechar siquiera que éstos persiguen su completa esclavización y sometimiento a luciferinas oligarquías psico y sociopáticas.

Lo más aberrante del mundo orwelliano que resulta de esta lobotomización mundializada es que la asunción por parte de las masas del programa globalista se hace no sin cierto entusiasmo, pues las poblaciones ovejunas creen que al asumir su maquiavélico programa están contribuyendo al progreso de la humanidad y de su país, pues piensan que están poniendo su granito de arena en el desarrollo de los derechos humanos.

Aquí está la «madre del cordero» ?nunca mejor dicho? del mundialismo luciferino, ya que la estrategia más utilizada por el NOM para sus campañas de ingeniería social es la del camuflaje, que tiene como animal paradigmático, como mascota, al camaleón, reptil que tiene la portentosa capacidad de variar el color de su piel para adaptarse a su entorno. Si a eso le añadimos está dotado de una larguísima lengua para cazar a sus presas ?cuyo tamaño llega a ser el doble que su cuerpo?, ahí tenemos al animal que mejor representa a la clase política, especialmente a la mundialista.

Este camuflaje consiste en disfrazar los malignos postulados globalistas con ropajes democráticos, proclamando que responden al «progreso» de supuestos derechos humanos: así, por ejemplo, la homosexualización de la población que persigue el lobby LGTBI se disimula como «derechos de género»; la reducción poblacional que preside el aborto se disfraza de «derecho a decidir» de las mujeres; los ataques blasfemos y las persecuciones al cristianismo se disimulan como «derecho a la libertad de expresión»; la invasión de inmigrantes que persigue barrenar la identidad europea se oculta bajo una llamada a los «derechos humanos».

Y, para aterrizar ya en la sedición catalanita, el objetivo de romper un Estado-Nación muy antiguo y además católico se encubre bajo la falacia del «derecho a decidir».

La fronda, la espesura, el follaje con el cual se mimetizan estos satánicos camaleones es, para decirlo en plata, la democracia. Es en su nombre en el que se perpetran las lobotomías mundialistas, que nos presentan sus perversas maquinaciones como manzanas envenenadas, como «derechos» envueltos en lacitos de colores para que los traguemos sin rechistar.

Esta mitología del camuflaje tiene claras concomitancias con una estrategia militar conocida como «cortina de humo», que consiste en generar humaredas para que el enemigo no pueda ver las maniobras que se ejecutan contra él.

Desde su origen militar, la cortina de humo es ampliamente utilizada por la ingeniería social, la cual utiliza un conjunto de hechos o circunstancias para ocultar sus verdaderas intenciones, desviando la atención del pueblo con el fin de evitar que vean sus auténticos objetivos. Es decir, que nos encontramos ante una distracción para encubrir una acción, a base de engañar, confundir y distraer.

A su vez, estas tácticas de distracción y camuflaje me recuerdan sobremanera uno de los pasatiempos más conocidos de muchas generaciones, consistente en la búsqueda de objetos o escenas escondidos dentro de un dibujo, en el cual aparecían camuflados en base a introducirlos de manera que sus rasgos se confundieran dentro del diseño global. Es un juego de adivinanza, de intriga y misterio, que exigía altas capacidades de observación y concentración, y, sobre todo, de una atención minuciosa a todos los detalles del dibujo. Porque precisamente todo el cuadro ha sido pintado con el propósito de esconder el verdadero dibujo que hay dentro de él.

Desde este punto de vista, podríamos jugar a descubrir qué y quienes se esconden en el cuadro en el que se expone la respuesta del gobierno al golpe de estado catalán contra España, lienzo que podríamos titular «La Constitución guiando al pueblo», trasunto del cuadro «La Libertad guiando al pueblo», realizado por Eugène Delacroix en 1830.

Imagen de un coche de la Guardia Civil destrozado en Barcelona

Sí, porque la rebelión catalana no es sino la cortina de humo que los poderes fácticos de nuestra Patria ?al dictado de los intereses del NOM? están utilizando para camuflar lo que es una luciferina conspiración para destrozar España, enmascarándola como una reforma de la Constitución, con la que en apariencia se busca un aggiornamento de nuestra Carta Magna a los nuevos tiempos, para que guíe a nuestro pueblo en los nuevos avatares que se avecinan, transmutada en una hermosa damisela extraída de la mitología clásica o romántica.

Esta reforma viene a ser como una versión del «timo de la estampita», pero en versión de ingeniería social, ya que todo lavado de cerebro no es sino una pura estafa. También podría asociarse sin problema al timo del «Tocomocho». Y es que somos tan castizos, que los ingenieros sociales que nos han invadido y diseñado la Segunda Transición no dejan de ser, en el fondo, unos pícaros.

Para empezar, resulta sumamente sospechoso que, aparte de la supuesta aplicación del artículo 155, la respuesta de los partidos constitucionalistas ?que no españolistas? a la amenaza independentista catalana haya sido proponer una reforma de la Constitución. Este plan reformista lleva ya bastante tiempo agitando nuestros hemiciclos, utilizando el pretexto de que el régimen del 78 está periclitado, en especial en lo que se refiere al diseño territorial de España.

El PP es el partido más reacio a implementarla, mientras que el PSOE lleva bastante tiempo dando la matraca con esta propuesta, a la que considera la joya de la corona de su programa electoral, como la verdadera panacea y el «bálsamo de Fierebrás» que arreglará todos nuestros males, y conseguirá, por arte de magia, el encaje de Cataluña en España.

Desconfiado como soy por naturaleza y por experiencia, enseguida percibí que bajo esta sospechosa simultaneidad del 155 con la reforma constitucional había tomate, gato encerrado, camaleón camuflado, ingeniería social a tope.

No hay que ser un politólogo consumado para saber en qué dirección se pretende realizar la reforma de nuestra Carta Magna, ya que sobre este punto los conspiradores no tienen ningún recato en declarar que el objetivo es hacer de España un Estado Confederal. Es decir, se trata de convertir nuestro país en 17 Cataluñas, transfiriendo todavía más competencias a las autonomías, que vendrían a ser verdaderos reinos de Taifas, cantones y cortijos de los cuales habría un grupo que estaría gobernado por separatistas, filoterroristas, antiespañoles, antisistema, etc.

Resulta realmente terrorífico hacer de un país sin conciencia nacional, donde la bandera, el himno y la misma palabra «España» se consideran fachas en una parte no muy pequeña de nuestro territorio, una confederación, donde cada uno tire por su lado, donde los Taifas tengan plena potestad y libertad para hacer lo que les venga en gana, aunque sea gobernar desde y para la hispanofobia.

Pero nuestra partitocracia está plenamente de acuerdo en llevarnos a la federalización, pues todos los partidos del espectro utilizan las administraciones autonómicas para colocar a sus clientes y afiliados ?España tiene más de 400.000 cargos políticos, más del doble que Italia, el siguiente país de la lista? para medrar a costa del erario público, a pesar de que son plenamente conscientes de que el estado autonómico es un solemne fracaso, generador de una deuda gigantesca, de cantonalismos suicidas, de corrupciones innumerables, de acracias cainitas, de burocracias insostenibles.

Sin embargo, lejos de plantear una reforma de la Constitución que quite competencias a las autonomías ?especialmente en Educación, Seguridad y Justicia?, los felones están conspirando para reducir todavía más el poder del Estado, cuando una mayoría del pueblo español, según las encuestas, se inclina por reducir drásticamente las competencias autonómicas, harto del marasmo esperpéntico en que nos ha sumido el aborto político de una Constitución surgida de un aquelarre hispanófobo en una pavorosa noche de Walpurgis.

El sencillo de explicar, y esta misma simplicidad hace todavía más horrendo el alcance de esta maligna conspiración contra nuestra Patria: sabedores los partidos políticos que desgobiernan España de que el pueblo español jamás aceptaría una reforma constitucional que, bajo la apariencia confederal, supusiera la liquidación de nuestra Patria, van a aprovechar el golpismo catalanita para convencernos de que la reforma que están planeando es la única manera de integrar Cataluña en el Estado, la única posibilidad de salvaguardar la unidad nacional, con lo cual el Estado Confederal sería un mal menor, de obligada aceptación dada la gravedad de las circunstancias. Y así, con este pretexto, al pueblo español no le quedaría más remedio que aprobar la reforma.

Bondad graciosa, que al final los coletudos bolivarianos y los separatas se saldrán con la suya, ya que esta reforma volará en pedazos el régimen de 78, obsesión patológica de los izquierdosos y los indepes, pues la reforma ?lejos de devolvernos a una España más una, más grande, y más libre? incluirá muy posiblemente amnistías, cupos, pactos fiscales, agencias tributarias, e independencias de facto en Euskalherrías y Països Catalans, incluso con representación exterior, permaneciendo transferidas las competencias decisivas de Educación, Sanidad y Justicia.

Por si esto fuera poco, el nefasto y supercamaleónico «Pedromocho» seguramente pedirá la condonación de la deuda a los catalanitas, que será abonada por el resto de las autonomías… pero con la salvedad de que a aquellas donde haya más paro ?justo las que gobiernan los sociatas, por qué será? no se las exigirá tanto en el desembolso.

La duda que me queda de toda esta maraña conspirativa es la siguiente: ¿Estaba todo planeado ya de antemano entre los partidos y los catalanitas, y de ahí la vergonzosa inacción gubernamental? ¿O vieron la magnífica ocasión de colarnos esta maquiavélica reforma y se han subido al carro, echándose al monte?

El caso es que ahí la tenemos, a la «Constitución guiando al pueblo», magnífico cuadro cuyo mensaje oculto podría coincidir con el famoso cuadro de René Magritte, donde se ve una pipa, y cuyo título es «Esto no es una pipa». Es decir, que con la nueva Constitución parecemos España, pero no se equivoquen: «eso» no será ya España.

Y del título del cuadro surge inevitablemente la importantísima pregunta: ¿Adónde guiará esa maquiavélica reforma al pueblo español? Pues me atrevería a decir que, volviendo al tema del pasatiempo ya comentado, en este cuadro se esconde otro, que es justamente el escenario al que se nos pretende guiar con esta alevosa ingeniería social de la reforma constitucional.

Este cuadro oculto es, ni más ni menos, que el famoso «La balsa de la Medusa», que pintó el artista romántico francés Gericault entre 1818 y 1819, donde se representa una trágica escena del naufragio de la fragata de la marina francesa «Méduse», acaecido el 2 julio de 1816 frente a la costa de Mauritania, y durante el cual quedaron a la deriva en una balsa muy frágil 147 personas durante 13 días. Solamente se salvaron 15, que soportaron la deshidratación, el hambre, la locura y el canibalismo. Pongamos 17 en vez de 15, y ahí está nuestra Patria, naufragada en el cataclismo de una tormenta constitucional perfecta.

Así que, alerta España, no pliegues tus banderas, no te desmovilices, no dejes que una vez más los felones a la Patria te tomen el pelo, no pagues a traidores, no votes a la bruja Circe que quiere convertirnos en cerdos con sus federalismos, no dejes que ninguna Medusa te guíe hacia el abismo. Y recuerda: «Audentes fortuna iuvat» («la fortuna favorece a los valientes).