Esperanza Aguirre en un acto oficial con Mariano Rajoy

Por Enrique de Diego.- Hace ya bastantes meses diagnostiqué que el PP había entrado en un proceso autodestructivo: el tiempo no hace otra cosa que mostrar la evidencia. En el momento presente se asiste al aniquilamiento del ala ‘derecha’ del partido, tanto por el abandono o escisión de una parte de los dirigentes como por el deterioro del feudo madrileño de un esperancismo sin Esperanza.

Santiago Abascal y José Antonio Ortega Lara han puesto en marcha un partido con voluntad de concurrir a las elecciones europeas, que pretenda capitalizar el descontento de una parte del electorado del PP y que establece su crítica en la traición a las víctimas del terrorismo y en el entreguismo del Gobierno a los dictados y la agenda de ETA.

Es una bofetada muy fuerte a Rajoy y va en paralelo a los procesos de marginalidad del PP tanto en Vascongadas como en Cataluña. Al nuevo partido se sumará previsiblemente el oportunista Alejo Vidal-Quadras toda vez que es seguro que no será incluido en la lista a las elecciones europeas. Puede decirse que esta grave escisión surge a rebufo del abandono de María San Gil y lo que representaba.

La escisión por la ‘derecha’ muestra la incapacidad de cualquier regeneración interna del PP y por ende certifica la muerte del esperancismo, como mera proyección del aznarismo. A todo esto se suma el desprestigio creciente de Ana Botella por su patente inutilidad y el del presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González acosado por la corrupción y el superlativo nepotismo.

Vista con perspectiva la trayectoria de Esperanza Aguirre, que hubiera sido la lideresa natural de esa ala ‘derecha’ o PP auténtico, ha sido una persona que nunca ha arriesgado, sino que ha ido siendo colocada por el partido. No compareció en el Congreso de Valencia. Sus retos a Rajoy siempre van acompañados de rectificaciones y sus críticas de inmediatas adhesiones inquebrantables. No ha dejado nunca de ser la esposa de un adinerado aristócrata que quería buscarla una ocupación y quitársela de encima.

El deterioro de este ala derecha se acompaña del paralelo del aparato de propaganda urdido y ahormado merced a los presupuestos de la Comunidad de Madrid y al uso y abuso del caudal sin fondo del Canal de Isabel II. La llamada de Ignacio González a la COPE midiéndose de manera histérica con un Pedro J en horas bajas marca el punto álgido de esta autodestrucción que lleva a conflictos tan patentes. Pedro J era el puntal mediático de Esperanza Aguirre y el hombre llamado a acabar con Mariano Rajoy. Lejos de ello, el delfín de Esperanza se atreve a calificar a El Mundo de “periodismo basura”.

Según voceros oficiosos del PP, Moncloa habría dado el visto bueno a una operación de desalojo de Pedro J, en connivencia con grandes empresas, y aprovechando las cuantiosas pérdidas que suma Unidad Editorial. Al tiempo, como si todo se hubiera vuelto del revés, El País está apostando por ser el medio oficial de Mariano Rajoy.

Con Intereconomía prácticamente desaparecida y con un Losantos desprestigiado y en caída libre, rodeado de mediocridad y abandonado por César Vidal, el ala ‘derecha’ ha quedado indefensa y sin voceros, al menos con el mínimo de fuerza.

Este proceso de aniquilamiento del ala ‘derecha’ del PP –al margen de que siempre ha sido una coartada de la casta- es bien visto por Mariano Rajoy puesto que una de cuyas características es el resentimiento y que nunca ha perdonado ni perdonará el intento de quebrarlo antes del Congreso de Valencia. Incluso lo percibe positivamente como legitimación centrista. Sin embargo, va a tener consecuencias muy fuertes para el PP, que dependerán de la sangría de votos en las elecciones europeas. El PP ha ganado elecciones ampliando electorado por el centro y traicionando a su electorado natural de ‘derechas’, al que se supone fiel y atrapado. Ese esquema puede darse por roto. La brecha empieza a parecer demasiado fuerte. Rajoy mismo tendrá que oscilar hacia la ‘derecha’, máxime cuando no tiene margen de maniobra ante el reto secesionista de Artur Mas, cuyo referéndum no puede celebrarse y Mas tendrá que ser detenido y la autonomía intervenida.

España necesitaba un estadista y no tiene más que una parodia. El PP, también, pagará las consecuencias, porque casi todo huele a podrido en el PP.