Vivir a la americana en España (I)
Por el título han de entender una filosofía vital que procura estar lo más lejos posible del Estado, buscándose las alternativas necesarias para minimizar la dependencia del mismo.
Serlo día a día es amargo, pero sus frutos, a veces, son dulces, pues confiere una enorme liberación personal que es acicate de superación.
Aunque los costes personales que conlleva son enormes, hagan la prueba y salgan de la jaula. Descubrirán que disponen de cualidades que creían no tener.
Cuando me levanto llevo a uno de mis hijos a un cole concertado. Sé lo que hay en la enseñanza pública, pero no me gusta ni interesa, por ser hoy, más que nunca, centros de adoctrinamiento del relativismo vertebrado por toda la ponzoña que es la ideología de género, el “buenismo”, la “tolerancia” como arma del poder para doblegar la voluntad de los débiles ciudadanos y la “solidaridad” (antes virtud cristina equivalente a la caridad) con todo el mundo, hasta con quien te odia, y lo sabes.
Ya que me expolian todos los días, podrían darme el cheque escolar, o mejor aún, no expoliarme, y dejar que con mi dinero lleve a mis hijos al cole que prefiera, o mejor aún, no llevarles a ninguno, corriendo la enseñanza de mi cuenta y riesgo, pues es obvio que hoy les inoculan la basura de lo políticamente correcto.
Le llevo en mi coche particular, no queriendo colaborar con un coste adicional en el servicio urbano de autobuses, en tanto es un servicio muy deficitario que sostenemos, estúpidamente todos. El que quiera bus, que lo pague a su coste real y si no, tiene la bici, si se siente ecologista o sus piernas, si quiere hacer ejercicio y vivir más, generando menos gasto sanitario y además, “aforando” impuestos y cotizaciones más tiempo.
Cuando me voy a tomar un donde Patri, lo hago en el sitio de costumbre. Quien lo lleva es como yo, un autónomo o “automono”, como preferimos llamarnos, y donde no hay precios regulados que comporten privilegios para la casta política, funcionarial o jubilata. Lo lógico es que cada uno se pague su café al coste real, y no a un coste parcialmente subvencionado.
Cuando entro al estanco de Matías, me quemo, no tanto por el tabaco, que también, como por los impuestos indirectos (especiales e iva) que pago por ello, algo así más de 2/3 de la cajetilla, sufriendo cada día los rigores del expolio con la “sana” intención de que dejemos el tabaco, pero no porque al papá estado le interese mi salud, sino para que generemos menos gasto sanitario, mientras hipócritamente nos clavan unos impuestos indirectos que cubren sobradamente ese tipo de gasto sanitario.
Cuando me voy a la oficina repaso los expedientes, hago llamadas a organismos públicos diverso y cuando me toca tratar con los funcionarios, en ocasiones o no están, o están, pero han salido un momento, o cuando están tengo que llamar más tarde porque están ocupados o simplemente no localizan el expediente, con el cabreo que ello te implica en tanto que tarde o temprano tienes que contestar a la llamada de tu cliente , el jefe, sobre el “qué hay de lo mío”.
Hay ocasiones en las que sorprendentemente, consigues contactar y das con un funcionario de primera, preguntándote, ¿ y este ser tan eficiente, que afea a sus compañeros, cómo es posible que aún esté ahi, sufriendo a los suyos?
Cuando me toca personarme (personalmente, como un tonto policía de la comisaría del comisario Montalbano) en organismos públicos el escenario que te encuentras, en ocasiones, es de un surrealismo hiriente, en tanto es costeado por nosotros, los súbditos (que no ciudadanos) “administrados”.
Y así, la seriedad en diversas ocasiones es inexistente (funcionaria hablando con la madre, funcionario leyendo el digital, funcionaria que ha salido a tomar café, no pudiéndote nadie más dar esa información, a pesar de que hay un soporte telemático para todo ello, funcionario que directamente está de moscoso, de vacaciones, de huelga o vete tú a saber). Y éso sí, casi todas potomaniacas, con su botellín de agua en la mesa, hasta el punto que no sabes si van a almorzar o si te va a interrumpir la conferencia con la misma, para ir al servicio a orinar de tanta agua del grifo que se han metido al cuerpo, por éso de que hay que hidratarse, pero desconociendo que la potomanía también es exceso y contraproducente si retienes líquidos.
En fin, un cuadro esperpéntico (continuación de los retratados por Baroja o Valle Inclán) por la ineficiencia financiada con recursos públicos, gracias al expolio diario y creciente al que nos somete el Estado.
De camino a la oficina, leo los emails, los whatsapps y atiendo llamadas porque hoy en día no podemos perder clientes a diferencia de la administración, que sí puede perder administrados, pues serán reemplazados con otros penitentes a los que expoliar, sí o sí, directa o indirectamente desde el punto de vista fiscal y monetario. Y si no hay suficiente, el BCE imprimirá más euros, aún sin respaldo físico alguno.
De vuelta a la oficina, respondo emails, whatsapps y llamadas perdidas y saco todo el papel necesario, con la vana esperanza de que tal vez el organismo público lo tramite con la celeridad que los medios tecnológicos brindan hoy en día, gracias a las enormes inversiones pero a lo que se ve insuficientes (yo diría que innecesarias para lo que hay), sabiendo que cada ordenador o cada aplicación informática afecta a la burocracia conlleva una obsolescencia anticipada para “caerse” o griparse. El proveedor que ganó el concurso público, untando al político y/o alto funcionario de turno, sencillamente proveyò bajo una condición impuesta, la de la obsolescencia anticipada, pues de otra forma, no es negocio ni para él ni para el político ni para el alto funcionario responsable de proveedores.
Al mediodía voy a buscar a uno de mis hijos al cole, pero como se ha caído jugando a baloncesto (los deportes traen lesiones, más gasto sanitarios a corto y medio y menos a largo, pero éso sí, conlleva por lo general más longevidad para que el estado te pueda seguir expoliando más tiempo), por lo que he de llevarle al hospital, así que tiro de póliza de asistencia sanitaria privada, pues no me entretengo en informarme si el cole tiene seguro de accidentes o no y nos vamos a un hospital privado donde diagnostican, prescriben y a correr, hasta cita con especialista en unos pocos días. Rehúyo el hospital público, en tanto sé que como “paganini” tengo las de perder, pues sé que se prioriza la atención al parasitismo por lo políticamente correcto, como los presos o los inmigrantes y demás minorías étnicas están priorizados de facto, a pesar de ser, habitualmente, acomodados “subsidiados” a mi costa y a la de otros “paganinis”.
Para romper la rutina, nos vamos a tomar un menú del día de ésos de 10 o 15 euritos, que la cosa no da para más, a “Casa Paco”. Paco también es otro autonomo como yo, de ésos que también se buscan la vida entre los escombros que van quedando en esta España expoliada por parásitos muy diversos, que no sólo no aforan, sino que reciben.
En “Casa Paco”, hay precios asequibles, pero no hay precios especiales para para las castas diversas que todos reconocemos como tales.
Comemos, le dejo en casa, pareciendo que ya está mejor, y me vuelvo pitando a la oficina, para estar casi hasta las 22 horas trabajando y buscando la inspiración para enfocar bien un asunto de cierta enjundia.
¿ Y la tarde ? Eso es otra historia. Para la segunda parte de este artículo.
*Abogado y miembro de la resistencia patriota.