Los antitaurinos y las peleas de gallos
Ya es conocida la ‘cruzada’ antitaurina que libra la progresía española en estrecho consorcio con la de otros países. Reivindican la dignidad del toro de lidia en un país donde los únicos gestos de coraje y bravura se libran en las plazas de toros. De allí para fuera, ya lo ven ustedes. Lo explica con certera genialidad Chistopher Fleming. Tras varias décadas de feminismo, se les ha inculcado a los hombres un deprimente complejo de inferioridad, la idea de que para ser mejores personas tienen que ser menos masculinos. Los hombres modernos se han “estrogenizado”. Todos los valores femeninos son ensalzados: la sensibilidad, la empatía, la dulzura, etc.; mientras los valores masculinos (típicamente toreros), como el valor, la fuerza, el honor y el sacrificio, son olvidados, cuando no ridiculizados. Una consecuencia evidente de esta estrogenización de los hombres es la epidemia de homosexualidad que padece Occidente. Otra consecuencia, menos evidente pero igualmente dañina, es la vulnerabilidad actual de las mujeres europeas. Los hombres han aprendido a comportarse como si fueran mujeres. Han sido adoctrinados en el pacifismo, se les inculca que la violencia es el último recurso de los incompetentes. Ahora saben hablar de sus sentimientos, pero no tienen ni idea de cómo defender a sus novias si son agredidas sexualmente por cualquier turba de fanáticos. En este ambiente tan repulsivo no nos debería extrañar que la progresía animalista encuentre en las fiestas del Orgullo Gay, y no en los cosos taurinos que salpican nuestra piel de toro, el ideal del hombre moderno.
Pensaba dejar ya aparcado el tema, pero una noticia me obliga a insistir en la contradicción de quien, lejos de preservar la vida de los animales, lo que busca es sobre todo es acabar con un espectáculo íntimamente incardinado a la tradición y la identidad de un país al que odian profundamente. Me informo de que en numerosos puntos de España se celebran peleas de gallos. Se trata de un espectáculo sangriento en el que los gallos son colocados en un ring y son obligados a pelear a muerte para la “diversión” de los espectadores. Pese a ser ilegal en muchos países, en España se celebran cada año en medio de grandes apuestas.
Los gallos nacen, son criados y entrenados para pelear en “granjas de juego”. Los criadores (también llamados “galleros”) matan a las aves que creen inferiores, conservando solo aquellas aves que tienen “juego”—el deseo de pelear. Muchas de estas aves pasan la mayor parte de sus vidas atadas de una pata en una vivienda inadecuada, ya sea en un cilindro de plástico o en una pequeña jaula de alambre. Los criadores “acondicionan” a las aves para pelear a través de trabajo físico, lo que incluye el atar pesas a las patas de los gallos, y “peleas de práctica” con otros gallos.
Los criadores a menudo arrancan las plumas y mutilan las crestas y barbillas de los gallos (la carne sobre sus cabezas y debajo de sus picos) con tijeras para prevenir que otros gallos se los arranquen dentro del ring. Debido a que los gallos no tienen glándulas sudoríparas, el perder estas partes del cuerpo los priva de la capacidad de enfriarse. Algunos “galleros” cortan los espolones de las aves, que son las protuberancias naturales de sus huesos en sus piernas, y así armas artificiales más mortales puedan ser atadas a sus piernas.
Generalmente las peleas de gallo se realizan en recintos redondos o cuadrados llamados “galleras”. Son lugares absolutamente sórdidos, inundados de un vocerío ensordecedor. Con las plumas del cuello encrespadas y las alas revoloteando, las aves saltan y se esquivan unas a otras. Se patean y combaten en el aire, golpeándose entre ellas con las patas y el pico”.
Si la pelea disminuye, los galleros recogen las aves y las golpean en la espalda, le dan un estirón a sus picos, o las colocan pico a pico en un intento de “avivar el frenesí”. Las aves son, a continuación, regresadas a la gallera, y la lucha no termina hasta que un gallo muere o queda moribundo. Las aves “perdedoras” a menudo son desechadas en un barril o bote de basura cerca del ruedo, incluso cuando aún están vivas.
Además de la crueldad contra los animales, las peleas de gallos se relacionan a menudo con otros delitos, como apuestas ilegales, venta o uso de drogas, e incluso asesinato. Entre los incidentes conocidos este mismo año destaca el del pasado 4 de junio, cuando cuatro personas resultaron heridas de bala (una de ellas de gravedad), en la localidad granadina de Villanueva Mesía, en un tiroteo protagonizado por miembros de dos familias que, presuntamente, asistían a una pelea de gallos ilegal.
Es sabido que esta práctica sangrienta es cultivada y promovida sobre todo por personas de etnia gitana. ¿Será acaso esta circunstancia, o la constatación de que esa gente no reaccionaría con la candidez de un aficionado a los toros, por la que no hay datada ninguna protesta de los animalistas contra las peleas de gallos? Cuando un falso animalista increpa a un taurino y se lanza al ruedo, ya con el astado sin capacidad de respuesta alguna, saben que a lo más que se exponen es a una bronca del tendido. Si montan esos numeritos es porque saben a salvo su integridad física. Otro gallo cantaría (valga la redundancia) si a una de estas prendas se le ocurriera interrumpir una pelea de gallos y lanzar imprecaciones contra sus adiestradores y apostantes. El aleteo de las facas es para ellos una razón lo bastante disuasoria para que no se les ocurra acercarse a esos recintos. Prefieren quedarse sin plumas y cacareando, como el gallo de Morón, a ejercer de defensores de los animales con según qué tipo de gente.
De todo lo cual se deduce que estos antitaurinos pueden ser procaces, que lo son; y unos mierdas, que también, pero en modo alguno tontos.
Peleas de gallos, peleas de perros, toros torturados, todo eso está mal estimado Sr. Director. Y poco y nada tiene que ver con la masculinidad, solo sangre derramada al santo botón.
Un derechista.
Saludos.
Más que de progres, habría que hablar de giliprogres, que es lo que realmente son…
Aunque en el caso de algunos, ni siquiera tengo claro que sean realmente personas, y no animales de dos patas.
D. Armando, muy acertado. Esto es una parte del todo de esa agenda del Nuevo Orden Mundial, dirijido y alentado por los que mueven los hilos, los sionistas.
Prohibir los toros es una fase de la ventana de Oberton, bien conocida por los politólogos, con la que los animalistas nos pretenden convertir a todos, porque ellos lo dicen, en veganos.
No a la fiesta significa no al jamón serrano, no a los huevos fritos, no a las morcillas, no a las salchichas…
Es evidente que el adoctrinamiento ejercido por el socialismo y seguido por el PP ha sido un acto terrorista contra la ley Natural.
Hace más de tres décadas, a NUEVE de cada DIEZ hombres les gustaban las mujeres; hoy, al OTRO, le gustan los NUEVE hombres.
Por favor, Don Armando, ¿cómo pretende usted que los guarros arremetan contra las peleas de gallos, teniendo en cuenta que las mismas son una peculiaridad cultural y una seña de identidad de los gitanos y de los inmigrantes amerindo-mestizos que viven en España?. Qué intolerante es usted… Hay algo evidente. Progre es sinónimo de anti-blanco. Cualquier costumbre, por salvaje que sea, será bienvenida por los relativistas culturales progres en el caso de que sea traída por inmigrantes no blancos. Sin embargo, cualquier tradición o seña de identidad blanca, es un insulto y una ofensa para los “tolerantes”. Así se las… Leer más »