“Mis experiencias con Bohórquez”: Las elecciones de 1999 (XVI)
Por Julio Liarte.- A comienzos de 1999, todos los partidos enfocaban las próximas elecciones como algo crucial. En un principio, el Presidente, Enrique Palacios, había extendido la idea que no pensaba presentarse de nuevo, pero, por razones que desconozco, y al igual que hizo, salvando las distancias, Adolfo Suárez en la transición, al final decidió hacerlo, supongo que al constatar que ninguno de los restantes partidos de la coalición de gobierno le ofrecía un buen puesto de salida. Era consciente que su mensaje y maneras populistas habían llegado a calar entre algunos segmentos del electorado y decidió explotar tal posibilidad, fundando un nuevo partido político, el Partido Independiente de Melilla (PIM), de carácter localista aunque aderezado de tintes puramente populistas. En un tiempo récord consiguió fundar el partido, poner en marcha una sede, una mínima maquinaria burocrática, obtener una suficiente masa crítica de afiliados, y echar a andar.
El GIL, nuevo en la ciudad, apostaba fuertemente para conseguir el Gobierno de Melilla. A tal efecto, el propio Jesús Gil se había desplazado, durante las fiestas patronales del verano de 1998, para confirmar la intención de presentarse a las elecciones. No obstante, y dado que el partido ni tenía un líder declarado en Melilla, ni, al principio, sede u organización, pusieron todo en marcha desde Marbella. De manera harto asombrosa, los componentes de la lista electoral fueron reclutados, en buena parte, a través de anuncios en prensa, como si en lugar de presentarse a unas elecciones locales fueran a trabajar en una multinacional.
Intentaron conseguir una mínima cantidad de profesionales arraigados o establecidos en Melilla, y el resto fueron aportados a través de la citada campaña de reclutamiento. De no tener ni sede al principio, pasaron, en los meses previos a las elecciones, a tener dos: una en el centro y otra en el paseo marítimo.
No obstante, el candidato fue designado directamente por Jesús Gil, que, para el caso de Melilla, eligió a un exitoso empresario del sector lúdico cuya familia poseía algunas de las discotecas más famosas de España, Cris Lozano, que, aunque era completamente desconocido en Melilla, estaba casado con una modelo y presentadora de programas del corazón en candelero en la época, ya que presentaba, en tales momentos, un programa en la primera cadena en horario de máxima audiencia. Dentro del cupo local, se incorporaron varios melillenses, en particular Francisco Suárez, propietario de una asesoría; José María Benítez Melul, otro de mis amigos de la infancia, un ingeniero técnico que había pretendido, poco tiempo antes, obtener la concesión para la explotación del puerto deportivo de Melilla a través de una empresa denominada Fidemesa, que constantemente saltaba a los medios de comunicación en su enfrentamiento continuado con la Autoridad Portuaria; y Enrique Cabo, un abogado perteneciente a una conocida familia melillense. El partido había sido acogido con simpatía por muchos melillenses, que conocían cómo había mejorado la ciudad de Marbella en los últimos años gracias a este gobierno, y que deseaban hiciera lo propio con Melilla. La postura de los ciudadanos, en muchos casos, era un poco cínica, más o menos diciendo que sabían que no eran unos santos pero que, al menos, hacían cosas.
UPM pretendía proseguir su estela de crecimiento e incrementar notablemente el número de Diputados Locales, para convertirse en la fuerza decisiva a la hora de pactar una nueva coalición de gobierno, ya que todas las encuestas indicaban que ningún partido obtendría la mayoría absoluta. Juan José Imbroda sería, de nuevo, el cabeza de lista, seguido por Daniel Conesa e Inés Urdiales.
CpM pretendía convertirse en la fuerza política mayoritaria de la ciudad, y avanzar un peldaño más en su carrera de acceso al poder. Además, deseaba desprenderse de la percepción de partido de carácter confesional, mediante la incorporación de militantes de otras religiones y adscripciones distintas a la mayoritaria en tal partido. Mustafa Aberchán iba a ser el candidato nuevamente. Coalición por Melilla enfrentaba las elecciones desde una situación interna de euforia. Por primera vez podían ofrecer gestión, tras más de un año de gobierno en las principales áreas de la ciudad, y tras haber demostrado una cierta moderación y mesura en el ejercicio del poder. Pretendían ir abandonando el cliché de partido restringido a una comunidad para convertirse en un partido local aconfesional de ideología izquierdista, pero tendrían muy difícil conseguirlo.
El PSOE enfrentaba las elecciones tras un cierto período de renovación interna en términos de total incertidumbre. Al inusualmente bajo número de diputados obtenidos en las anteriores elecciones, había que sumarle el importante retroceso del PSOE a nivel nacional y la tendencia al localismo que estaba caracterizando el panorama político melillense. Un histórico de dicho partido en Melilla, Román Dobaños, había alcanzado la secretaría general y era el candidato a la Presidencia de la ciudad.
A priori, todo parecía indicar que si los diferentes partidos que componían la gran coalición que sustentaba al gobierno Palacios obtenían entre todos ellos una mayoría absoluta, el pacto de gobierno se reproduciría. No obstante, en caso positivo, quedaba por dilucidar la cuestión más crucial: quién sería el Presidente de Melilla.
El PP acudía ciertamente desmotivado a las elecciones. Además de las encuestas desfavorables sobre el previsible resultado de la contienda electoral cargaban, como una espada de Damocles, con la amenaza de una bastante probable resolución judicial desfavorable sobre Velázquez por el Decreto que impidió a Palacios el uso de su derecho al voto en la moción de censura votada el 1 de marzo de 1997. A pesar de ello, el cabeza de lista sería, por tercera vez consecutiva, Ignacio Velázquez Rivera, que había conseguido depurar la lista desprendiéndose de algunos, e incorporaba caras nuevas como Isabel Quesada o Guillermo Frías Barrera.
El editor echaba chispas. Un año sin cobrar de la publicidad institucional de la Ciudad Autónoma de Melilla era demasiado para él. Aunque no era del todo cierto, puesto que desde Proyecto Melilla se siguió insertando publicidad institucional de la misma manera en que se venía haciendo antes del cambio de gobierno. Emprendió, con tal motivo, una reclamación contra la ciudad utilizando, como precedente jurisprudencial, una demanda por la que el extinto periódico madrileño “El Alcázar” consiguió derrotar judicialmente, a principios de los ochenta del pasado siglo, al primer gobierno socialista, que se había negado a incluir publicidad institucional en el mismo alegando sus indisimuladas tendencias extremistas.
El editor consiguió ganar el juicio en primera instancia, cuyo resultado fue recurrido por la Ciudad Autónoma ante el Tribunal Supremo. Sin duda, eliminar todo tipo de publicidad fue un error estratégico, aunque podía estar más que fundamentada esta decisión dada la participación que había tenido el editor en la “tarta” de la publicidad institucional durante el período anterior, pero existiendo, como existía, una jurisprudencia sobre el caso, cancelarla era tentar a la suerte, y ayudar a justificar el victimismo del editor. Hubiese sido muchísimo mejor simplemente reducir la cuantía de la publicidad a su mínima expresión posible de acuerdo a un criterio razonable y mantenido en el tiempo.
Bohórquez hizo su propia campaña. Por un lado, apoyando al PP; y, por otro, al GIL, a los que ya tenía en la cámara de recambio en caso de necesidad. Preveía que, como el PP no iba a lograr la mayoría absoluta, la coalición con el GIL sería la única eventualidad que a él le convendría.
Precisamente, lo más inaudito e indignante de la campaña electoral vino de la mano de Bohórquez. Se permitió el lujo de publicar diariamente en la portada su periódico, durante las semanas previas a las elecciones, incluidos el día de reflexión y el mismísimo día de la celebración de las mismas, un recuadro, en la parte superior izquierda, con las fotos de los tres grandes líderes de la coalición, de izquierda a derecha: Enrique Palacios, Juan José Imbroda y Mustafa Aberchán, con una cruz superpuesta mediante la que los tachaba.
El mensaje estaba claro: Nadie en Melilla debería votar a ninguno de esos tres partidos, y los tres líderes quedaban descartados como potenciales nuevos gobernantes, ni más ni menos porque lo decía Bohórquez, el paradigma de la credibilidad y de los intereses generales. Lo de la crucecitas dichosas tuvo mandanga. Se permitió el lujo de despreciar y deslegitimar, mediante una argucia insultante, antidemocrática y esperpéntica, a los candidatos a las elecciones de tres partidos políticos que legal y legítimamente estaban concurriendo a unas elecciones, y no por lo bien o mal que lo hubieran hecho como gobernantes, sino, principalmente, y en mi opinión, por sus intereses personales, confundiendo, una vez más, los intereses de su periódico, el diario Melilla Hoy, y principalmente los suyos como su propietario, con los de la ciudad de Melilla. Quedaba por ver la reacción del pueblo de Melilla ante el envite. En cualquier caso, sería una manera de medir la credibilidad del editor, que seguía empeñado en prostituir su medio de comunicación para defender sus intereses personales.
Bohórquez estaba tan desquiciado que también creó una televisión para intentar influir, aún más si cabe, en la campaña electoral, utilizando como instalaciones las propias de la nave en la que había impartido los cursos de alfabetización de adultos, y como antena repetidora una que instaló en la azotea de un piso de su propiedad cercano al parque Lobera. La televisión era, cuando menos, alegal, y carecía de todo tipo de permisos y licencias. Argumentaba que era algo así como una escuela-taller de televisión (sic). Auxiliado por el periodista Fernando Belmonte, se dedicó a emitir unos infumables informativos y programas de debate, en los que sólo salían el PP, el GIL y los de PSDM, al tiempo que intentaban desprestigiar y difamar a los candidatos de UPM, CpM, PIM y PSOE. No es necesario explicar que, una vez que las elecciones terminaron, la televisión fue clausurada.
El mismo día de las elecciones, el periódico del editor contenía otra sorpresa. Rescataba del olvido a Aomar Mohamedi Duddú mediante una entrevista especial, que se publicaba el día 13 de junio de 1999, cobrándose el editor, de esta manera, una de las facturas figuradas por su apoyo Duddú en la década de los ochenta. El intento de última hora era para evitar el voto de parte de la población a CpM, y desviarlo a una opción en la que él mismo parecía tener un cercano interés, algo así como el PSDM, que tuvo una vida tan corta como interesada había sido su creación. Para el editor todo valía con tal de conseguir sus fines y seguir comiendo de la mamandurria. Si había que rescatar a una persona acusada de traición a España, lo hacía. El esperpento ofrecido por los intentos de manipulación de Bohórquez deberían quedar para la historia negra de la ciudad…si no fuera por la mala, malísima memoria que tienen algunos que, a pesar de haber sido completamente perjudicados e insultados por las acciones del editor, deben tener amnesia, o algo más grave aún, así que piensan: ¡pelillos a la mar!, que implica, ni más ni menos, que el mantenimiento del statu quo, o, lo que es lo mismo: la pervivencia de la infamia.
Las elecciones ofrecieron unos resultados sorprendentes: el GIL se convertía en la primera fuerza política en la Asamblea, con 7 Diputados, aunque lejos de la mayoría absoluta; CpM obtenía 5, y se convertía en la segunda; el PP pasaba a tener, tan sólo, otros 5 Diputados, poco más de la tercera parte de los obtenidos en las anteriores elecciones; UPM conseguía 3; el PIM otros 3; y cerraba la lista el PSOE, que obtenía los peores resultados de su historia, pasando a ser la sexta fuerza política de Melilla, y a tener un carácter marcadamente marginal del que aún no se ha recuperado.
La lectura del resultado estaba clara. En primer lugar, y a pesar del editor, los partidos que componían el pacto del gobierno Palacios obtenían conjuntamente la mayoría absoluta, mientras que su apuesta por el PP fracasaba estrepitosamente. Todo indicaba, al menos inicialmente, que el pacto conjunto de gobierno volvería a reproducirse. En segundo lugar, las esperanzas del editor de unir los votos del GIL a los del PP y a alguno más que se pusiera a tiro, quedaron inmediatamente impedidas por la postura oficial del PP nacional de prohibir cualquier tipo de pacto con el GIL y con el PIM, argumentando, para este segundo partido, la traición política realizada por Palacios en su día. Ambas restricciones fueron totalmente aceptadas por el PP melillense, con Ignacio Velázquez a la cabeza. Además, este último había presentado su dimisión al PP nacional tras el resultado de las elecciones, y este, a través de su Secretario General, Javier Arenas, se había negado a aceptarla.
Los del GIL parecían unos apestados porque, adicionalmente al PP, tanto UPM más claramente; y también, un poco más veladamente, tanto el PIM como el PSOE descartaban previamente la posibilidad de pacto con tal partido. Así que todo indicaba que los del GIL obtendrían la frustración de quedar en la oposición a pesar de haber ganado las elecciones.
CpM abrió la caja de los truenos declarando que estaban abiertos a negociar con cualquier partido sin condiciones previas y, además, que inicialmente sus preferencias se inclinaban por un pacto con el PP, puesto que este partido ostentaba el gobierno de la nación y entendían que un pacto de gobierno en Melilla podría llevar aparejado un trato especial de las instituciones nacionales para con la ciudad, en el sentido de planes especiales de inversiones que ellos demandaban, en particular una reedición del plan de dotaciones básicas de 1986.
Con ese escenario, empezó el baile de las negociaciones, que parecía el de las sillas, en el que el último en sentarse, una vez que para la música, se queda definitivamente sin sitio. Estaba claro: nadie quería quedarse aparcado en la oposición.
Ante la postura de CpM, parecía que una posibilidad sería un gobierno tripartito entre CpM, PP y UPM, a los que, eventualmente, podría sumarse el PSOE, convirtiéndolo en cuatripartito. El problema vendría para decidir quién ostentaría la Presidencia. Se barajaron diversas opciones: bien Imbroda directamente, o un turno rotatorio entre Imbroda y Aberchán. No obstante, no se llegó a un acuerdo precisamente por esta cuestión.
La otra opción era la de renovar el pacto anterior entre CpM, UPM, PIM y PSOE, pero seguía existiendo el mismo problema. No había acuerdo sobre quién ostentaría la Presidencia.
Parecía que finalmente iba a salir adelante otra posibilidad, que hubiera podido ser calificada como asombrosa apenas dos meses atrás: una coalición entre PP, UPM, PIM y PSOE, bajo la presidencia de Imbroda. Las ejecutivas centrales de los dos partidos nacionales habían dado ya el visto bueno a esta operación política. Sin embargo, el mismo día de la investidura, y quince minutos antes de dar comienzo la sesión, el Diputado Local y secretario general del PSOE en Melilla, Román Dobaños, empezó a abogar, de nuevo, porque se reeditara el pacto del gobierno Palacios, si bien con la particularidad de que él mismo tendría que ser el Presidente. El argumento ofrecido era que ellos, en su fuero interno, no podían darle el gobierno a la derecha si podían evitarlo.
La votación al candidato a Presidente dio como resultado la investidura de Mustafa Aberchán, que obtuvo 14 votos: los cinco de su partido, los siete del GIL y dos del PSOE. Los dos diputados socialistas habían desobedecido las órdenes expresas del Secretario de Organización, Ramón Jáuregui, que montó en cólera al conocer la noticia.
Unos pocos días más tarde, y tras una fuerte presión desde la organización federal de los socialistas, tanto Román Dobaños como Malika Mohamed, los dos diputados de ese partido, renunciaron a sus actas como Diputados Locales, y corrió la lista.
Inauditamente, el interés público en Melilla no se concentraba en lo que hacía el gobierno de Aberchán sino en lo que hacía la oposición. PP y UPM se decantaron por la presentación inmediata de una moción de censura, que sería apoyada por los dos nuevos diputados del PSOE. Sin embargo, hacían falta también los votos del PIM y, además, volver a negociar quién obtendría la Presidencia. PP, PSOE y UPM tenían un candidato claro: Juan José Imbroda; sin embargo, para apoyarla, el PIM exigía la Presidencia de Palacios como condición indispensable, por lo que, finalmente, tampoco pudieron llegar a un acuerdo. Por otra parte, Palacios había ya negociado con Aberchán su incorporación tardía al gobierno, obteniendo, a cambio, importantes cargos en su estructura.
Curiosamente, Bohórquez había desaparecido editorialmente desde el día de las elecciones, el 13 de junio de 1999, cuando ofreció, como hemos comentado, la mejor de sus “perlas”, hasta después de formado el gobierno. ¡Qué raro!, ¿Sería casualidad, o un intento de “esperar y ver” y luego reposicionarse como el salvador de la patria, por supuesto a cambio de dinero público?
EL AUTOR
Julio Liarte Parres es economista y funcionario de la Ciudad Autónoma de Melilla. Prestó sus servicios en el Ministerio de Trabajo, precisamente en el departamento encargado de las ayudas a empresas de nueva creación; y luego ha hecho lo propio como gerente de la empresa pública Proyecto Melilla, SA, entidad especializada creada por el entonces Ayuntamiento de Melilla para fomentar la creación de empresas y empleos en la ciudad.
En la actualidad es diputado autonómico y portavoz del grupo Populares en Libertad (PPL), un partido escindido del PP y que lidera el ex presidente de la Ciudad de Melilla, Ignacio Velázquez Rivera.
Don Jesús Gil cuando piso Marbella estaba esta invadida por yonquis,vagos
y maleantes en sus zonas mas emblemáticas que lo habían copado todo, la ciudad principalmente estaba degradándose por momentos a extremos bochornosos. El saneo todo y devolvió Marbella al esplendor. Después una corte de compañías y asesores INADECUADOS y palmeros codiciosos
trajeron lo que hoy tenemos …
Conocí a D. Jesús Gil, persona muy grata pero seria en sus decisiones : se metía en aquello que creía. Por supuesto, como todos, que tendría sus errores graves pero Marbella estuvo a nivel mundial; los Ayuntamientos GIL en su sitio; la gente contenta; no digamos en Ceuta. Que le gustaba el dinero fue una verdad como un templo pero ¿a quién no?, eso sí, todo lo organizaba él y repartia. Actualmente, no es así y así nos va con el descontento hacia lo político. Chocó con Psoe de la Junta pero no con sus diriggentes. De joven, de su… Leer más »
vuelve jesus gil,desde su domicilio actual para dicer a los lectores de este foro que cada dia dais mas y mas asco, basta de racismo y odio.y de paso para deciros que el infierno os esta esperando.
yo siempre apoye a GIL y el pp lo mato a disgustos porque era un hombre que aunque hiciera lo que hiciera que todos lo siguen haciendo este hombre donde estubo en Marbella la puso en lomas de lo mas y os que lo criticabam cuando murio vaya si robaron dejaro el ayuntamieno vacio se llevaron hasta las telarañas una veguenza y con Gil los policias era los mejor pagados de España y funcionaban a la perfeccion no veias yonkis ni nad de eso y cuando decian muchos que estaba la mafia viviendo alli yo contesto si la mafia vive… Leer más »
tengo entendido que el GIL era antimoro y que queria españolizar ceuta y melilla
pero los inmigracionista del PP se pusieron manos a la obra para destruir la persona de jesus gil ,