Ramiro González.- Creado por Alan Moore y Dave Gibbons y publicado entre los años 1986 y 1987 en 12 entregas, compone una de las mejores novelas gráficas que se han escrito jamás. Watchmen es una historia de superhéroes, pero que son muy humanos. Esta historia nos presenta un universo alternativo en el que un grupo de superhéroes ayudan a los EEUU a ganar la Guerra de Vietnam. Con el paso del tiempo, la gran superpotencia se encamina a una nueva Guerra pero esta vez Nuclear con la Unión Soviética, y los Héroes han sido prohibidos por ley, de manera que muchos viven retirados o trabajan para el gobierno bajo su verdadera identidad, pero la muerte de uno de ellos, les hará salir de su retiro. Costó mucho llevar a cabo la adaptación al cine, pero el director Zack Snyder (300) pudo realizarla en el 2009.

Al igual que pasa con muchas otras obras, ya sean literarias o de cine, Watchmen ha pasado desapercibida para la mayor parte del público, excepto para unos pocos. Muchos fans del cómic dirán que es una adaptación floja o mala del mismo, y sinceramente, soy incapaz de encontrarle fallos. Más bien, lo que veo es una película que de nuevo, nos habla de algo que deberíamos tener, ese algo que cada vez está más ausente en la sociedad de hoy en día, y que ya hemos comentado en alguna ocasión: la moral. Aunque trata otros temas no menos interesantes a través de sus personajes como las teorías conspirativas o el fin de la civilización.

Como decía antes, y debido a esa carencia de valores por la que traigo a colación esta película, quizás el tema más interesante de la misma sea el de la megalomanía, reflejado en uno de sus personajes principales, Adrian Veidt. Este se ve así mismo como un Alejandro Magno moderno, y busca en ese conquistador la inspiración necesaria para ayudar a las personas, pero se comprueba que su solución es maquiavélica: el fin justifica los medios. ¿Cuál es el fin? Evitar una Guerra Nuclear. ¿El medio? Matar a unos pocos millones para evitar la muerte de cientos de millones de personas. Veidt refleja perfectamente el endiosamiento que cada vez es más común en nuestra generación. Un endiosamiento que se da precisamente por esa carencia de un Dios, de unos valores, es decir, el Relativismo Moral, en el que nada es Verdad y Todo está permitido.

Otro personaje que también puede parecerse a Veidt, y es mi favorito de todo el grupo, es Rorschach, el que es narrador y protagonista de esta historia, pues a través de él vemos la decadencia de la sociedad, resumida en este pequeño monólogo: “La mugre acumulada de todo el sexo que practican y de todos los asesinatos que cometen les llegará a la altura de la cintura y todas las putas y los políticos alzarán la cabeza y gritarán: “¡sálvanos!”… y yo miraré hacia abajo y susurraré “no”.

Incluso el hipócrita Veidt se atreve a decir en un momento dado de Rorschach: “Creo que es un hombre de gran integridad, pero ve el mundo en blanco o negro, en términos maniqueos”. Pues Rorschach, en un momento dado, no duda en matar a un violador y asesino de niñas vez de avisar a la policía para que lo detengan. Otro personaje realmente importante es el del Comediante, quien al igual que los dos anteriores, tiene una moral un tanto flexible, y no desvelaré por qué, es alguien que se toma todo “como si fuera un chiste”, pero que a pesar de todas las flaquezas que pueda tener en el fondo sabe cuál es la realidad. En palabras del propio Rorschach:

“Blake lo entendía. Se lo tomaba como si fuera un chiste, pero lo entendía. Veía las grietas en la sociedad, veía cómo los hombrecitos enmascarados intentaban que no se hicieran más grandes… Contempló el verdadero rostro del siglo XX y optó por convertirse en un reflejo, en una parodia de él. Nadie más entendió el chiste. Por eso se encontraba tan solo. Esto me recuerda a un chiste: Un hombre va al médico. Le cuenta que está deprimido. Le dice que la vida le parece dura y cruel. Dice que se siente muy solo en este mundo lleno de amenazas donde lo que nos espera es vago e incierto. El doctor le responde “El tratamiento es sencillo. El gran payaso Pagliacci se encuentra esta noche en la ciudad. Vaya a verlo. Eso lo animará”. El hombre se echa a llorar. Y dice “Pero, doctor… yo soy Pagliacci”.

También hay otro personaje fundamental en este universo, y es el del Doctor Manhattan, que es realmente el auténtico superhéroe, ya que por este concepto entendemos a alguien con poderes o habilidades especiales. Manhattan es, por supuesto, el menos humano de todos, es casi un Dios. Antes de esta transformación, era un prometedor científico que tiene un accidente de laboratorio. ¿Qué podríamos decir de alguien que cree que la vida en la tierra es un fenómeno sobrevalorado? Pues aparte de que ha perdido la fe en los hombres, poco más diría yo, aunque dejo a los lectores que mediten sobre esta cuestión.

A nivel personal, tanto el comic como la película nunca me han dejado indiferente. Porque las grietas de nuestra sociedad cada vez son más grandes, y cada vez somos más endogámicos y más hedonistas. Muchos se preguntarán: ¿A qué se debe esa carencia de horizonte? ¿Por qué no vemos luz al final del túnel? Pues porque no creemos en nada. Al igual que el Comediante, pienso que estamos en un mundo lleno de amenazas, en donde el porvenir es vago e incierto; quiero pensar que habrá una salida, pero la gente debe saber, que la solución no procede solo de las altas instancias, sino de todos nosotros. Es una obra anti relativista, contraria a la pasividad que predomina. En definitiva, a todos los que aun no la hayan visto les invito a que se adentren en este particular universo en el que la realidad supera a la ficción.