Por Enrique de Diego.- El 26 de noviembre de 2011, me acomodé en el AVE para volver a Madrid. Había sido un viaje grato y fructífero. Desde hacía tiempo, tenía ganas de reunirme con los miembros de la Plataforma de las Clases Medias de Barcelona para transmitirles que íbamos a pasar por una etapa en la que Mariano Rajoy, el Gobierno y el PP iban a ceder ante CiU, pero que ese riesgo pasaría, sería efímero porque los patriotas de toda España no íbamos a ceder. Cataluña ha sido, es y será siempre España.

Encontré a la gente bien dispuesta de ánimo y algunos reencuentros fueron entrañables y satisfactorios. Era uno de esos momentos de alegría íntima, que deseas saborear en quietud, en la plácida sencillez del sentido del deber. Esa soledad acompañada del AVE parecía un marco adecuado para recrearse y rememorar lo vivido. Sonó el móvil. Uno de esos momentos en que desearías haberlo apagado o añoras el mundo en el que sólo había fijos. Era Carmen de Tienda, presidenta de la patronal del taxi de Barcelona, y contertulia de años de mi programa, con la que tengo muchos desencuentros, muchas discrepancias, pero también una sólida amistad. Nos caemos bien y no podemos evitarlo. Le agradecí la cena en su casa con su agradable familia. Había sido una buena conversación, divertida. Lo que quería transmitirme Carmen era que: “Losantos se mete contigo en libertaddigital”.

Le dije que no se preocupara. Estaba acostumbrado a que pidiera mi cabeza a Ariza, unas veces de manera elíptica y otras con nominación expresa. ‘¿Cómo puedes tener contigo a un periodista así?’, o “Julio, te vas a condenar”, eran el tipo de memeces que me transmitían, de tanto en tanto, como dichas por Losantos, aunque siempre era en la radio. La novedad era que, por primera vez, utilizaba lo único que en realidad funcionaba de su aparente Grupo para agredirme. Entré en internet. Se trataba del adelanto de un nuevo libro y se refería íntegramente a mí. Resultaba contradictorio que me calificara de “personaje menor” y me prestara tanta atención. Normalmente, el autor elige para el adelanto el pasaje del libro que considera más significativo o el que tiene más gancho comercial. Lo lógico es que Losantos hubiera reproducido páginas referidas a sus tormentosas relaciones episcopales.

No me iba a amargar el viaje y puse en mi twitter que el lunes contestaría a la agresión. El extracto hacía referencia a la presentación de mi libro Conspiranoia, de como mintieron y manipularon El Mundo y la COPE sobre el 11-M. Parecía conceder a ese libro y a ese acto un efecto determinante en que no se le renovara el contrato en la COPE, algo que está muy lejos de ser realidad. La razón es perfectamente inteligible y Losantos ha perdido tanto el sentido de la realidad que en su prolijo y atorrante libro no es capaz de detectarla aunque deja más pistas que migas Pulgarcito. Luego hablaremos de eso. Losantos hace el periodismo que haría el niño acomplejado y perverso si le dejaran un micrófono durante el recreo, con tal cantidad de motes y epítetos, que su visión de la realidad parece la de un cómic.

Como suele decir un buen amigo, el problema no es que alguien se crea Napoleón, sino que los demás le sigan el juego y se lo crean, a su vez. Y lo relevante en Losantos es el protagonismo alcanzado durante unos años en la vida pública española, lo cual no muestra más que la degeneración de las mentes y el reblandecimiento de los espíritus. Losantos es una manifestación de decadencia. Las cuestiones interesantes son del tipo de cómo pudo liderar Losantos una cadena confesional católica, como mis compatriotas pudieron atender a sus diatribas, y no por qué no se le renovó el contrato en la COPE, que eso parece de una lógica tumbativa. De hecho, el libro –prestado por una oyente y leído, casi como una penitencia- no está bien titulado, pues el título correcto sería “Autolinchamiento” (un amigo con mayor intencionalidad sugiere el de “Relinchamiento”).

Lo inquietante es que el adelanto de su libro se titulaba “la extraña alianza entre Intereconomía y el PSOE”, que era como reflejaba en su mente delirante Losantos la presentación de mi libro. Estuve por carcajearme. El texto mostraba una capacidad inmadura e infantil para la manipulación. No decía una sola verdad, pero me temo que Losantos nunca lo ha pretendido. Tiendo a pensar que ni tan siquiera sabe diferenciar entre la verdad y la mentira. Mentalmente nunca ha abandonado el mundo del totalitarismo en el que creció.

Él mismo ha estampado en el prólogo a la segunda edición de su libro “Lo que queda de España” que las tácticas comunistas que aprendió son un buen método para la defensa de la libertad. Lo cual es una manera bastante adolescente de proclamar que el fin justifica los medios. Mientras en Julio Ariza la corrupción moral ha sido progresiva, en Losantos es originaria, juvenil. Porque el título no tenía nada que ver con lo sucedido en la presentación de Conspiranoia –libro que tanto le escuece y con razón- sino que era una directa requisitoria a Ariza, una petición directa de mi cabeza por el pequeño coronel Lynch en tono de ultimátum, un tiro por elevación.

La cuestión es que Losantos no es nada ni nadie sin Esperanza Aguirre, no es otra cosa que un mantenido y subvencionado por Esperanza Aguirre, que es la que ha alimentado en todo momento esa grosera mentira sobre el 11-M con la que Pedro J y Losantos han ofendido a las víctimas y han vilipendiado a los héroes durante siete años. La conspiranoica por excelencia, la jefa de los conspiranoicos es Esperanza Aguirre. Porque la conspiranoia siempre ha sido una mentira política. Y Julio Ariza es tan lacayo de Esperanza Aguirre como Losantos, el torpe linchador, así que deduje que la cosa estaba fea. Ambos eran fracasados en estado de descomposición y desesperación y en ese tipo de hundimientos se tiende a la crueldad gratuita, a morir, matando.

Otro nombre que muestra la intensidad de la relación oscura de Intereconomía con la ‘esperanza conexión’ es Ildefonso de Miguel. Estamos ante el hombre de los trabajos sucios del PP de Madrid, primero, y de la Comunidad, después. Del hombre de confianza de Ignacio González quien a su vez lo es de Esperanza Aguirre. Ildefonso de Miguel ha tenido buen cuidado de no tener cargos orgánicos en la estructura del Partido Popular, pero fue el hombre clave en el tamayazo, su diseñador, y también es el que establece las estructuras prebendarías del partido en los pueblos y el que lleva las relaciones con los medios amigos, en el sentido más mercantilista y opaco. Fue Ildefonso de Miguel el muñidor del amañado concurso de licencias de televisiones locales que se falló el 5 de agosto de 2005 y por el que obtuvieron las correspondientes licencias Cadena Cope, Libertad digital, Intereconomía, El Mundo, Onda Cero, Kiss FM y el productor Enrique Cerezo. Un elenco de lo más granado de la derecha mediática, el aparataje propagandístico de Esperanza Aguirre en estado puro.

Ildefonso de Miguel era, pues, el conseguidor de la Comunidad de Madrid y el que, en buena medida, llevó a Esperanza a la presidencia; el que, por ejemplo, contrató a José Antonio Expósito como guardaespaldas de Tamayo y el que mantuvo los contactos con éste. Cuando se alcanzan estos niveles de poder en las alcantarillas, se tiende a perder el control y a desarrollar un sentido alucinado de impunidad. Dicho en román paladino: se une la política y los negocios, se busca el enriquecimiento. El 27 de diciembre de 2005, las cadenas primadas con la correspondiente licencia de televisión local formaron la sociedad Teledifusión Madrid, destinada a la difusión de las señales de las nuevas teles, a razón del 10% del accionariado cada una y el 30% restante Centanor Spain, una sociedad constituida un mes antes, el 17 de noviembre de 2005.

Hete aquí que el administrador único de esa empresa resultaba ser Fernando Rueda Puente, cuñado de Ignacio González, vicepresidente de la Comunidad de Madrid. Y, más aún, el accionista mayoritario no era otro que Ildefonso de Miguel con el 33% del capital. Es evidente que las concesiones incluían la correspondiente mordida de contratar con esa empresa. Ildefonso de Miguel era al que a todos acudían para saber las posibilidades de recibir una licencia amiga.

Otro escándalo del personaje fue, cuando en calidad de gerente del Canal de Isabel II, concedió la puesta en marcha y la gestión durante cinco años de un campo de golf en pleno centro de Madrid, en terrenos del Canal, por 3,2 millones de euros, aunque el precio inicial de la licitación era de 1,5 millones, a un consorcio de empresas formado por Tecnoconcret, Soto Once e Indium. El campo de golf fue inaugurado por Esperanza Aguirre el 28 de marzo de 2006. El administrador único de Tecnoconcret, una empresa sin experiencia alguna en el sector, era José Antonio Clemente Martín, socio de un hermano y de un cuñado de Ignacio González.

La evidencia de que las tramas internas de poder y de negocio en la Comunidad de Madrid pasaban por Ildefonso de Miguel llevó a que fuera espiado por los hombres de la Consejería de Presidencia, de Francisco Granados, el rival político de Ignacio González.

Ildefonso de Miguel es quien acompaña a Ignacio González en el misterioso viaje a Cartagena de Indias y uno de los de los dossier más abultado en el caso de los espías de la Comunidad de Madrid, en el que se reseña su crecido patrimonio, entre el que se cuenta una bodega de vino Ribera de Duero, precisamente a la que CajaMadrid, controlada por el PP y Esperanza Aguirre, le compró vino por valor de miles de euros para regalos de Navidad. Con el dinero de otros, hacen fiesta los devotos.

Ildefonso de Miguel convirtió el Canal de Isabel II en una cloaca de pelotazos. Una funcionaria desveló, por ejemplo, que se habían desviado 4,5 millones de euros de ayudas comunitarias hacia la constructora Sacyr. El diluvio que hizo reventar el Canal fue el contrato urdido por Ildefonso de Miguel con Atento, empresa del Grupo Telefónica, para gestionar por 24 millones de euros, durante 4 años, el call center, el departamento de atención al cliente, pasando del servicio gratuito a un 902. Los partidos de la oposición, PSOE e IU, pusieron el grito en el cielo y la situación de Ildefonso de Miguel se hizo insostenible. Con su fiel María Luis Carrillo, quien, junto con su amiga María Luisa Soto, había incrementado disparatadamente el departamento jurídico del Canal de Isabel II, lo había convertido en un predio, sin control, a su propio servicio y beneficio.

Estamos ante un paisaje familiar: Comunidad de Madrid y Telefónica, pelotazo, negocio oscuro. El mundo de Ariza en el país de las influencias. El 29 de julio de 2009 estaba convocado el Consejo de Administración del Canal de Isabel II. El principal punto del orden del día era someter a votación la solicitud de destitución de Ildefonso de Miguel. El trámite no se llevó a efecto. Ildefonso de Miguel anunció a bombo y platillo que abandonaba su puesto porque había sido fichado por Intereconomía. El tamayazo seguía pasando factura y cumpliendo la función del concreto entre Intereconomía y la Comunidad de Madrid, porque Ildefonso de Miguel nunca tuvo función real en el Grupo Intereconomía, sino que se le buscó esa salida de manera urgente, permitiéndose incluso Esperanza Aguirre, en gesto bizarro de supina hipocresía, de exigir la cabeza de Ildefonso.

Intereconomía servía, de esa manera, como sucursal de las cloacas de la Comunidad de Madrid, como letrina. Me ha costado ponerle cara a Ildefonso de Miguel, que nunca se ha prodigado en los medios, y he tenido que recurrir a fotos. Alguna vez creo haberle visto por los pasillos de Castellana. Tuvo, según he sabido, despacho en la novena, pero nunca hizo nada real. Bueno, había sido, por ejemplo, el que había concedido la licencia por la que se emite Intereconomía Bussiness. No se puede denunciar la corrupción cuando se participa de manera tan impúdica en ella.

El sábado en que Losantos me atacó, tenía que salir mi artículo habitual de La Gaceta y Carlos Dávila, otro de los conspiranoicos oficiales, y aún más fracasado, vetó su publicación. Se trataba de una acción coordinada. Es sencillo de entender: Dávila es contertulio de Losantos y lo es dentro de un pacto establecido con Julio Ariza. A cambio también de que Intereconomía cede señal de TDT a esradio, Losantos había asistido semanalmente a “El gato al agua”. Si tenemos en cuenta que Ariza, por experiencia, puesto que hubo de vender, a buen precio, las acciones de Libertaddigital, no se fía de Federico y Losantos no puede ver ni en pintura al católico Ariza, la vía de conexión en esta trama mediática es la presidenta de la Comunidad de Madrid.

Pocos días después, el adelanto del delirante libro en el que Losantos refleja su completa pérdida del sentido de la realidad había cambiado de título en su digital (no así en el libro) y había pasado a ser el más real de “Enrique de Diego y los policías del 11-M”. Eso es un título periodístico y no la patraña de Losantos cuyo sectarismo ya no lo soporta ni Alberto Recarte, quien no abandona el barco naufragado e irrelevante de esradio por la comprensible razón de que fue el allegó amigos, con sus fondos, a la aventura y ahora no sabe por dónde tirar.

Me siento muy orgulloso de Conspiranoia, de su presentación y de haber plantado cara a Pedro J, Losantos y Carlos Dávila que durante ocho años no han hecho otra cosa que mentir y manipular sobre el 11-M, que vejar a las víctimas y perseguir a los héroes. Como dice mi amigo, lo grave no es que alguien se crea Napoleón sino que los demás le crean y le sigan la corriente y es lo que sucedió con esa burda patraña de la conspiranoia, en donde no hay ni brizna de verdad. Es muy grave que se la inventaran –lo hizo Pedro J Ramírez y El Mundo escribiendo la historia más negra del periodismo español- pero lo es mucho más que les siguiera una parte importante de la población española. Eso dice muy poco de los españoles de estos años, o concretamente de los conspiranoicos, de los seguidores de Pedro J y Losantos que han demostrado escasas luces y nulo espíritu crítico.

Cuando se celebró la presentación, el 15 de noviembre de 2007, la delirante mentira de Pedro J, voceada a todas horas por Losantos, que es un simple satélite del director de El Mundo, esa grosera e infantil mentira, que pasaba por negar la autoría islamista de la masacre de Atocha, estaba en pleno apogeo y muchos en la derecha sociológica la seguían a pies juntillas. Siempre fue un buen negocio y una nauseabunda operación política de una facción del PP. Se necesitaba valor para enfrentarse a esa cloaca de intereses mediático-políticos y lo tuve y lo seguiré teniendo porque las sociedades no sobreviven cuando aceptan la mentira o cuando no erradican de la vida pública a gentes que les miente compulsivamente como Pedro J Ramírez, su satélite Losantos y Carlos Dávila, mero eco.

La presentación de Conspiranoia se hizo en la sede del SUP, en Carabanchel, y participaron José Manuel Sánchez Fornet, secretario general del SUP, José Ángel Fuentes Gago, presidente del Sindicato Profesional de Policía y José María Fuster-Fabra, prestigioso abogado del SPP y de la Asociación 11-M Afectados por el Terrorismo. El PSOE no estaba representado. El SUP no es el PSOE. Sólo una mente simple, atrapada en su totalitarismo juvenil, es capaz de tales confusiones y tan tremendas tergiversaciones. Los que les siguen, cada vez menos, se denigran a sí mismos en su dignidad. Eso no es periodismo ni por el forro, sino la instalación en la alucinación. Losantos no es Napoleón ni tampoco Antonio Herrero, aunque parece creerse un mix. Lo perverso es que mucha gente lo creyó el pequeño Napoleón y él perdió pie.

Por supuesto, yo no representaba a Intereconomía, sino que acudía con mi lucidez y mi coraje. Y me la estaba jugando. La libertad tiene un precio y estoy siempre dispuesto a pagarlo. Siempre estoy dispuesto a defender a mi Patria, a las víctimas y a la verdad. El que Losantos haya sido víctima del terrorismo añade gravedad a su villanía de ocho años de mentiras y vejaciones a las víctimas.

Vuelvo a la presentación en ese glorioso 15 de noviembre de 2007. En realidad, me la estaba jugando y era consciente de ello. En tres ocasiones había sido llamado por Julio Ariza para prohibirme taxativa y agresivamente que me callara sobre el 11-M. Tenía terminantemente prohibido hablar del 11-M en cualesquiera de los medios de Intereconomía. Se me dijo, en más ocasiones, que Esperanza Aguirre estaba pidiendo mi cabeza porque me estaba metiendo con su mantenido, Jiménez Losantos. Tuve que recurrir a publicar artículos en periodistadigital.com, acogido por Alfonso Rojo. No hubo ningún periodista de Intereconomía en la presentación y, por supuesto, no se dio la más mínima información del evento. Losantos, en su pequeña egolatría, se ha creado su universito cerrado en el que chapotea y lo curioso del personaje es que se cree sus mentiras.

Me cabe el honor de que en esa presentación estuvo presente Pedro, el tedax, que había sido el heroico policía que, con arrojo y riesgo de su vida, había desactivado la llamada ‘mochila de Vallecas’, la que se encontró en la Comisaría del Puente de Vallecas y llevó hasta el Parque de Azorín para desactivarla y encontrar las pruebas que llevaron a la detención del asesino Jamal Zougam, uno de los peores asesinos de la historia de España, y luego a la localización del piso de Leganés donde se suicidaron El Chino, El Tunecino y otros cinco terroristas islámicos y donde entregó la vida ese gran patriota, el heroico geo, Francisco Javier Torronteras.

Defiendo una España y una sociedad donde haya tedax como Pedro que se jueguen el tipo por los demás y donde les sea reconocido su mérito y su valor y no una España donde se practique el mercantilismo con la mentira como han hecho Pedro J y Losantos, que han estado repitiendo hasta la náusea que aquella mochila era falsa y que Pedro es un impostor, que puso una pista falsa. Mentirosos compulsivos y sin escrúpulos. A la postre, todos necesitamos que haya tedax como Pedro, porque la próxima vez –ojalá no la haya nunca- seguro que Pedro J y Losantos no se llevan una mochila-bomba solos en su coche hasta un descampado y meten la mano en el explosivo e inspeccionan el cable. Yo, ese 15 de noviembre de 2007, defendía esa España donde Pedro es posible. Y defendía a las víctimas y honraba con veneración la memoria de Francisco Javier Torronteras.

Es lo que iba a seguir haciendo en noviembre de 2011, aunque manifiestamente Losantos hubiera pedido mi cabeza. Recurrí de nuevo a periodistadigital.com para contestar. Cuando se hizo pública la sentencia del juicio del 11-M, redactada por el juez Gómez Bermúdez, Ariza reunió a todos los jefes y jefecillos del Grupo y se pavoneó de que el Grupo podía felicitarse de que no hacía variar ni un ápice la línea informativa de Intereconomía. A pesar de que me había silenciado, me había censurado; a pesar de que el Grupo –Antonio Jiménez, Xavier Horcajo o Pilar García de la Granja, por ejemplo- había sido, con mi única excepción, conspiranoico, allí estaba Ariza pavoneándose de ‘su’ éxito informativo, sin citarme, por supuesto. Hasta que alguien tuvo la deferencia de señalar que esa supuesta línea informativa era exclusivamente la mía. Es decir, Ariza sabía que la conspiranoia era una burda patraña, pero también sabía que era la burda patraña de la ambiciosa Esperanza Aguirre. Y como yo sabía ambas cosas, descontaba que no iba a contar con ningún respaldo respecto a la agresión del mantenido de Esperanza, Losantos.

Deduje también ese 26 de noviembre de 2011, mientras el AVE se comía los kilómetros, que iban a volver todos a la matraca conspiranoica. En efecto, a la semana siguiente, abismándose en la inmoralidad y en la inmundicia, Pedro J y El Mundo, con el mariachi Casimiro García-Abadillo, abrieron una furibunda campaña a favor del asesino Jamal Zougam, con la misma vehemencia, la misma estupidez y la misma falta de fundamento con la que habían perpetrado la de la inocencia de José Emilio Suárez Trashorras, el proveedor de los explosivos de Mina Conchita. Contesté desde periodistadigital.com, porque tengo muy claro y muy interiorizado que la conspiranoia es la perniciosa mentira de corrupción moral de la derecha sociológica, amén de una operación para controlar al PP, a favor del sector de Esperanza Aguirre contra Mariano Rajoy, aunque eso es harina de otro costal. Les quedaban pocos cartuchos por quemar, ya estaba Mariano Rajoy camino de La Moncloa –y no Esperanza Aguirre, que ni siquiera se presentó como candidata en el Congreso del PP de Valencia- y un grupo de medios en penosa situación económica y un grupo de pseudoperiodistas
desacreditados necesitaban rehacer sus alianzas para presentar un frente unido que les permitiera negociar con Rajoy alguna subvención, que trasladara al contribuyente las facturas de sus inmensos errores: la compra de Recoletos, por ejemplo, en el caso El Mundo; la marginalidad creciente, en el de Losantos; el cúmulo de ellos de Ariza, entre los que no era menor su entreguismo a Carlos Dávila.

Venían a por mí. Era obvio. Existen, por supuesto, las conspiraciones. Pedro J, Losantos, Ariza y Dávila llevan con una, basada en la mentira, ocho años, a las órdenes de Esperanza Aguirre. Las conspiranoias son negaciones de la realidad, que se blindan a ella y, por ende, inventan mentiras cada vez más gruesas y absurdas. No faltaron los avisos de los amigos y de las personas queridas de que me iban a echar y las recomendaciones de que me callara. Hacerlo sería dejar de ser periodista que es lo que les ha sucedido a todos ellos.

Antes de que Losantos pidiera poner, a la manera de un pequeño coronel Lynch, mi cabeza en la picota, en el programa Dando caña, Javier Algarra arremetió contra Pedro J Ramírez y su satélite Losantos, reproduciendo declaraciones muy insultantes –Pedro J le llamaba “antropófago político”- contra Mariano Rajoy, previas al Congreso de Valencia, que es donde se dirimió todo lo relativo a la conspiranoia, siendo lo demás mera prórroga, aquello de mantenella y no enmendalla.

Estuve en ese programa. Interpreté que si hacía eso Algarra –al que en su peculiar tendencia infantil al mote, Losantos denominaba algarrobo- sería bajo el dictado de Ariza, que es como sucede todo en Intereconomía, y a la hora de opinar sobrevolé sobre la materia centrándome en que Losantos había mercantilizado el liberalismo, lo había desacreditado y lo había convertido en un chiringuito para beneficio propio, inhabilitándolo como corriente regeneradora. No descarto que fuera una trampa, desde luego lo fue, claramente, el último Dando caña, el 9 de diciembre de 2011. Ahora hablaré de él y del papel patético que escenificó Rodrigo Gavilán.

En el Dando caña del 22 de noviembre de 2011 la que se explayó fue Susana Burgos, siempre dispuesta a exagerar la consigna. Al día siguiente, Javier Algarra tuvo que pedir perdón y clemencia a Losantos, Susana Burgos siguió yendo y a mí me castigaron a no ir durante dos semanas.

El 9 de diciembre de 2011 salí por última vez en Intereconomía TV. Ese día presentaba Juan Luis Ocaña, director de informativos de fin de semana.

Primero salió Rodrigo Gavilán con una de esas falsas exclusivas a las que se ha hecho tan aficionado y que le inhabilitan para el ejercicio del periodismo y le abocan a volver a patrullar las calles, algo que odia cordialmente. Establecía una esotérica relación entre el 11-M y el caso Faisán. A Gavilán le pierde una vanidad enfermiza e inmadura. No puede resistirse a una cámara y a diez minutos de protagonismo. Su falsa exclusiva era un delirio inconsistente, una fabulación. Se me preguntó mi opinión y dije que ya había escrito un libro sobre el 11-M y que me remitía a él. Añadí que quería rendir homenaje a la memoria de Francisco Javier Torronteras, al heroísmo de Pedro el tedax y a la profesionalidad de Sánchez Manzano, injusta y absurdamente perseguido. Estaban entre los contertulios dos de los más consumados confidentes y aduladores de Ariza, el inevitable Josep Maria Francás y Susana Criado, quienes, junto con Juan Luis Ocaña, tenían un inusitado interés en conocer mis opiniones sobre la conspiranoia. Era una encerrona: mostrarme a los hooligans de tanto poco conocimiento como los contertulios y el presentador como un disidente.

Cuarenta y ocho horas después se me despidió. Eso es materia de otro capítulo.

Ariza entregó mi cabeza a Losantos en aras de la conspiranoia, en vísperas del final del recorrido de esa mentira, hundiéndose así en el más absoluto ridículo. Losantos se cree sus propias mentiras. Llega a decir que llora por las víctimas del 11-M, a las que ha vilipendiado y vejado con sus estúpidos delirios, y que “no hemos hecho nada mejor ni más honroso en nuestra vida periodística y, por tanto, en nuestra tarea cívica”. La confirmación de un fracaso moral sin paliativos. Todavía ni se ha enterado que sus atorrantes mentiras repetidas una mañana sí y otro también contra el comisario Rodolfo Ruiz fueron la causa decisiva del suicidio de su esposa, Magdalena, enterrada en una mañana fría. En su desfachatez, en su libro, donde exhibe su confusión mental, se presenta a sí mismo como una víctima insultado por una joven -¡cobarde! ¡asesino!- cuando iba a entrar al juicio de la demanda presentada contra él por el citado comisario. Atrapado en su pequeño universo de egolatría y de su trama de simplismos indigentes, se presenta insultado “por los de Pilar Manjón”, cuando era la hija de Rodolfo Ruiz y de Magdalena.

En el fondo su estomagante libelo es perfectamente prescindible. La noticia, en sentido pleno, no es que la COPE no le renovara el contrato, que es de una lógica aplastante que él ni tan siquiera huele, sino que alguna vez fuera contratado por ella. No es que Losantos sea ateo, que lo ha proclamado siempre, es que su trayectoria es furibundamente anticatólica y proabortista. Mucho antes que Bibiana Aído, el pequeño coronel Lynch consideraba el aborto un derecho –“la cuestión del aborto es de principio. o decide la madre el futuro –o no futuro- del feto o lo decide la sociedad” o “lo que hay que hacer es una buena ley del aborto y dejar de poner parches”- y propugnaba que la derecha lo abanderara –“la derecha ha de asumir y defender un laicismo radical, dejando las creencias y las leyes limpias de resabios teológicos. Fue la derecha la que despenalizó el aborto en Francia y, por eso, entre otras cosas, ha sido creíble que podía dar más libertad que los socialistas”-.

En su anticlericalismo enfermizo, cuando, en tiempos de Juan Pablo II, se hizo público que el Vaticano ponía en marcha una televisión, escribió, hilando mamarrachada tras mamarrachada: “¿y lo que va a mejorar nuestra salud sexual? Bellísimas monjitas, apenas púberes, anunciándonos la novena, rezándonos jaculatorias perfumadas. ¡Qué placer! Y con el vídeo, vamos, con el vídeo es que va a ser, como diría Cid Cañaveral, la hostia. A la hora del dulce revolcón o del pecado solitario poner un Réquiem, un Dies Irae, un De Profundis. Aaaaahhhhh…”.

Que una mente tan degenerada, así haya estado en una cadena confesional marca uno de los puntos más bajos de la Iglesia católica en España. Si a ello se suma el acompañamiento de César Vidal, un evangélico obsesivamente anticatólico, autor del libro El mito de María, es para dudar muy seriamente de la fe católica de la jerarquía española.

El que no se le renovara el contrato eso sí que no tiene misterio alguno. Es la consecuencia lógica de un autolinchamiento. Losantos es un politicastro que optó por una facción del PP que ni tan siquiera compareció al Congreso de Valencia, porque Esperanza Aguirre amagó mucho pero no se arrancó. Losantos es su mantenido y su lacayo. No tenía ningún sentido que la Conferencia Episcopal estuviera enfrentada con el PSOE y con el PP al tiempo.

El nivel de servilismo que exhibe el pequeño coronel Lynch en su libelo es de vergüenza ajena. Esperanza Aguirre llega a actuar como su mentora y su portavoz, de manera agresiva y maleducada, ante Juan Carlos; Losantos asiste a la inauguración de la casa de Ignacio González, vicepresidente de la Comunidad de Madrid, como si fuera del servicio, y desde allí Esperanza Aguirre llama a Mariano Rajoy para que presione a Alberto Ruiz Gallardón para que retire la demanda contra el pequeño coronel Lynch; incluso cuando acude a Roma a entrevistarse con el cardenal Antonio Cañizares, lo hace acompañado de Luis Herrero, un político del PP, al fin y al cabo, y de Eduardo Zaplana, que se supone que no pinta nada y que es quien reserva restaurante. ¡Qué el lacayo Losantos pretenda ir de independiente y de crítico es de aurora boreal!

La salida de Losantos de la COPE, poco tiene que ver con el 11-M, es simplemente la consecuencia de su opción por Esperanza Aguirre y lo que llama la facción liberal del PP. El mismo habla de dos líneas en el PP: “la de Rajoy y el PP de Aznar y la de Rajoy que para conservar su liderazgo se identifica con Gallardón”. El apostó por el PP de Aznar que había pasado a ser el PP de Esperanza Aguirre, con Ángel Acebes y Eduardo Zaplana, finiquitados tras el 11 y el 14 de marzo de 2004, y ese PP perdió la batalla interna. La conspiranoia siempre fue una operación política, una mentira para salvar a ese “PP de Aznar”; una invención, un trágala para sostener a ese Acebes, que como ministro del Interior debía haber desaparecido de la vida pública, y ese Zaplana, que como portavoz había terminado también su carrera política. Veremos más adelante como el mantenimiento de “ese PP de Aznar” era fundamental para el negocio de Pedro J Ramírez y Unidad Editorial y para la permanencia del atorrante Losantos en las mañanas de la COPE. También veremos como entrambos produjeron el linchamiento de José Antonio Zarzalejos como director de ABC, aunque ahí, de nuevo, la inquisidora fue Esperanza Aguirre, una falsa liberal que hace campaña como la más estatista en sanidad y educación, y que practica la persecución mediática. Porque la conspiranoia era una pura invención, una absoluta mentira sin pies ni cabeza, sus gurúes siempre han actuado con un histérico sectarismo, pues era fundamental imponer el monopolio: era una mentira de derechas. Corruptor relativismo. La mentira no es de derechas ni de izquierdas. Es, simplemente, mentira. Si estos son liberales, ¡cómo serán los estalinistas! Losantos, mentalmente, en los medios, parece que nunca ha dejado de ser maoísta, ni haber salido de la adolescencia.

Ya he dicho que se cree sus mentiras ¡hasta llorar por las víctimas a las que ha vejado de continuo! Mentiras, no de matiz, sino al peso. El pequeño coronel Lynch repite en su libelo mentiras groseras reiteradas durante ocho años como que “no se hicieron autopsias” a los suicidas de Leganés, cuando, obviamente, se hicieron, y se conocen, o que “en los trenes explotó cualquier cosa menos Goma 2 ECO”, cuando lo sabemos todo del explosivo de Mina Conchita, como no se sabe de cualquier otro explosivo de nuestra terrible historia de la lacra terrorista: quién lo vendió -Suárez Trashorras-, por cuánto, cómo lo trajeron El Gitanillo, y luego El Chino, tenemos la mochila de Vallecas el intento de atentado en el AVE a la altura de Mocejón, y muestras en todos los focos. A Losantos le da igual. Lo grave es que, hasta ahora, en España mentir sale gratis, incluso ha sido rentable, aunque ya se ha acabado y Losantos desaparecerá pronto por el sumidero de la historia con su matraca y entre el desprecio general.

Ya digo que éste es un caso de corrupción moral permanente. La corrupción moral suele dar paso a la corrupción material; con frecuencia, se hermanan. Losantos -ya hemos visto- no es más que un lacayo, un mantenido de Esperanza Aguirre. Losantos ha inventado el liberalismo subvencionado. Junto con Aznar, en la FAES, que hace lo mismo. Deberían patentar el engendro, el monstruo. Losantos es el padre del liberalismo egipcio, con las manos puestas en posición mendicante, para ver qué cae. Por de pronto, su ama, su señora, le concedió una emisora de radio en Madrid, en un concurso en el que competía con la COPE, la empresa que le pagaba y ¿todavía ha de presentarse, en su patética indecencia, como víctima de un linchamiento porque no le renovaran el contrato? Esa concesión la comparte con Pedro J Ramírez, con Unidad Editorial, que posee el 40% de las acciones de esradio, el chiringuito del pequeño coronel Lynch. El lacayo bufón de la casta parasitaría.

El liberalismo egipcio losantiano no tiene escrúpulos morales en vivir del contribuyente, en utilizar en beneficio propio fondos y bienes públicos. En mezcolanza escandalosa de lo público y de lo privado, esradio emite desde el Canal de Isabel II, por la complacencia de Esperanza Aguirre. El chiringuito de Losantos tiene antena en terrenos del canal de Isabel II en el Cerro de Buenavista, en el municipio de Getafe, ya lindando con el de Leganés. Se trata de un cerro elevado de 705 metros, desde el que la cobertura es amplia. No paran ahí el latrocinio y la depredación. Como sinecura, el chiringuito de Lossantos tiene otra antena que emite desde el depósito elevado en la calle Hermanos García Noblejas, donde también está el repetir de La Otra. Se trata, en ambos casos, de suelo público. Según todas las fuentes que he consultado, nunca ha habido contraprestación económica. Una emisora privada emitiendo desde suelo público. Aunque, bien mirado, en propiedad, Losantos es La Otra bis de Esperanza Aguirre, más falsa, en cuento liberal, que un Judas de plástico.

Del libro “Dando caña” (Editorial Rambla)

Para su adquisición:

http://www.elcorteingles.es/tienda/libros/facet/facetGlossary.jsp?removeAllFacets=true&trailSize=1&search=busqueda&addFacet=SRCH%3adando+ca%C3%B1a