Héroes y villanos vuelven al Watergate
El principio del fin arrancó el 17 de junio de 1972. Al menos, para el presidente estadounidense Richard Nixon, un tipo que ha inspirado varias películas y en todas hace de malo-malísimo. Aquel día histórico, no le pudo sacar las castañas del fuego ni Kissinger, su fiel secretario de Estado y un genio del escaqueo. Bien entrada la madrugada, unos tipos entraron a hurtadillas en la sede del Partido Demócrata, que se encontraba en el edificio Watergate, en Washington D.C. Aquel era -y sigue siendo- un hotelazo con muchos esqueletos en el armario… Allí mismo se disponían a instalar un dispositivo de escuchas. La policía les dio caza y se descubrió que los ‘angelitos’ trabajaban para la CIA. Ahí arrancó el mayor escándalo político de EE UU, el único que ha provocado la caída de uno de sus presidentes.
Cuarenta años después, buena parte de los protagonistas de aquel escándalo han regresado al lugar del crimen para celebrar una fiesta de aniversario. Por primera vez, se vieron las caras los héroes y los villanos del Watergate, que juntos y bien avenidos rememoraron los detalles de aquel suceso. La fiesta -organizada por ‘The Washington Post’, el diario que destapó la trama- reunió a los dos profesionales que encabezaron la investigación periodística, Bob Woodward y Carl Bernstein, y a su director por aquel entonces, Ben Bradlee, con varios de los empleados de la Casa Blanca que acabaron en la cárcel.
«Nixon emprendió y dirigió nada menos que cinco guerras. Ya sea contra la oposición a la guerra de Vietnam, contra los medios de comunicación, contra el Partido Demócrata, contra el sistema de justicia y contra… ¡la historia misma!», denunció la pareja mítica de periodistas en un editorial conjunto publicado en ‘The Washington Post’ con motivo del festejo.
Aquí paz y después gloria
Los ‘demonios’ del Watergate estuvieron representados en el sarao por el exconsejero legal de Nixon, John W. Dean III, condenado a cuatro años por obstrucción a la justicia, y Egil Krogh Jr., uno de los jefes de los ‘fontaneros’ que realizaban el trabajo sucio. Han pasado cuatro décadas y los ‘malos’ de la película han confesado sin tapujos: «Es importante saber que tu lealtad es a la Constitución. Pero cuando yo juré el cargo, tenía 29 años y mi lealtad era a Richard Nixon», intentó explicarse Krogh, que fue condenado a seis años de prisión, pero solo cumplió 18 semanas. «La principal lección que saqué de todo aquello es que nunca puedes dejar aparcada tu integridad personal», añadió. A los fastos, que incluyeron un coloquio, también asistieron Richard Ben-Veniste, el fiscal que se encargó de preparar el caso, Timothy Naftali, exdirector de la Biblioteca y Museo Presidencial Richard Nixon, y Fred Thompson, exsenador de EE UU que participó en la comisión Watergate.
Todo se desarrolló en buen ambiente y camaradería. Aquí paz y después gloria, debieron pensar los asistentes. Eso mismo dijo, más o menos, el presidente Gerald Ford, cuando en 1974 indultó a su antecesor, compañero de partido y un político que más valía tener calladito. La mayor condena de Nixon fue no ver la estupenda interpretación que hizo Anthony Hopkins de su persona en un ‘biopic’ de 1995. Murió en 1994.
Lo de Kissinger (realmente el judío sionista Abrahan Ben Elazar) premio Nobel de la paz a un criminal. Spiro Agnew (su vice) ya le dijo a Nixon que o se sacaba a los sionistas de encima o lo pagaría (hay una carta fácil de encontrar por la web donde lo pone todo muy claramente), y lo pagó cuando no ayudó Israel en un conflicto bélico que tuvo que lidiar y creo que perdió, no me acuerdo cual exactamente. Eso del espionaje es ridículo. Está en todos los lugares el espionaje. EEUU es una nación completamente esclava del sionismo judaico, tienen… Leer más »
La insistencia del Caudillo en aquella supuesta conspiración judeo-masónico-marxista no era tan supuesta. Que alguien que dirigiera una nación fuera tan insistente al respecto es realmente signifcativo ya que los servicios secretos de españoles probablemente tendrían acceso a muchísima información.
No obstante ya se encargaron los yankees de acabar con Carrero Blanco, el verdadero sucesor del Caudillo para convertir a España en otro país títere del Nuevo Orden Mundial “made in USA”.