(Foto El País)

Por José L. Román.- Las parábolas, las fábulas y los cuentos son siempre excelentes técnicas para explicar, enseñar, y transmitir ideas. En España, con un idioma tan rico y tanta Historia de la que aprender, han sido los refranes, dichos, máximas, adagios, aforismos, proverbios, sentencias, y multitud de locuciones y expresiones al uso, lo que ha marcado siempre una manera muy peculiar de enseñar, pues la mayoría de ellos encierran sobre todo alguna advertencia de tipo moral. Sin embargo, nada de lo recogido en ese gran abanico de interpretaciones ha servido para invertir la tendencia que durante todos estos años de decadencia moral, nos ha precipitado al abismo.

Todavía hay quien se pregunta cómo hemos llegado a la situación actual en lo político, en lo económico y en lo social, sin que hayamos reaccionado como pueblo ¿Qué nos ha ocurrido?
La fábula de Olivier Clerc, escritor y filósofo francés: “La rana que no sabía que estaba hervida”, muestra cómo un deterioro inducido lentamente, puede pasar totalmente inadvertido sin provocar ningún tipo de reacción.

Pues bien, algo similar explicaría cómo los españoles hemos sido víctimas de un sistema político, que dirigido por una banda de golfos de diversos colores nos ha conducido hasta el lamentable capítulo que se vive hoy en Cataluña.

El señor Suárez, con su coro de personajes salidos de las entrañas del franquismo y secundados por partidos políticos, sindicatos y medios informativos, pusieron en marcha toda la maquinaria de propaganda hasta lograr meter a los españoles en un enorme caldero de agua bajo el nombre de democracia, al calor de una Constitución que lentamente nos fue produciendo una suave y agradable sensación. Ellos, los que tenían como fin un lugar en la ubre del Tesoro nacional, pusieron a bailar alrededor del caldero a sus palmeros y paniaguados, advirtiéndoles de que como recompensa los colocarían de por vida en multitud de chiringuitos creados por esas 17 autonomías políticas u oficinas de colocación, que no han sido otra cosa, como en el caso de Cataluña, que antesala de su plan independentista.

En el agua del caldero nadamos los votantes por un día y contribuyentes de por vida, que somos en definitiva, los que mantenemos con nuestro trabajo, esfuerzo y sacrificio a través de infinidad de impuestos, a toda esta caterva de vividores, pesebristas y chupópteros, que fieles a sus promotores respaldaron primero las autonomías, y ahora la independencia.

Con el paso de los años y nadando tranquilamente en el caldero democrático, nos hemos creado un falso clima de bienestar; y ahora, cuando estamos al borde de la cocción total porque el agua ha ido subiendo de temperatura, evitamos escapar de la realidad para eludir los problemas y la resolución de los mismos. Al llegar a este punto crítico, y faltos de capacidad de reacción por la somnolencia lenta a la que nos han sometido, entonces, buscamos un culpable fácil a quien señalar sin mirarnos el ombligo. Nos enojamos y arremetemos contra los que nos refrescan la memoria y nos recuerdan aquellos avisos y consejos desaprovechados, mientras el agua subía de temperatura y las consecuencias negativas siguen su curso a pasos agigantados, pero claro, el esfuerzo que requiere controlar la situación y remontarla es tan grande, que nos derrumbamos con riesgo de acabar hervidos como la rana de la fábula.

Nos han ido preparando psicológicamente para aceptar condiciones decadentes en todos los órdenes. El bombardeo permanente de lo “políticamente correcto” por parte de los medios informativos –principales responsables y pieza clave en este desastre nacional-, nos ha lobotomizado de tal manera, que ya no podemos dar sentido a las cosas ni llamarlas por su nombre sin ser perseguidos por toda esa enorme marea de “colocados” cuyo único “modus vivendi” ha sido y son las autonomías, y que como en el caso de Cataluña la fidelidad hacia sus “amos” los lleva a cumplir con el próximo encargo de salir a la calle para pedir la independencia.

Así que, si nos sentimos engañados, timados, estafados, burlados y decepcionados por esta banda de traidores, no esperemos a que nos pase lo que a la rana de la fábula, demos el salto y salgamos de la cazuela con las pocas fuerzas que nos queden, antes de que sea demasiado tarde.

Soy consciente del hastío, abatimiento, desgana, desinterés, indiferencia, repugnancia; nos hemos sentido fracasados ante proyectos que no tuvieron éxito. Pero cuidado, ellos, los que viven de la política junto a sus palmeros y enchufados varios, conscientes del hartazgo del pueblo trabajador, están lanzando una campaña contra el independentismo catalán con mensajes españolistas y patrioteros bajo el paraguas del “patriotismo constitucional”, como si ellos, que han estado pactando con los secesionistas desde 1982, no hubiesen tenido nada que ver con la vitaminosis del monstruo que nos acecha.

Intentan movilizar a los españoles para que reaccionen ante la inminente celebración del referéndum ilegal, pero ni una sola palabra de cual sería la solución fulminante, ni que el origen principal de todo el problema son esos 17 tumores malignos llamados autonomías que urge extirpar, por ser, como se ha demostrado en Cataluña, el germen de ese independentismo que socialistas y populares alimentaron cuando se abrazaban con los que ahora se declaran abiertamente secesionistas.