El imperialismo islámico
G. González.- Los países musulmanes no esconden sus intenciones y Europa prefiere poner en riesgo la seguridad de sus ciudadanos a admitir que el expansionismo islámico es un problema real
La UNESCO, por su parte, reciente y reiteradamente ha declarado lugares históricamente preislámicos como islámicos arrebatando a la cultura cristiana valores que les pertenecen por derecho y por memoria histórica.
Mientras tanto, los medios de comunicación deshonestos mantienen oculta la vertiginosa promoción de la ideología islámica radical que condena los valores occidentales. Gran parte de religiosos y políticos europeos pretende ocultar la preocupante y triste realidad con el fin de evitar el miedo y la sensación de inseguridad.
Incluso el ex presidente Obama prefirió desviar la atención en temas como feminismo, baños para transexuales o estudios de género en lugar de centrase en la libertad y la democracia. Tampoco George W. Bush hizo nada, tras el ataque terrorista del 11-S Estados Unidos no dictaminó que Arabia Saudita fuera un estado terrorista como hizo con Irán, Irak o Corea del Norte a pesar de ser conocido que invierte 8 mil millones de dólares anuales para difusión sectaria y que se encuentra totalmente extendida la versión más misógina, sectaria, homófoba y racista del Isla: el wahabismo.
Las grandes multinacionales también pactan acuerdos comerciales con países que promueven el islamismo más radical como representan los contratos firmados por Arabia Saudí con Airbus, Thales, Dassault o FC Barcelona. Basta ya que el enriquecimiento de unos pocos sea a consecuencia de fortalecer a terroristas que asesinan a muchos inocentes. La inmunidad de un Estado debería ser la piedra angular del derecho internacional, cualquier excepción a este principio acabará en forma de represalias contra otros estados. La libertad de unos acaba donde comienza la de otros.