El Atléti repite en cuartos de final de la Champions por cuarta campaña consecutiva
El Atlético repite por cuarta campaña consecutiva en cuartos de final de la Champions, logro que hasta la llegada de Diego Pablo Simeone al banquillo solo había conseguido en otras cinco ocasiones en toda su historia. Lo certificó en un duelo extraño ante el Bayer Leverkusen, ya que el 2-4 de la ida arrojó un partido descafeinado para lo que acostumbra verse en el Vicente Calderón. No por la ausencia de goles, sino porque pareció más un duelo de primera ronda de Copa pese a que algunos de esos hinchas lucían el logo de las estrellas europeas en su manga. No fue la fiesta habitual. No se intuía el habitual partido agónico del Atlético, capaz de ilusionar y angustiar en el mismo minuto.
Había poco ambiente dentro del campo, no hubo tifo para la salida del equipo aunque sí se mantuvo la habitual pitada al himno de la Champions League, costumbre instaurada por aquella sanción por los incidentes con el Marsella. Ya no está Platini, pero esa extraña tradición no se ha perdido. Por contra, se modificaron algunos hábitos. La gente no estaba con mucha antelación dentro del estadio por lo que algunos se perdieron la primera de Volland, que asustó con un zurdazo desviado.
Durante los primeros quince minutos seguía entrenando gente en las gradas, con su entrada en la mano despistada buscando y nadie le pidió con celeridad que agacharan sus cabezas. Todo sucedía más despacio, con menos intensidad. No es que el horario continental hubiese cambiado, ni que hubiese un tráfico extraordinario para llegar a orillas del Manzanares. El ambiente era frío, pero no era una cuestión de temperatura (16 grados). No sentía el seguidor rojiblanco esa sensación de vértigo de otras veces. Poco a poco se calentó al empezar un sector a entonar los cánticos más habituales.
Carrasco era el más enchufado, completó algunos slaloms que levantaron a los hinchas y dejó solo a Correa ante Leno pero dio tiempo a que los centrales evitasen el remate y montasen una contra con Chicharito. El mexicano, pelado, vio frenado su intento por un atentísimo Giménez. El ex madridista mandó alta una buena pelota dentro del área. Era el segundo aviso alemán. Tayfun parecía creer y Simeone movía los pies emulando las jugadas de sus chicos en el césped. Vio la hinchada preocupada a su técnico y le cantó para quitarle la preocupación. Simeone sabe que no se puede menospreciar a ningún rival. En su cabeza hay miles de ejemplos y sólo así se entiende que no premiara a Torres con unos minutos.
Dos faltas en 45 minutos
Los minutos transcurrían, llegaban las noticias de los goles del Mónaco ante el City que se corearon, hasta que Correa obligó a Leno a demostrar su nivel. Primero con una buena mano izquierda en un remate a bocajarro pero sobre todo con un potente derechazo ajustado al poste que el alemán mandó a córner. Despertó del letargo el partido, aunque todos esperaban que en el entreacto sucediese algo que lo agitase por fin. «¿La música está para despertarnos no?», se preguntaba un hincha atlético al que le amodorraba la falta de emoción del duelo, en el que hubo una falta por cada equipo durante la primera mitad.
El bocadillo y ver por los marcadores los tantos recibidos por el City sacaron una sonrisa a la hinchada, que dedicó una ovación y varios cánticos a Fernando Torres cuando salió a calentar al inicio de la segunda parte. Tayfun arriesgó un poco más, mandó a los suyos adelantar metros. Tenían poco tiempo para una machada casi imposible. Por mucho que lo sucedido en el Camp Nou hace una semana entre Barcelona y PSG lo deje en nada, tres goles en 45 minutos son muchos. Y más para un Bayer, que pese a disfrutar de la posesión, no sabía aprovecharla quizá por sus numerosas bajas.
Dejaron espacios para que corriesen los locales y el duelo se volvió algo más interesante. Chicharito no llegó a un servicio desde la derecha de Bellarabi y Correa, tras una serie de regates maradonianos en el área, malgastó su cuarta opción. No se puede decir que no lo intentase el argentino, sustituido en la media hora final por Gaitán. Griezmann intentó abrir el marcador pero le faltó acierto o aire tras sus carreras. La grada se entretenía con otros asuntos, como fue premiar con una ovación a un Giménez, tapón en cada intento alemán aunque le costase una amonestación, que se tuvo que cambiar de camiseta al sangrar de la nariz – que parecía rota- tras un choque. Y entonces llegó el momento del partido, protagonizado por Jan Oblak.
El momento Oblak
El meta, cuya vida cambió hace casi justo dos años (un 17 de marzo de 2015) ante el propio conjunto teutón por la lesión de Moyá, se hizo gigante cuando una indecisión de Giménez permitió a Brandt disponer de un mano a mano. Repelió el intento del ‘19’ y los dos posteriores de Volland a bocajarro. La bola llegó a Chicharito que intentó superar al enorme arquero local con un zurdazo pero se le fue cruzado. Explotó el Calderón, se cantó el «Obli, Oblak, cada día yo te quiero más» como premio a la intervención más increíble de todas las que ha completado el esloveno en su etapa atlética. Lo repitió después en cada intento visitante, ya fuera de Wendell o Kampl.
A Simeone no le emocionó tanto ver esa parada de su portero. Decidió quitar a Carrasco y metió a Savic. Pasó Giménez a reforzar el centro del campo con clara intención de cerrar espacios al Leverkusen, que cambió de puntas buscando una remontada imposible. El partido se cerró con aficionados locales dejando el campo antes de los cinco minutos finales. Se iban con tranquilidad, casi sin mirar al dejar el vomitorio, pese a que Fernando Torres seguía calentando en la banda. «Cholo sácalo», gritó varias veces la afición mientras seguía el duelo junto al banderín tras toda la segunda parte calentando.
Y con esa sensación de trámite en todos unos octavos de final se marchó el Atlético a la ducha. A lo largo de estos años extraordinarios en la Champions con Simeone el Atlético ha transmitido que convive mejor que nadie con el sufrimiento, que parece manejarse con facilidad estando en el alambre. Esta vez, gracias a su buen partido en Alemania supo que hay otro camino, más tranquilo y hasta ahora desconocido, de pelear por la gloria. Por cuarta vez consecutiva se ve a tres rondas, cinco citas, de la ‘orejona’.
A ver si esta vez les toca, pobrecillos, yo voy con el Atleti aunque no sea más que por el mal rato que pasaron mis amigos colchoneros en Lisboa.