La política de inmigración del PP ya no engaña a nadie. La colección de despropósitos daría para un tomo enciclopédico. Lo último ha sido ver a la presidenta de los populares catalanes, Alicia Sánchez Camacho, en el interior de una peluquería china de Blanes. ¿Qué hacía allí la susodicha? ¿Acaso promocionando el comercio foráneo, en una nueva demostración de tancredismo político? ¿Es así como los populares catalanes pretenden reactivar el maltrecho comercio autóctono, abocado a la ruina ante la competencia ilícita de establecimientos regentados por ciudadanos de otros confines? ¿Así es como entiende la casta lo de predicar con el ejemplo?

La instantánea fue captada por un colaborador de AD en la localidad barcelonesa. Según parece, la dirigente del PP se hallaba en la peluquería china acompañando a una amiga, lo que hace inevitable que nos preguntemos si es que ya no quedan peluquerías regentadas por españoles en Cataluña. De Llongeras a la permanente tres delicias. De Albert Catalán al moño primavera con bambú. La democracia española avanza como se ve a paso de cangrejos. Sus protagonistas, por fortuna no todos, han perdido la dignidad y el buen gusto capilar. Al menos la mujer de Artur Mas no deja su pelo en otras manos que en las de los artistas de Luís Llongeras. Algo es algo.

Se trata en cualquier caso de una nueva demostración, una más, de hasta qué punto una parte de la casta española ha perdido el instinto de lo nacional, el orgullo por lo propio, la solidaridad con los nuestros, la sensibilidad con la gente de casa. ¿Que será lo siguiente, Alicia Sánchez Camacho? Mejor ni imaginarlo.