Por Laureano Benítez Grande-Caballero.- Madrid aguarda expectante el magno acontecimiento con el que cada año nos obsequia el obsesivo lobby LGTBI, que este año tiene el añadido majestuoso de que la fiesta de la homosexualia será de ámbito mundial. Vamos, lo que se llama todo un «World Pride».

No sé muy bien cómo explicarles hasta dónde estoy ante esta voraz propaganda de las Kabalgatas orgullosas, pero es algo que se podrán imaginar. Faltan pocos días hasta la bakanal que convertirá nuestra capital en una franquicia de Sodoma, y ya están las pinturas de guerra del arco iris por doquier.

Esta mañana, sin ir más lejos, al abrir la página web de un diario deportivo, me encontré esos colorines de marras en la cabecera, como saludándome, como recordándome fatídicamente lo que tendremos que aguantar en las calles de nuestra ciudad en unas próximas calendas. Entre los orgullosos y el Ramadán de la musulmanía, supongo que no cabrán en sí de gozo los podemitas y toda la progresía de esta desgraciada ciudad, desde la que hace mucho tiempo que no se va al cielo, sino a otro sitio de cuyo nombre no quiero acordarme.

Pero, ¿qué pintan en una página deportiva los colores del LGTBI, pregunto yo? Pregunta estúpida, lo confieso, porque España y, en general, todos los países que pertenecen a lo que fue la civilización occidental están empapelados con arcoíris, grafiteados hasta el tuétano con los símbolos de los orgullosos esos, que tanto orgullo sienten por su condición, que nos la quieren imponer al resto de los mortales para que disfrutemos también de ella.

Pues ese periódico deportivo pertenece a una empresa que, como la mayoría de las que se dedican a la comunicación en nuestro país, está completamente engolfada con el NOM, hasta el punto de que su presidente es el representante del club Bilderberg para España. Casi nada.

Mas eso no es todo, ya que un rato después entré en Facebook, y más de lo mismo. Rápidamente, accedí al portal principal de Google, y, ¡bingo!: ahí estaba ondeando la bandera susodicha. Claro, estas dos empresas pertenecen al «top ten» de corporaciones totalmente volcadas con el NOM.

Para mí, que esta ominosa propaganda que se cuela en todos los entresijos de tu vida sin permiso viola los derechos humanos, al igual que el despliegue de enormes banderas arcoirisadas en lugares públicos, pues se supone que hay una gran masa de gente que no está de acuerdo con ese espectáculo, que además financiamos con nuestros impuestos. Si esta impresentable chusma roja pretende organizar bautizos y comuniones civiles, y belenes laicos, pues podrían inventarse un orgullo gay sin Kabalgatas, sin banderolas, guirnaldas y gallardetes, sin dar la tabarra durante una semana a los madrileños que no comulgan con estos akelarres. Y luego van y dicen que no ponen belenes en el Ayuntamiento porque no todos los madrileños somos católicos. O sea: al desplegar los símbolos LGTBI en lugares públicos, eso quiere decir que todos los madrileños somos del ramo orgulloso.

Y, con ánimo de molestar, ¿por qué no exigimos de una vez los católicos madrileños ?la inmensa mayoría de la población? que las corporacione que nos representan pongan símbolos cristianos en sus edificios públicos durante nuestras festividades?

O sea, que nos bombardean impunemente con la propaganda arcoirisada, pues saben que tragaremos con ella, como consentimos casi todo lo que nos quiera hacer el NOM. Entonces, ¿por qué no reclamamos los católicos que los portales de internet pongan en Navidad un niño Jesús como símbolo? ¿Por qué no exigimos que en Semana Santa pongan como logotipo una cruz? Si a los heteros nos machacan con LGTBI, pues también podríamos los católicos machacar a los ateos con nuestra propaganda, siguiendo esa regla de tres.

También hay chusma que se queja de las procesiones de la Semana Santa, alegando que molestan a la gente que no se siente representada en ellas debido a su ateísmo. Pues blanco y en botella: lo mismo cabe decir de las Kabalgatas orgullosas, pero con el agravante de que en España hay solamente 4 millones de homosexuales, mientras que más de 70% de la población se confiesa católica.

Así que, ojo al dato. Por si esto fuera poco, semana Santa es una tradición cultural española que cuenta con siglos de antigüedad, mientras que los «World Prides» son un invento de las élites globalistas, que pretende imponer los principios del LGTBI para reducir la población mundial, ya que esto les ayudaría sobremanera a implementar su despótico gobierno mundial. Aparte, estos principios socavan la identidad familiar y la identidad sexual de los individuos, y ya se sabe que los individuos faltos de identidad están a un paso de la inseguridad que les convertirá en carne de cañón para el NOM, que medra en el caos, en la disolución de los valores, en la destrucción de las entidades que proporcionaban seguridad a los ciudadanos, pues ese caos permite a las élites globalistas erigirse como los salvadores, los redentores, los que nos garantizarán la seguridad perdida con su dictadura tecnocrática.

Y todavía pretenden hacerse pasar por un colectivo marginado y discriminado, cuando los gobernantes vendidos al globalismo ?de derecha, centro o izquierda, que de todo hay en laviña del LGTBI? les bailan la conga entusiásticamente en sus aquelarres. En la Comunidad de Madrid ?gobernada por el PP, para más INRI? se da el caso de que los transexuales viajan gratis en el transporte público, mientras que hay familias numerosas con muy pocos recursos que no tienen ese privilegio.

Bondad graciosa, que el LGTBI ejerza una ominosa dictadura a nivel mundial, amenazando al heteropatriarcado como si fuera su enemigo, y que luego encima se queje y necesite mostrar su orgullo con colorines, contoneos, y actos kulturales. A este paso, dentro de poco los que tendremos que salir en Kabalgatas seremos los heteros, a mostrar al mundo nuestro orgullo de serlo, y de paso protestar contra nuestra marginación y discriminación. Este odio a lo hetero ya lo explicaba muy bien aquel graffiti terrorífico, que decía: «Hetero muerto, abono pa mi huerto». Hay incluso hay alguna lesbiana que sugiere abortar a los fetos cuando se confirme que son masculinos (sic).

Mas eso no es todo, ya que es muy probable que durante los festejos del «World Pride» se produzcan las consabidas escenas de profanaciones de edificios religiosos, quizá por aquello que dijo la blasfema Rita «la quemaora»: «Sacad vuestros rosarios de nuestros ovarios», o «Contra el Vaticano, poder clitoriano». Frases cuyo satanismo palidece ante esta otra, que no digo que sea la madre de todas las frases blasfemas porque se refiere precisamente a los abortos: «Os beberéis la sangre de nuestros abortos». Y yo me pregunto: quien escribió esa frase luciferina, ¿desfilará en la kabalgata subvencionada con nuestros impuestos?

Hace poco, un sacerdote de una céntrica parroquia madrileña me comentaba que, en la semana de akelarre orgulloso, se ponía en la puerta de la iglesia y se liaba a palo limpio con los gays orgullosos que intentaban entrar en el templo para profanarlo. ¿Estarán también orgullosos de sus blasfemias? ¿Se sentirán orgullosas Carmena y la Cifuentes ante estos hechos?

Sí, ¿para cuándo una protesta general en Madrid que exija la retirada de los símbolos del LGTBI de los edificios que nos representan a todos los madrileños?

Sin embargo, lo peor de toda esa parafernalia es que, aunque sin Kabalgatas, el orgullo gay éste no dura solamente una semana fatídica, sino que la tiranía del LGTBI se extiende a lo largo de todo el resto del año. En los centros de enseñanza, ya tenemos historias sobre principitas y princesitos, y otras historias LGTBI que pretenden imponer obligatoriamente, sin respetar el derecho a la libertad de educación que reconoce nuestra Constitución, mancillada por la dictadura del pensamiento único, una ideología que considera delito que alguien diga que los niños tienen pene y las niñas vulva.

Y, ¿qué decir de la omnipresencia de historias arcoirisadas en los «reality shows», en películas, en obras de teatro, en toda clase de actos culturales, y en las series de televisión, donde es prácticamente imposible encontrar una que no incluya relatos LGTBI?

Miembros de Ciudadanos en el desfile del Orgullo Gay.

El mismo día que escribía este artículo, fui a ver una obra de teatro cuyo argumento, ya de entrada, me resultaba ambiguamente sospechoso. Pues muy intuición no me engañó, porque resulta que la representación tratada de una novia que, nada más casarse, reconoce su lesbianismo ante sus amigas. Para más INRI, en la obra solamente intervenía un personaje masculino, que al final también resulta ser homosexual. Toma ya.

Luego tenemos en algunos semáforos parejitas del mismo sexo con corazoncitos, bancos pintados con los colores arcoiris en Valencia, al igual que algunos pasos cebra de varias ciudades españolas…

Todo esto, más que una manifestación de orgullo o de protesta de un colectivo marginado, es más bien la manifestación de un lavado de cerebro con la que se quiere hacer una publicidad abusiva del LGTBI, una campaña de propaganda que persigue ?de acuerdo con los intereses del NOM? sumar a sus filas a las nuevas generaciones.

Hay una famosa película ?que no he visto, claro está? del homosexual Pier Paolo Passolini, titulada «Saló, o los 120 días de Sodoma». Aquí somos más radicales, ya que podríamos crear la siguiente película ?que podría dirigir el mismo Almodóvar, mira por dónde?: «Madrid, o los 365 días de Sodoma».

Como dijo aquél, es una película de cuyo nombre no puedo acordarme: «Señoras y señores: estoy muy harto, y no puedo soportarlo más».