De tal alcaldesa, tal ciudad. De tener sexo a miccionar en pleno andén en el metro de Barcelona. Primero fue lo de la madrugada del pasado domingo, cuando una pareja fue grabada cuando hacía el amor en un banco, ante la mirada de otros viajeros y ante las cámaras de seguridad, de una estación de metro en pleno centro de la Ciudad Condal, en la parada del Liceo por donde pasa la Línea 3.

Ahora ha sido una grabación que muestra a una mujer orinando en el andén de una estación del metro de Barcelona. La micción la lleva a cabo en el andén. Mientras lo hace, se aprecia como un hombre situado junto a ella retiene la puerta del vagón con el pie para darle tiempo a terminar sus necesidades sin perder el tren, según cuenta El Periódico.

La grabación muestra a una mujer orinando en el andén y a un hombre reteniendo el metro para evitar que se les escape.

Al terminar, se levanta, se sube la ropa interior y, aparentemente (el vídeo termina en ese instante), sube al vagón sin más problemas. En algún instante, sobre todo al inicio, el hombre que la ayuda parece estar dando explicaciones a los viajeros del interior para aclararles por qué impide que se cierre la puerta.

Trabajadores de TMB han explicado al citado diario que la grabación se realizó filmando con un teléfono móvil sobre la pantalla de uno de los monitores que reciben las imágenes de las cámaras de seguridad. Sin embargo, oficialmente TMB ha remarcado que no está en condiciones de confirmar que este vídeo pertenece a la estación de la Barceloneta (línea 4 amarilla) ni que haya sido registrado este mismo fin de semana, tal como mantienen los usuarios de Twitter que lo han viralizado horas después de que se haya popularizado el coito de la estación del Liceo y un día antes de la huelga de trabajadores.

Camino al desastre

Estos dos casos han provocado la indignación de miles de barceloneses, a quienes sin embargo habría que preguntar qué esperan de una ciudad que se decantó por la figura progresista del momento en las  municipales de 2015. Nadie debería extrañarse de que en una capital donde impera la ideología que defiende Ada Colau, se esté allanando el camino que la conducirá al desastre.

Su gestión oscila entre un populismo acartonado y una incapacidad suprema de hacer algo bueno y productivo. Sus desvaríos revanchistas y sacar de quicio a los sectores productivos de Barcelona parecen ser sus únicas dotes como alcaldesa. La leyenda de las siete plagas puede ser ampliamente rebasada en la capital catalana. Haber dejado que un destello de negritud se apodere del alma de Barcelona conlleva la penitencia de tener que aguantarla hasta 2019. Adeu, seny, adeu. Benvinguts a la selva.