Cuando Víctor Manuel Fernández recibió el acaramelado mensaje de aquella «atractiva rubia» pensó que había comenzado una interesante relación. Y quizá algo más. La guapa joven le hacía caso, le mandaba correos y fotos. Le decía que se deshacía en ganas por conocerle, por viajar de Rusia a España movida por «amor».

Si a usted le ocurre algo parecido en los trasiegos por internet, desconfíe. Posiblemente ni la rusa sea rusa ni las cartas lleguen de Rusia. Y la cosa no tiene nada que ver con amor, sino con dinero. El que una red intenta lograr a costa de los miles de solteros que trastean frente al ordenador en busca de esa chica que llene su corazón.

Estafa pura y dura. Su arquitectura es sencilla, pero ingeniosa. Los timadores toman fotos de jóvenes reales en redes sociales. Basta con el consabido ‘copiar-pegar’ para hacerlas suyas. Con esas imágenes de personas anónimas fabrican decenas de perfiles falsos. Pueden llegar a cambiar nombres, lugares de residencia y otros datos personales.

Eso sí, el ‘disfraz’ resultante suele ser siempre el mismo: una atractiva rusa o joven de Europa del Este. Ya tenemos el gancho. Comienza la caza. A partir de un mensaje de un internauta interesado en la supuesta rusa o mandando correos electrónicos en nombre de la chica captan a internautas de todo el mundo y los engatusan con cartas de amor prefabricadas, hasta el punto de hacerles creer que la chica en cuestión se siente atraída por ellos.

Cuando los sentimientos de la víctima están a punto de caramelo, la falsa rusa se muestra especialmente melosa. Dispuesta a dejarlo todo y viajar por amor. Es ahí cuando piden importantes sumas con la excusa de papeleos para el visado o para costear el trayecto. El afectado acaba sin rusa y sin dinero.

Darya Prokopiec se coló en la vida de Víctor a través de la pantalla de su IMac. Un buen día de octubre, navegando entre rostros de Facebook, se detuvo ante la rubia de ojos azules y le mandó un mensaje. «Hola guapa, ¿como estás?».

«Darya no tardó en responder y me invitó a conversaciones privadas a través de un correo electrónico», recuerda el militar valenciano, un soltero de 36 años. Las cartas se sucedieron. Él le mandó sus fotos, le dio sus datos y le abrió el corazón. Ella (o quien quiera que fuera) le mandó las suyas. Coquetonas pero decentes. Creíbles.

«Quiero ser cerca de tú»

A través de ‘e-mail’, la falsa rusa, de 28 años, desnudaba su alma poco a poco. Con un precario español más propio de un traductor electrónico que de una persona real, le habló a Víctor de su empleo como contable, de su ilusión por salir de Rusia y conocer a su «segunda mitad» en las redes de internet. Tras 13 cartas y un mes y medio de tonteo ‘online’, una Darya que asegura no tener teléfono contó al militar que había viajado desde su pueblo a Moscú ansiosa de obtener documentación para viajar a su encuentro.

«Quiero ser más deprisa cerca de tú», expone en el correo, al tiempo que pide al valenciano que le envíe 560 euros para el vuelo.
Pero Víctor no cayó en la trampa. «Al principio me decía que estaba bien económicamente y ahora me pide dinero… ¡Venga, hombre!». Ahora la falsa Darya dice estar tirada en Moscú, «sin dinero, sin posibilidad de pagar el hotel». Milongas que el valenciano ya no cree.

Otro al que intentaron estafar es a su amigo Francisco, informático de 42 años. Su inexistente rusa se le presentó recientemente a través de una conocida web de contactos sentimentales. «Me llegó un mensaje. Era una tal Helen que decía que le había gustado y quería conocerme», recuerda. «Sospecho que los estafadores buscan entre los perfiles de la gente a aquellos con cierto poder adquisitivo por su profesión».

En su caso, el intercambio de correo avanzó muy poco «pues mi amigo Víctor iba con ventaja en su trato con Darya y pude ver cómo acababa todo». Darya y Helen se han quedado solas y sin novio, pero siguen agazapadas en la red, a la espera de que el próximo soltero caiga atrapado por sus ojos azules.