Trump no fue un payaso nazi, Hillary no se desmayó
Carlos Esteban.- La abrumadora mayoría de las encuestas instantáneas tras el debate de ayer en la Universidad Hofstra entre Hillary Clinton y Donald Trump dieron al segundo la ‘victoria’ popular. De las grandes, Hillary solo ‘ganó’ en las de NBC News, WCVB (Boston) y CNN/ORC. ¿Qué significa esto? Entre nada y muy poco, me temo.
Si siempre es cuestionable la fiabilidad de una encuesta de opinión, estas elaboradas de prisa y corriendo y en caliente son prácticamente basura demoscópica.
Les daré, por si les interesa, mis dos centavos sobre el debate de anoche, como dicen en América: creo que el debate, como tal debate, midiendo cómo se defendió y cómo atacó cada uno con el material que tenían a su disposición, lo ganó Hillary Clinton, lo que no tiene nada de extraño. Pero en un sentido clave, de lo que representa realmente un debate político de esta naturaleza, creo que Trump salió mejor situado.
Me explico.
Un debate televisado entre dos candidatos a la Presidencia de Estados Unidos -especialmente en nuestro tiempo- tiene tan poco que ver con un debate, digamos, de la Sociedad de Debates de Oxford que merecería un nombre distinto. En un universo mediático tan espectacularmente fragmentado como el nuestro, el votante puede e incluso suele vivir permanentemente en una burbuja informativa en la que todo lo que ve, oye y lee confirma su visión previa. Del líder propio solo ve lo mejor; del enemigo, una caricatura maniquea que permite las más disparatadas exageraciones.
El debate es una especie de “conozca al otro candidato”, un modo de obligar al público a ver sin filtros al candidato del que solo ha conocido gestos odiosos, teorías siniestras y frases frecuentemente sacadas de contexto.
Eso significa que, para pasar esta primera prueba, bastaba que Hillary no pareciese enferma y Trump no dijera ninguna salvajada, porque el trumpista ‘enragé’ confiaba secretamente en que a Clinton le diera un ataque epiléptico en directo y el clintonita esperaba de Trump que debatiera a voz, hiciese algún comentario racista/sexista/cualquierófobo o, yo qué sé, se despidiera levantando el brazo en el saludo romano.
Pero aunque ambos evitaron las pifias más obvias y Hillary estuvo considerablemente más hábil, no hay equivalencia posible entre ambos, no están en la misma categoría pugilística ni de lejos. Clinton lleva en esto más de treinta años, mientras que Trump es un ‘rookie’ que acaba de entrar en política. Casi diría que si hubiera estado a la altura desmentiría su imagen de recién llegado a la arena pública. Para colmo, Hillary preparó el debate minuciosamente, mientras que Donald confió en la improvisación, algo increíblemente estúpido y arrogante.
Por lo demás, los grandes medios aborrecen a Trump con un odio de tal intensidad que no parece importarles tirar por la borda su prestigio periodístico con tal de ver al magnate derrotado, y las grandes cadenas y los periódicos de peso, incluso en la era de Internet, siguen condicionando la imagen que la mayoría tiene de la realidad. Y es en ese sentido en el que Trump, en mi opinión, salió mejor parado, simplemente sonando relativamente razonable.
Trump hizo que sus propuestas sonaran a iniciativas políticas diferentes, quizá erróneas, pero ya no disparatadas. Y quien esperaba ver al ‘literalmente Hitler’ se encontró con un candidato bastante más razonable de lo que esperaba. En realidad, y después de la caricatura de Trump que los medios han inculcado en el público, el candidato republicano necesitaba muy poco para ‘ganar’.
Dicho lo cual, Trump estuvo terrible en la de ocasiones que dejó pasar de fulminar a Clinton; sus errores de principiante fueron sonados, aunque es de esperar que no los repita en los otros dos debates. Ambos presentan estas elecciones como una separación de las aguas, una decisión transcendental sobre el futuro de América que afectará inevitablemente al futuro del mundo.
Por eso es difícil de entender que ni una vez Trump sacara el tema de la inmigración masiva y lo vinculara al empleo y a la creciente desigualdad económica, siendo central en su plataforma.
Es incomprensible que dejara a Hillary arroparse con el manto izquierdista de defensa de los humildes y no la desenmascarase inmediatamente como la candidata de Wall Street y del establishment. Ni siquiera puso el dedo en la llaga de los escándalos que rodean a la Fundación Clinton, y de cómo el matrimonio salió arruinado de la Casa Blanca y ahora nada en la abundancia.
Con las cenizas aún calientes en la Charlotte sometida a incendios, palizas, destrozos y pillaje durante días, Trump no recordó los lazos de Hillary con los organizadores de estos motines, Black Lives Matter, algunos de cuyos líderes compartieron con ella estrado en la convención demócrata que la consagró candidata.
Y más, mucho más. De un candidato que se supone que tiene algo realmente nuevo que ofrecer, una alternativa a la política de siempre, se esperaba algo más sensacional.
¿Cómo que no menciono la inmigración señor de la Gaceta?
Precisamente hablo del aumento de la violencia refiriéndose a las comunidades africanas y musulmanas y vinculándolas con el aumento de la violencia que como todo el mundo sabe aparecieron por generación espontanea…
No machaco a Hillary pero si estuvo a la altura y demostró templanza dejándola en evidencia en fin y algunos se llaman analistas políticos…
Fallos y errores, vistos desde la barrera y a toro pasado, se pueden encontrar y muchos. No creo en los debates, ,me parece un espectáculo y como indica el artículo, gana el que mejor preparado va y como opino que en política el mejor preparado en estas lides es el que mejor sabe aparentar y engañar, actuar, me quedo con el más espontáneo. Trump tendrá su séquito de asesores, que le habrán recomendado que no entre a saco y que dosifique sus comentarios. No es mala estrategia, quizá la puntilla es mejor al final, se recuerda más: aún quedan dos… Leer más »