A este paso la primera fase va a ser para España una continuación de la preparación. Buena noticia para la selección, mala para las audiencias, pues está resolviendo los partidos en el primer cuarto, y pésima para los rivales, impotentes para detener el caudal ofensivo y el afán defensivo de los de Scariolo. La República Checa, como era de esperar, se dio de bruces contra el muro rojo y salió mal parada.

Sólo aguantó el tirón los primeros dos minutos (7-5) gracias a la inspiración de Kriz, que con siete puntos permitió mantener la autoestima a los suyos. Pero esa inyección no llegó a atravesar la piel de los españoles, dura como el granito. Pau primero y Ricky después se encargaron devolver a los checos a la tierra. En realidad los enterraron en el subsuelo.

El nuevo base de los Jazz se pegó como un adhesivo a Satoransky para anularlo y demostró además que no es tan mal tirador como muchos dicen cuando tiene tiempo de armar el brazo. En el minuto siete llevaba 14 puntos (dos triples incluidos), más que todo su rival (11-23).

Y cuando Scariolo le sentó para dar entrada a Sergio Rodríguez, fue Pau Gasol quien continuó con el recital. Estaba claro que los checos, cuyo techo apenas alcanza los 2,06 m, iban a tener poco que rascar en la zona, y el de los Spurs fue el primer en dejarles en evidencia. Jugueteó con ellos como niños bajo el aro y aumentó aún más la diferencia (14-29, min 8).

Hasta entonces España había firmado un partido perfecto, un adjetivo que se ajusta a la realidad en este caso, pues llevaba a esas alturas de partido 9/9 tiros de campo, con 7/7 tiros de dos, 2/2 triples y 9/9 tiros libres. Una eficacia perfecta durante 8.31 que le permitió sentenciar el partido.

Con la entrada de la segunda unidad llegaron los primeros fallos, pero no cesó la intensidad y España aumentó su ventaja al final del primer acto (14-33, min 10). Las comparaciones, ya entonces, empezaban a ser odiosas. Ricky (14) y Pau (13) llevaban más puntos ellos solos que toda Chequia. La diferencia en valoración de equipo era de 5-52 y en rebotes, de 13-2. Definitivamente no había partido.

En el segundo acto, con los menos habituales en cancha, la diferencia se estabilizó. Pero con la salida de Pau, incontenible toda la tarde, pegó un nuevo subidón. Nueve puntos suyos con triple incluido pusieron a España en órbita (18-49, min 18). Y San Emeterio primero y Navarro con un triple sobre la bocina desde nueve metros, como en los viejos tiempos, establecieron la máxima renta (23-56, min 20).

Pau se marchaba a los vestuarios con 22 puntos, casi tantos como toda Chequia (23), cinco rebotes, un tapón y 28 de valoración. Entre todos sus rivales sumaban sólo 11 (87-11). Si de un juicio se tratase, a la vista de la crudeza de estos datos, el fiscal hubiese soltado aquello de “No hay más preguntas, señoría”.

En un combate de boxeo, Ronen Ginzburg, técnico checo, hubiese lanzado a la cancha una tras otra las 12 toallas de sus pupilos para que los árbitros detuviesen el combate, pero no pudo hacerlo y el castigo para los suyos en la segunda parte fue monumental. Un martirio en toda regla.

España, con la segunda unidad casi todo ese tiempo en pista, fue engordando la diferencia sin bajar el pistón. Pudo probar incluso una defensa zonal, y sirvió para establecer su máxima renta (33-74, min 29), y para que Ricky estableciese su mejor marca anotadora con la selección con 17 puntos. La anterior eran los 16 que anotó en el Europeo de Eslovenia 2013 ante Georgia.

También sirvió para que Juancho demostrase su poderío físico con un mate estratosférico y una combatividad a prueba de bombas que le lleva a tirarse al suelo y a a disputar todos los balones, por muy increible que parezca capturarlos. Tal vez él, el más joven del equipo, sea quien encarne mejor que nadie la ambición y voracidad de esta selección que ha entrado en el Europeo a ritmo de crucero. Por ahora, hasta que se enfrenten con Croacia por el primer puesto, no se adivinan curvas en el camino.