Cartas desde Colombia: Colombianos, Venezuela nos necesita
Carlos Arturo Calderón Muñoz.- Muchos presidentes colombianos que visitaron los puntos más apartados de los llanos orientales desde la introducción de la radio hasta el gobierno de Turbay Ayala (1978 – 1982), fueron recibidos por niños que entonaban Gloria al Bravo Pueblo, el himno nacional de la hermana Venezuela. No era un acto de protesta antigubernamental, lo que sucedía es que a esas apartadas regiones sólo llegaba la señal de emisoras venezolanas, por ese motivo los niños nunca habían escuchado el himno colombiano y en su inocencia entonaban la letra de Vicente Salias para honrar al mandatario que les visitaba. Sólo fue hasta el gobierno de Betancur (1982 – 1986) que se fortalecieron las televisiones regionales en esos territorios, pudiendo corregirse el error.
El 16 de junio de 2015 Donald J. Trump lanzaba su candidatura presidencial, usando como su más polémico caballo de batalla la construcción de un muro en la frontera con la hermana república de México. Este anuncio desató el paroxismo de una profunda doble moral que manejamos los hispanos como defecto cultural. El acto de reafirmación nacional de Trump no pudo ser visto de otra forma que como una expresión de racismo xenofóbico, ese que es tan propio de los pálidos residentes de Norteamérica y Europa que rodean sus países con cercas y humillan a los extranjeros de menor condición económica.
En ese junio no nos acordamos que México tiene severas políticas de deportación y castigo para los hermanos de Honduras, Guatemala, Salvador, Cuba y tantos otros que intentan cruzar su territorio para llegar a U.S.A o para quedarse en tierras manitas. Además, en 2014 aprobaron asignaciones presupuestales para construir un muro en la frontera sur con los guatemaltecos, aunque todavía no lo hacen.
La tremenda crisis a la que el chavismo ha llevado a la república bolivariana ha causado un tsunami migratorio que empieza a saturar al territorio nacional. Aunque la mayoría de los colombianos han sido muy solidarios y el gobierno nacional a puesto en funcionamiento mecanismos de ayuda, cada vez es más creciente el “Trumpismo” segregacionista de múltiples capas de la población que resienten la llegada de venezolanos y piden su expulsión. Aquellos que se rasgan las vestiduras por los vetos del republicano o las vallas de Orban, para proteger sus naciones de pueblos totalmente antagónicos con su genética y cultura, no dudan en rechazar a sus hermanos en necesidad.
En la tierra del olvido cada vez son menos los que agradecen todo lo que el pueblo venezolano nos ha ayudado. Las anécdotas de himnos errados son sólo una pequeña muestra de lo importante que ha sido Venezuela en la vida de millones de compatriotas. A mediados del siglo XX se empezaron a dar las oleadas migratorias de colombianos en busca de una mejor vida o mejor aún, en busca de salvar sus vidas.
En los 50, colombianos de las regiones orientales huían en masa para salvarse de la violencia bipartidista. En los 70 y 80 la bonanza petrolera llevó a cientos de miles a ganarse el pan que la crisis económica local les negaba, en los 90 y el inicio de este milenio muchos miles más huyeron de los conflictos entre guerrilla, paramilitares y Estado. Para 1981 la población colombiana ya superaba el medio millón de personas. El flujo colombiano reconfiguró la demografía extranjera en Venezuela; en 1971 los colombianos representaban el 30.2% de la población extranjera en el vecino país, en 1990 ya eran el 51.79%. Hoy, dependiendo quien haga la estadística, la cifra está entre el 70% y el 85%.
Durante décadas Venezuela ha estado, junto a los Estados Unidos y la madre España, en el top 3 de los destinos de emigrantes colombianos. En 2009 recibía al 20% de los emigrantes de este país. En 2012 unos 200.000 residentes colombianos enviaban 498 millones de dólares en remesas desde Venezuela. Según la ACNUR, en 2014 Venezuela era hogar de 204.259 colombianos con necesidad de protección, es decir, desplazados por la violencia. Las regiones fronterizas no sólo escuchaban la radio de Venezuela de forma casi exclusiva, también veían su televisión, usaban sus servicios públicos, sanitarios y los productos consumidos tenían una procedencia venezolana de mínimo el 62%. El contrabando está tan arraigado en las regiones fronterizas que los ciudadanos de a pie no lo ven como un delito sino como simple comercio; los pocos que lo reconocen como una actividad poco legal se lo toman con una actitud jovial, como si fuera una travesura, basta con escuchar las canciones del maestro Escalona al respecto.
El gobierno de Hugo Chávez envió ayuda constante durante años para aplacar las necesidades de los wayuu y su sucesor, el presidente Maduro, ha permitido que miles de estos indígenas puedan recibir alimentos subsidiados al mismo precio que si los compraran en Venezuela, acciones realizadas para combatir la crónica desnutrición de esta etnia. A eso hay que añadirle las toneladas de ayuda que llegan cada vez que nuestras torrenciales lluvias causan estragos en el país. Es cierto que el socialismo del siglo XXI tiene intereses políticos al realizar ese tipo de gestos, pero no por eso dejan de tener efectos reales en el bienestar de miles de colombianos que desde Bolívar para acá han sido ignorados por un gobierno que hasta hace poco no sabía que pasaba fuera de Bogotá.
La inflación de Venezuela para este año será de 720%, en 2016 la tasa de homicidios subió a 70.1 por cada 100.000 habitantes. En el ranking de educación de 2014 ocupa el puesto 173, en el de competitividad el 131. La gente está cazando animales callejeros o robando los de los zoológicos para poder comer. Ante estas cifras que tan pródigamente nos regalan a diario en los medios, hay que recordar que entre 1946 y 1965 este país, que sólo tenía 13 millones de habitantes, sufrió más de 300.000 muertes por efectos de la guerra. Eso dio inició a un conflicto a gran escala que causó más de seis millones de desplazados hasta nuestros días. En 1991 teníamos una tasa de 79 muertos por cada 100.000 habitantes y nos mantuvimos por encima de 60 durante la década. La tasa de pobreza en las áreas urbanas en 1978 era de 79% y en 1999 de 55%, en los territorios rurales fue de 94% y 79% respectivamente. En 1978 el 45% de la población vivía en condiciones de miseria. En 1985 el índice de necesidades básicas insatisfechas (NBI) era del 45.6% a nivel nacional. Colombia lleva casi 7 décadas superando todas las condiciones de su tercermundismo y cada una de las grandes oleadas de migración hacía Venezuela han sido impulsadas por la necesidad de escapar de la pobreza extrema o la muerte.
A pesar de todo Venezuela siempre ha estado disponible como una luz de esperanza para millones de almas nacionales. Ha habido casos de xenofobia, racismo y discriminación como en todas partes, pero en términos generales mis connacionales han obtenido grandes beneficios. Y ya que me dio por usar palabras de la jerga moderna es necesario aclarar conceptos básicos. Los humanos somos una especie como cualquier otra y nuestras sociedades son los nichos biológicos en los que nos desarrollamos. Cualquier persona con un mínimo de conocimiento de ciencias naturales sabe que la introducción de nuevas especies en un nicho biológico establecido tendrá consecuencias que podrían transformar dramáticamente la forma de vida de las criaturas nativas, incluso exterminándolas.
Entre más homogénea sea la nueva especie con respecto a las ya establecidas, será más fácil la adaptación al medio sin que haya agentes damnificados. Podemos sacar un lobo de su manada y ponerlo en el territorio de otra, puede ser asesinado por el grupo establecido, pero tendrá grandes posibilidades de adaptarse y formar parte de una nueva manada. Sin embargo, si lo ponemos en un corral lleno de ovejas es posible que no tenga muchas ganas de integrarse y las ovejas se vean extinguidas.
Por lo tanto cuando se reciben nuevos humanos en una sociedad, debe asegurarse que estos sean compatibles con el lugar al que llegan ¿Y a qué no adivinan? Los venezolanos son de la misma genética, religión y costumbres que los colombianos; compartimos una historia común, valores semejantes y cosmovisiones totalmente compatibles. Obviamente la cantidad en la que están llegando ha saturado los sistemas de salud en la costa atlántica y generado excesos de población en otras partes del país, como en Bogotá que ha recibido a la mitad de los venezolanos de la más reciente ola migratoria. Sin embargo, estos no vienen en nombre de un dios ajeno a destruir la cultura local, no pretenden que les regalen nada, de hecho, se están insertando en los mercados laborales como pueden; desde ingenieros de petróleos hasta vendedores de arepas en las calles. La mayoría casi absoluta de los venezolanos en este país tiene un mismo deseo… volver a su amada patria.
El tener estos conceptos claros les permite a los lectores europeos de este artículo establecer las obvias diferencias entre refugiados e invasores. A España le están llegando millones de personas de razas diferentes que se reproducen muchas veces por encima de la autóctona, mayoritariamente son de una religión que odia la de ustedes y ve su realización en exterminar la cruz, gente que no quiere trabajar, que demanda que les regalen todo y que ni por el carajo van a volver a sus países, no son estúpidos, ¿Por qué abandonarían el lugar donde los tratan tan bien? Sin embargo, al mismo tiempo, en España hay más de 40.000 nacionales sin hogar y aproximadamente 1.500.000 de familias habitan infraviviendas, el 22.3% de la población está en el umbral de la pobreza. Según las súper maquilladas estadísticas de Rajoy la tasa de desempleo ronda el 18%, esa cifra es peor que la de Colombia, eso debería alarmarlos.
Cuando socorren a quienes entran a la fuerza golpeando a los de la guardia civil, por efectos del sentimiento de culpa que les inculca la tele, le están quitando la comida a sus compatriotas para regalársela a los que serán los verdugos de sus hijos. Ayudar a todos esos españoles caídos en desgracia es lo mismo a que aquí ayudemos a los hermanos venezolanos, estamos apoyando a nuestra familia. Cualquiera podrá contraargumentar mi posición afirmando que promuevo apoyar a los inmigrantes venezolanos porque soy algún chico de élite que no sufre las consecuencias directamente. La verdad yo, en este punto de mi vida, pertenezco a las clases bajas de la sociedad colombiana, cuando empecé a escribir para AD trabajaba como vendedor ambulante en los semáforos de Ibagué, actualmente no puedo pagarme el sistema de salud y ya no recuerdo la cantidad de veces que me he defendido con tambos, destornilladores o mis manos de la delincuencia.
En el pensamiento de consumo del occidente actual lo siguiente puede parecer arcaico, pero en mi mente las familias no se rompen. No se abandona a los viejos a su suerte para darse una vida de lujos en una ciudad decadente. Las tribus crecen y se expanden haciendo de los sacrificios de los antepasados el porvenir de los sucesores. A la familia, a la tribu, no se le traiciona, se trabaja hasta la última gota para que la vida de todos mejore. Como colombiano, decirles a los habitantes de Venezuela que se jodan, sería lo mismo que hacerlo con ecuatorianos, costarricenses o argentinos. Seria comprar mi futuro a base de dejar morir a un hermano, eso no se hace.
Estoy convencido de que podremos lograr un siglo dorado para la hispanidad, que salvaremos a los catalanes de ser sometidos al genocidio que significaría la secesión, liberaremos a Venezuela del marxismo y a Colombia del yugo neoliberal. Estoy convencido de que se puede reestablecer un sistema de prosperidad humana y espiritual a lo largo de los territorios tocados por los hijos de Hispania. Para esto es necesario reencontrarnos con nosotros mismos, conocer nuestra sangre y defenderla de los que la quieren exterminar.
Las elecciones legislativas y presidenciales de Colombia serán el próximo año, la propaganda de la derecha más rancia ya empieza a utilizar la crisis venezolana como una herramienta para obtener votos. En 2015, cuando Maduro cerró la frontera alegando que así protegería a su país de la criminalidad colombiana, un 61% de los venezolanos, según las encuestas oficiales, aprobó la medida. La propaganda de la izquierda marxista ha logrado hacer que muchos de los venezolanos nos vean como sus enemigos; no les sorprenda que si los cálculos electorales lo permiten, esta incipiente ola de recelo contra Venezuela pueda ser transformada en un poderosos discurso de odio contra nuestra propia sangre. Desde el imperio español hasta nuestros días las intrigas de la geopolítica internacional han enfrentado a nuestras naciones, haciendo que cada vez fueran más pequeñas y bananeras, nos han privado de la prosperidad a base de dividirnos y hacer que nos peleemos con odio.
No van a lograr que odie a mis hermanos, de hacerlo me odiaría a mí mismo y sería presa fácil, casi como si me suicidara. No quiero que nuestra herencia desparezca, no me da la gana regalarle América al globalismo, ya sea en su faceta de libre mercado o de comunismo totalitario, mucho menos pienso regalarle España al islam. No pienso ser exterminado sin pelear, mucho menos les facilitaré el trabajo peleando contra mis hermanos en vez unirlos para combatir a las hordas que nos destrozan.
*Desde Colombia, en la América Hispana.
Al final La Hispanidad es la gran atacada…
La hispanidad es mora y algo más.
Estimado corresponsal, tiene usted más razón que un santo. El ejemplo del lobo es palmariamente claro, pero no diga usted eso en Europa, que le encausan por delitos de odio y exaltación de la xenofobia. Una cosa es un verdadero refugiado, como los venezolanos en Colombia actualmente, cuyo único sueño es regresar a su país una vez las cosas se calmen, y otra es un chupasangres como los que nos vienen cada día, que no contentos con vivir mejor que muchos autotóctonos, maquinan para destruir la tierra y civilización que los acoge. Señores (y señoras), una cosa está muy clara:… Leer más »