Se llama Giuseppe Grezzi. Dice que es ecologista y de origen italiano, pero está majareta. Siempre a bordo de dos ruedas y sin oficio conocido, pero sí beneficio, el que obtiene de la política y de la democracia. Tampoco se le conoce contribución alguna a la vertebración de su país de origen, ni optó por quedarse en Italia para contribuir por ejemplo a luchar contra la corrupción política, las mafias, la prostitución, el hambre, o ayudar en las tareas de rescate tras los devastadores terremotos. Le ha sido mucho más fácil aterrizar en España, donde por lo visto, todo argentino o italiano de su misma doctrina, tiene garantizado gracias a la democracia, un selecto y lustroso pezón en la ubre del erario público español.

En la ciudad de Valencia, desde que llegara al poder mediante pactos sin haber ganado las elecciones, “la banda de Compromis”, ya comienzan a oírse voces cada vez más sonoras, como: “¡Rita vuelve, aunque sea de concejal! O, ¡Rita resucita, Valencia te necesita!”.

La desorganización y el desastre; la inmundicia y la suciedad; la colocación de amiguetes en la ubre autonómica y local; los contratos ilegales suscritos según la prensa, por parte de los mandamales del gobierno regional; la persecución sistemática de los centros de culto católico; la ojeriza mostrada contra la fiesta de los toros; la persecución a los centros de enseñanza concertados y privados; y la reapertura “si o si” de RTVV (Canal 9), colocando al frente a una catalanista con “pedigree”, cuando la Comunidad se encuentra en quiebra técnica y subsiste gracias a los Fondos de Liquidación Autonómica (FLA), con el único fin y objetivo de utilizar ese medio de comunicación como oficina de colocación e instrumento para el adoctrinamiento de los niños y jóvenes en el odio a España y en pro de “los países catalanes”, muestran bien a las claras lo que pretenden estos sujetos, y el balance desastroso, siniestro y reprobable, de la banda conformada por estos “comprometidos con el catalanismo separatista”.

Del cúmulo de despropósitos llevados a cabo en Valencia desde que ésta banda ostenta el poder en la Comunidad, deberíamos resaltar el que sin duda señalaríamos al unísono como el más malicioso y abyecto: el caos circulatorio como resultado de los planes ideológicos y sectarios de Giuseppe Grezzi, que se pasa los informes de la Policía Local y de los técnicos del Ayuntamiento por el forro de los caprichos.

A este personaje, sin oficio pero con beneficio, se le ha puesto en los cojones restringir la libertad y el derecho de todo ciudadano, a poder utilizar y circular por el centro de la ciudad con su vehículo particular. Eso sí, deberán seguir pagando puntualmente el impuesto de circulación y todo tipo de tasas, para que el ecologista majareta emplee ese dinero en llevar a cabo su proyecto particular de hacer de Valencia la China de Mao Tse Tung.

Este impresentable y repugnante sujeto, venido de Italia a expandir aquí su odio y su veneno, trata a los ciudadanos valencianos que hemos adquirido un utilitario con esfuerzo y sacrificio, y que pagamos religiosamente nuestros impuestos, como si fuésemos temerarios terroristas.

Para este zascandil, convencido de que por el solo hecho de ser marxista y montar en bicicleta se pueden solucionar los problemas de una ciudad o de un país, no entran en juego para nada los millones de puestos de trabajo que se derivan, le guste a él o no, del sector del motor. Pero es que además, en nombre de la democracia y de su particular “ecologismo”, está conculcando y pisoteando el derecho de todo ciudadano a poder utilizar su coche o motocicleta libremente por Valencia, siempre que no infrinja la norma.

Su cerebro no da para más. Ordena construir “carriles bici” por todas partes, y a su vez, advierte a la Policía Local que permita a los ciclistas circular por los pasos de cebra y sin la obligación de utilizar únicamente esos carriles bici. Las bicicletas invaden aceras, parques y jardines, a su libre albedrio, con el consiguiente peligro para los peatones, principalmente ancianos, niños, mujeres embarazadas, o padres y madres que pasean tranquilamente con los carritos de sus bebés.

Con sus decisiones arbitrarias y obsesionado con perseguir a los automovilistas, este ecologista majareta está arruinando literalmente al pequeño comercio. Tiene a la gran mayoría de los valencianos hasta los mismísimos tímpanos. Está ahuyentando el turismo de calidad que venía a dejarse el dinero en restaurantes, hoteles, atracciones y comercios. Ha diseñado la ciudad únicamente para los que puedan circular sobre dos ruedas. El resto que se jodan: ancianos, infartados, incapacitados, minusválidos, enfermos crónicos, etc. Para él, solo cuentan los ciclistas, los demás a pagar, tragar, y callar.
Sus políticas, a las que para más recochineo llama de “sostenibilidad”, se derivan del marxismo más sectario, rancio, obsoleto, trasnochado y caduco. Nos trasladan nuevamente a la España de la alpargata, del candil y del jumento. Con su falso ecologismo, los que nos intenta imponer es un régimen marxista leninista, que ya demostró al mundo y a la humanidad cuales son sus métodos y resultados: repartir con justicia la miseria que genera, represión, hambre y muerte.

Los turistas que se ven por el centro de la ciudad de Valencia cualquier día de la semana, laboral o festivo, salvo honrosas excepciones, son en su mayoría mochileros a bordo de bicicletas invadiendo todos los espacios, muchos italianos como él. Deambulan por las calles con el dinero justo para comprar un bocadillo y una lata de cerveza, y después tumbarse sobre el césped de un parque público que dejarán inundado de mierda. No vienen a alojarse en establecimientos hoteleros, lo harán en un saco de dormir en cualquier rincón de la ciudad. Esto es lo que está promocionando y fomentando con sus políticas “de sostenibilidad”, este ecologista majareta de las dos ruedas.

Su obsesión por hacer de Valencia una ciudad similar a la de cualquier país subdesarrollado, imponiendo la bicicleta como principal medio de trasporte para que sus acólitos queden exentos de impuestos, tasas o seguros, evitando también el acoso de la Policía Local, deja entrever la involución que subyace en su reducido cerebro, y el odio que atesora y muestra en todas y cada una de las siniestras decisiones que toma. A saber:

-La construcción de carriles bici con una obsesión enfermiza, provoca el estrechamiento de las calles privando a los automóviles de la posibilidad de realizar una simple parada para recoger o apear a un pasajero.

-El gasto que la construcción de esos carriles bici está generando, se come el escaso presupuesto de una Comunidad en bancarrota, y hace que las aceras y calzadas se deterioren por falta de mantenimiento o reparación.

-La orden de cambiar el sentido de circulación de vehículos en algunas avenidas, sin atender los consejos de la Policía Local, unido a la temeraria decisión de modificar la regulación y frecuencia de la señalización de semáforos, desoyendo también a los técnicos y expertos en materia de seguridad vial, ha contribuido en parte a que los atropellos a peatones hayan aumentado considerablemente.

-Las zonas de aparcamiento para motocicletas y ciclomotores diseñadas junto a los carriles bici, y según la presidenta de la Plataforma de Motoristas por la Seguridad Vial, “no tienen las medidas mínimas adecuadas, están mal direccionadas, y su ubicación suponen un riesgo”.

Está arruinado con sus aberrantes decisiones a los vendedores del Mercado Central y a los comercios de la zona de La Lonja. La Policía Local de Valencia, alertó en un informe en enero de 2016 que la peatonalización de esa zona “comprometería” el tráfico rodado, y advertía de una situación que ha provocado las protestas de los vendedores del mercado y de los vecinos del barrio.

En resumen, estos mandamales amorrados a la teta de lo público, que de no ser por la política y la democracia no habrían conseguido nada en su puñetera vida, aparte de estar glorificando a doña Rita Barberá (DEP) intentando enterrar su obra, cosa que no lograron jamás con ella en vida, están diseñando una ciudad para un turismo de mochileros en bicicleta enemistados con el champú y el jabón; zascandiles de porros compartidos muy bien adoctrinados para invocar el derecho a todo tipo de servicios públicos sin aportar nada a la comunidad, y a costa de los sufridos contribuyentes españoles.