Hora del bocadillo
La sirena suena y todos los niños corren al patio con el bocadillo en mano. Algunos sólo van de paseo, otros van buscando leña. Es aquí donde la fauna infantil toca su auge máximo y desbordan las tensiones acumuladas por sus ajetreados días.
Es interesante ver esos suelos de cemento con forma de campo de fútbol sala, las porterías sin redes y las canastas de baloncesto colocadas de cualquier manera. Si los niños se caen al suelo no pasará nada, que aún son jóvenes y son de goma.
Lo verdaderamente interesante es ver como los diferentes grupos se pican en el recreo, retándose antes a través de mensajes o por correveidile. Ya sea para disputar intensos partidos de fútbol, para ver quién es el más veloz o el más fuerte; los duelos pueden ser increíbles.
La banda más numerosa, y la más tramposa, es de la clase B. Niños de papá que buscan con sus influencias salirse con la suya. Quizá no sean los mejores en nada, ¿pero hace falta ser el mejor cuando se tiene la influencia? Sus ropas de marca y sus juguetes caros hacen que otros niños quieran unirse a sus filas para ver si pillan cacho o al menos tienen el respaldo de esos que nunca les falta de nada y siempre les sobra.
Luego están los chaqueteros de la clase A. Esos que empiezan el curso con la ropa de sus hermanos mayores, que reciclan los cuadernos de otros años e intentan no gastar mucho en las actividades extraescolares. Sin embargo, por las risas que causan a los del B, aprovechan que no son de familia pobre y tiran de cartera para equipararse a esos pijos. Los otros niños del patio no saben si seguirlos, ya que para tener otra clase igual se quedan con los del B.
Últimamente el colegio ha tenido un aluvión de matriculas y han tenido que abrir dos aulas más para responder a la demanda de las familias que quieren matricular a sus hijos. Niños de barrios muy distintos y nuevos, haciendo que la heterogeneidad llegue al recreo.
Por un lado están los del barrio marginal de la clase C. Esos que vienen de abajo, que apenas tienen nada y todo lo comparten. No vienen a respetar las reglas antiguas, sino a imponer los nuevos métodos del pueblo de dónde provienen. No se sienten identificados con los del B y añoran los viejos tiempos de los del A. Por eso, de vez en cuando, se acercan a ellos para intentar recordarles lo que una vez fueron. Sin embargo, en la clase C existen muchos delegados y pocos seguidores, cosa que provocan muchas peleas en sus asambleas.
Por otro lado están los del extrarradio de la clase D. Se enorgullecen de ser de tan lejos y haber entrado en el colegio. Son niños de papá pero no lo demuestran abiertamente ya que ellos no son del centro de la ciudad, sino de su barrio de la periferia. Sin embargo son muy afines a los del B que tanto dicen odiar, pero que en sus asambleas tanto admiran.
Esas cuatro clases compiten y discuten mucho en el patio y los profesores intentan poner orden pero no hay manera. Cada tutor mira mucho por su aula y al final tampoco se ponen de acuerdo, haciendo que esos recreos se vuelvan muy intensos.
“Que si el delegado de la Clase B le ha robado dinero para materiales a las demás clases”, grita alguno. “La clase A y la clase C se quieren mucho pero todo es mentira porque la clase A al final se reúne con la D” chilla otro. “La clase C intenta romper todas las normas del centro escritas en las viejas agendas escolares” braman varios.
Al final, discuten tanto que los otros niños que no tienen muy claro a quién creer, no disfrutan del patio y acaban por quedarse sentados en la sala de la biblioteca repasando las asignaturas sin prestarle mucha atención a la realidad de su centro educativo.