Es cierto que has pedido insistentemente la aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña. Es verdad también que has advertido sobre la reforma que necesita la Constitución y que solicitas, coincidiendo con Susana Díaz, que esa reforma no debe ser para complacer a los independentistas.

Estas dos propuestas de tu grupo frente a la cobardía del gobierno de Rajoy y la ambigüedad de Pedro Sánchez, han hecho que las encuestas de coloquen muy cerca de alcanzar la tercera posición en número de votos, en el supuesto de que hoy se celebrasen elecciones.

Todo esto está muy, pero dime, en esa reforma de la Constitución que propones, ¿piensas acabar con las autonomías? A miles de españoles nos gustaría que nos aclararas con total sinceridad y transparencia, que piensas de las autonomías y si coincides con esos miles y miles de contribuyentes en que el sostenimiento de esas autonomías constituyen un gasto que nuestro pueblo no se puede permitir, y que se han convertido en el cáncer que está gangrenando nuestra más que delicada economía.

Dime, ¿acaso no es precisamente esa Constitución que propones reformar, la que legitima unas autonomías que han impedido el cultivo del espíritu nacional, y por lo tanto han dejado huérfana a España del verdadero patriotismo?

Las autonomías nos han arruinado, dividido, desvitalizado y envilecido. Por lo tanto, pretender una reforma constitucional para abundar aún más en esas autonomías, me parecería, más que una broma de mal gusto, un insulto a la inteligencia.

Si la vigente Constitución está plagada de contradicciones entre textos de la misma ley y de ambigüedades en las que incurrieron tras el consenso sus propios coautores, no quiero imaginarme hacia donde puede dirigirnos el pacto para su reforma, si de lo que se trata es conformar a los separatistas catalanes y vascos, y a seguir sosteniendo los 17 parlamentos autónomos u oficinas de colocación de los partidos, y en algunos casos academias del separatismo.

Si a esto añadimos, que el pacto para la reforma de la Constitución tiene como principales protagonistas a Rajoy y a Sánchez, convendrán conmigo, el cariz que adquiere la farsa puesta en escena, cuando por una parte tenemos al personaje más traidor y cobarde de la Historia de España residente en la Moncloa, y por otra, al alumno de Zapatero que llamó públicamente “indecente” al primero.

Por eso te pregunto, Albert Rivera, porque ante este dramático panorama, miles y miles de españoles que de verdad vimos desde hace muchos años que estábamos siendo víctimas de una gran mentira, y hartos de tanto despropósito, queremos que nos expliques en que consiste la reforma de la Constitución que propones, y que piensas hacer con las autonomías.

No olvides que los españoles decentes, hartos de ser ninguneados y excluidos de toda razón por su honradez, su integridad y su honestidad, y como sector que con sus impuestos contribuye a la vertebración de la nación, tienen derecho a saber que piensas sobre las autonomías, y si consideras que éstas deben seguir recogidas y legitimadas por la “nueva Constitución” que pretendes sacar adelante, o si por el contrario deben desaparecer.

Si aspiras a presidir la nación, Albert, no basta con la imagen. Tampoco es suficiente con decir que la Constitución debe ser entablillada para curarle los achaques. Queremos que te mojes algo más. La reforma que propones es necesaria, sí, pero, ¿con que grado de profundidad? ¿Y las autonomías?, porque entenderás, que si lo que necesita España es poder cultivar el espíritu nacional, y en tu propuesta para la reforma de la Constitución no recoges ni nos dices con claridad, que las autonomías deben desaparecer, entonces, entenderemos que pretendes un ligero maquillaje de la Carta Magna, para que todo continúe prácticamente igual. Y si toda tu reforma es, para que todo continúe igual, o incluso peor, entonces, ahórrate tu verborrea.

Reformar una Constitución que ahora mismo nadie respeta ni obedece, sin que esa reforma sirva para estimular y fortalecer el espíritu nacional, cuando llevamos casi cuatro décadas excluyéndolo en las aulas como virtud, es tremendamente absurdo. La reforma tiene que ser profunda y valiente, sobre todo, para acabar con esas autonomías que nos asfixian económicamente, nos dividen, nos alejan, y finalmente nos enfrentan.