Cartel de la conferencia de Pedro Varela en Málaga. Si busca el lugar y la hora, no los encontrará.

AR.- El problema del identitarismo en España es no contar con una base humana adecuada, lo que hace casi imposible que la gente de fuera pueda sentirse atraída por los grupos que ahora existen. Gestionar es más “hacer” que “estar”. Si lo que se ha hecho hasta ahora no ha servido para que estos grupos amplíen su base electoral, ¿no sería entonces el momento de preguntarnos en qué nos hemos equivocado, tanto en el fondo como en la forma?

Lo que les voy a contar ha tenido lugar en Málaga este fin de semana y por desgracia ha girado en torno a la figura de Pedro Varela Geiss. No descubro nada nuevo al describir a Varela como uno de los intelectuales más solventes que han logrado sobrevivir en este río revuelto de la dictadura del pensamiento único. Por esa razón ha sido tan perseguido judicialmente.

Su delito: discrepar de la versión oficial y tener sus propias opiniones, tras años de investigación y estudios, acerca de los hechos acontecidos en los territorios ocupados por los alemanes durante la II guerra mundial. El arma del delito: los libros que se apilaban en su librería de la calle Séneca de Barcelona, en el barrio de Gràcia, y que llevan la firma de autores patriotas que han sido severamente estigmatizados por atreverse a contrapuntar el punto de vista hoollywoodiense sobre aquel período. Hasta sus más feroces detractores mediáticos; es decir, casi todos, reconocen en él virtudes ciclópeas que están en peligro de extinción. Es austero, políglota, amante de los deportes de montaña, posee una sobresaliente cultura, desprecia el dinero, vive en la casa familiar, ha optado por la castidad, es cristiano practicante y ha clavado una bandera en una trinchera donde pone: “Me quedó aquí, es mi decisión, venid a por mí”.

Durante una de sus intervenciones en el programa “La ratonera”, dijo: “Aquí estoy. Si la gente no tuviese interés por saber lo que pasó en el Tercer Reich yo ya habría cerrado. Donde hay demanda, hay mercado y donde hay mercado hay producción. ¿Qué van a hacer conmigo? ¿Enviarme a Marte? ¿Meterme en un psiquiátrico? Después de toda una vida no puedo decir ahora: “vale, me creo lo del holocausto”.

Varela es una de las principales víctimas reconocibles del sistema, como bien apuntó Llopart: “El Régimen democrático ha cambiado leyes, ha creado organismos específicos dirigidos por comisarios políticos, a los que sólo les mueve el odio, para actuar contra editoriales que aportan luz ante el oscuro túnel de las ideas impuestas”.

Usar el poder judicial para destruir a un enemigo indefenso de forma impune, es la forma más rastrera de ejercer la profesión un servidor de la Ley. Eso es lo que hicieron los órganos jurisdiccionales catalanes al ordenar el cierre de la librería Europa, en julio de 2016.

Nos preguntamos entonces si habría respondido la Justicia catalana con la misma firmeza de haber existido una librería en Barcelona encargada de difundir libros en favor del régimen estalinista, en contra de la ley de la gravedad, o en la que se difundieran textos que negaran a Dios o cuestionaran la exactitud de los textos sagrados.

Carlos Fuster, el promotor de la cosa.

Comprenderán que un personaje tan especial como Varela merece ser conocido más allá de la imagen que de él ha sido falsamente creada y alimentada. Pensé que ése y no otro era el objetivo de su conferencia en Málaga este fin de semana. Conozco a muchos malagueños que, sin beber de las ideas con las que Varela ha sido identificado, habrían querido escucharle, comprar algunos de sus libros y acaso convencerse de que no es tan fiero el león como lo pintan. Insisto, ingenuamente pensé que al propósito de que muchos malagueños conocieran de primera mano las reflexiones de Varela, respondía su conferencia en la capital de la Costa del Sol. El acto fue organizado, es un decir, en plan caseta ferial de Sevilla, por un grupito de “cuñaos” capitaneados por un tal Carlos Fuster. Me ahorro las calificaciones sobre el personaje salvo que él mismo me dé la ocasión de hacerlo en otra entrega.

El pasado jueves acusé correo electrónico del abogado, amigo íntimo de Varela y colaborador de esta casa, Ramiro Grau. Me adjuntó el cartel de la convocatoria. En él se especificaba el día, pero no la hora ni el lugar de la charla. Como entre mis escasas dotes no se encuentra la de ser adivino, le pedí al bueno de Ramiro que precisara dónde y cuándo. Tampoco él lo sabía. Aquello comenzaba a tener los trazos de una historieta del genial Ibáñez, el padre de Mortadelo y Filemón. Lo que estaba ocurriendo era igual de absurdo que recibir una invitación de boda sin especificar la iglesia del enlace ni el lugar de la celebración.

El estupor dio pronto paso a la cuchufleta un día después. Acacio Luis Friera Requena, otro amigo de Varela, me escribió invitándome a la charla “a la espera de conocer el lugar del acto”. Pese a sus intentos, no logró que ninguno de los organizadores le revelase lo que parecía un nimio detalle. Más madera. Aquello tenía ya todas las trazas de un acto de apariencia clandestina. Traer a Pedro Varela a dar una conferencia a Málaga e impedir que la gente vaya a verle era tan surreal como pretender hacer proselitismo religioso con miembros de tu misma religión. El sábado por la tarde pude hablar telefónicamente con Varela y decirle lo que pensaba del circo montado a su costa. “¿Qué sentido tiene que vengas a Málaga a dar una conferencia a los mismos que te han traído? ¿Sabes cuántas personas habrían querido escucharte? Salvo que le supongas capacidad adivinística a los malagueños, ¿por qué has permitido que utilicen tu imagen para anunciar un acto en el que no se precisa el lugar ni la hora? ¿Por qué permites que expongan tu nombre de una forma tan absurda? ¿Te imaginas a los de Podemos organizando una chapuza tan mezquina con uno de sus referentes ideológicos? ¿Crees que con gente como ésta podremos convencer a mucha gente?”. Varela soportó prudente y educadamente mi andanada y calló. Supongo que la procesión la llevaría por dentro. Quedó en informarme él mismo del escenario y horario de su conferencia. Al parecer, los organizadores del cachivache habían citado a los íntimos en una dirección del barrio de Huelín para, desde allí, trasladarse todos, en feliz comitiva, hasta el lugar de autos. Ni Pablo Escobar tomó nunca tantas precauciones al reunirse con algún contacto.

Finalmente, a las 17,20 horas de la tarde del domingo, se desveló el secreto mejor guardado. El propio Pedro Varela me envió un WhatsApp con el horario y el nombre del hotel, a escasos metros del puticlub más afamado de Málaga.

Acudí con mi amigo Ángel Gálvez, que comparte sangre con la del héroe malagueño de Pensacola. Por cosas que por prudencia hoy callo, mi presencia se limitó a saludar a Varela y departir de forma epidérmica con un par de lectores de AD. Me fui como llegué, entre cajas destempladas y sin escuchar lo que a la vista de lo vivido no merecía ser escuchado. Y bien que lo siento, Pedro, pero si ése es el modelo ético y estético al que nos aferramos para salir del ostracismo, entonces la nuestra es una tarea imposible.