Albert Rivera, durante un mitin en Madrid.

Victoria Prego.- Mariano Rajoy ha sido el único vencedor de estas elecciones en las que el objetivo de todos sus contendientes fue el de descabalgarle de la dirección de su partido. Ahora no habrá quien ose repetir la misma exigencia sin caer en el ridículo. Y eso es lo que le puede pasar a un Albert Rivera irritado por sus malos resultados, de los que culpa a la Ley D’Hondt y empeñado en seguir con la matraca de Bárcenas y de Rita Barberá como munición de ataque. En primer lugar, eso de que Rajoy cobró dinero negro de la mano de su ex tesorero es una afirmación del propio Bárcenas que ningún tribunal ha acreditado hasta el momento como cierta. Y lo de Rita Barberá es una de las exigencias que él podría plantear en las conversaciones para formar gobierno: que la echen del Senado.

Pero el líder de Ciudadanos deberá rebuscar en su caja de argumentos algo menos pedestre y más sólido para sostener que no está dispuesto a sentarse a preparar un próximo Gobierno de España con el señor que ha sido avalado por casi ocho millones de ciudadanos y cuyo partido le saca al segundo cincuenta y dos escaños y al de Rivera nada menos que 105. Rivera está en su derecho, es más tiene la obligación, de poner determinadas condiciones al PP para pactar las medidas urgentes que regenerarán la política española y que redundarán en beneficio de nuestro sistema democrático. Pero hable de esos asuntos, señor Rivera, como el líder adulto que es, y abandone ya esos mohínes de parvulario en los que se ha refugiado en las últimas horas. Avance como el hombre de Estado que usted dice ser y los demás creemos que, en efecto, es y siéntese con un cerro de papeles y empiece a poner sobre la mesa de negociación sus exigencias más democráticas y más defendibles.

Y deje de jugar al ratón y al gato con el PSOE haciéndose el remolón y diciendo lo que todos sabemos que no va a ninguna parte y que a usted, por cierto, no le conviene en absoluto porque, de suceder como usted apunta, su partido se convertiría en irrelevante y tendrá serias dificultades para reponerse del golpe en el futuro. El juego al que me refiero es ése en el que usted dice que «el PSOE puede poner en marcha el Gobierno con una abstención, nosotros no hacemos falta» y frases similares. Usted sabe, como sabemos todos, que el PSOE lo primero que tiene que hacer es un examen profundo de sí mismo y contarse las verdades. Y tiene que asumir que en absoluto ha conservado el liderazgo de la izquierda por sus propios méritos. Al contrario, con la pérdida de otros cinco escaños, ha hecho todo lo posible por perderlo y si lo ha mantenido ha sido gracias a la catástrofe padecida por su inmediato rival, que ha perdido por el camino más de un millón de votos, sumados los obtenidos por Podemos y por Izquierda Unida el 20-D. Una auténtica sangría. Puede que el PSOE ceda a su socio canario para la abstención pero eso es todo lo que el Partido Socialista está en condiciones de ofrecer en esta hora.

Ahora le toca a usted, señor Rivera, salir a la palestra y tratar de alcanzar con el PP lo que no hace tanto tiempo alcanzó con el PSOE: un acuerdo. Con la diferencia de que ahora sí podría contribuir a la mayoría necesaria para formar un Gobierno estable, que es lo que los españoles pedimos ya a gritos porque ya se acabó el tiempo de recreo. Hay que volver a clase y ponerse a trabajar.