Periodismo para ricos
Tras leer el libro/ensayo “Por cuatro duros” de Barbara Ehrenreich me hago las típicas reflexiones ante la caída de la prensa de papel, sobre todo en España, que es donde más parece que sufre. Desde hace años se decía que nuestro nivel de lectores de prensa era casi tercermundista. Vamos que las tiradas millonarias de ejemplares de Gran Bretaña o Alemania, por poner un ejemplo, aquí era pura ficción. Los grandes rotativos nacionales se felicitaban porque vendían, la mayoría de las veces regalando CD’s o DVD’s o cuberterías, unos cientos de miles de ejemplares. Lo de vender un millón al día, ni tras el golpe de Tejero el 23-F.
Y en provincias, pues más de lo mismo. Aún así las editoriales, nacionales y de provincias, durante décadas fueron un muy buen negocio para sus propietarios, a costa, claro, de que sus periodistas, sus redacciones, pasaban de puntillas sobre los temas sociales, no investigaban a los poderosos, apenas daban noticias de pobres porque la norma, la consigna, era sacar fotos guapas, todo muy bonito e ignorar la pobreza, ignorar la miseria, ignorar al que es explotado…
Y los periodistas, la mayoría, ha preferido vivir con sueldos elevados y dar la información sesgada, cuando no propaganda de determinado partido en el poder o en la oposición. Sólo hay que zapear por la televisión para ver como en las tertulias siempre tenemos a los periodistas correa de transmisión y en muy escasas ocasiones contratan a un independiente. Los periodistas independientes, para los empresarios vendidos, son como la bicha. Y procuran contratar a dóciles escribidores de historias que no molesten a los ricos. Las revistas como Hola, donde sólo sacan la cara amable, hace estragos, mientras semanarios como El Caso, del que fui director muchos años, luchaban por sobrevivir ante la avalancha de demandas judiciales de los delincuentes que sentían su imagen perjudicada por aparecer en las páginas de sucesos.
Durante décadas los periódicos han ignorado los abusos de las grandes constructoras. En Almería, en Granada, Nicolás Osuna presumía de haber comprado una finca con aeropuerto incluido tras vender un millón de viviendas. Ningún periódico de la zona, Ni Ideal, ni los demás, se atrevían a publicar ninguna de las denuncias de subcontratistas que quedaban arruinados por la mezquina actuación del empresario granadino. La práctica habitual era subcontratar y luego no pagar argumentando que el trabajo realizado no era el adecuado. Hala, a pleitear años contra el ejército de abogados, en nómina, de Osuna. Alguno no lo aguantó y se colgó, se ahorcó, de una grúa con un gran letrero que rezaba: Osuna me ha arruinado… Esa foto, esa noticia, como otras similares, nunca fue publicada.