En el 73 Aniversario de la Liberación de España
Jesús de Castro y Meléndez-Valdez Herrera*.- Proemio: Espero sirva de cura ante los libros de “los Ian Gibson y Paul Preston”.
Con motivo del septuagésimo tercer aniversario de la liberación de de España por las tropas nacionales al mando del Caudillo invicto Francisco Franco Bahamonde escribo estas letras. Mi intención no es más que hacer constar y tener presente que la contienda de 1936 a 1939 fue una Cruzada, pues se alzaron católicos españoles cual vandeano fueran como aquellos hombres y mujeres que en 1793 salieron en la Vendeé (Francia) defendiendo la Religión y el Rey de aquellos “ilustrados” y “enciclopedistas” revolucionarios. En este caso no se defiende más que a un Rey, a Cristo y a una Patria, España.
Se resumiría facilmente relacionando dos frases que hacen mella en la historia de España. “La virtud más eminente es la de hacer sencillamente aquello que tenemos que hacer” que dijera el eminente José María Pemán y aquella otra que dijera San Agustin: “ama a tu prójimo, más que a tu prójimo a tus padres, más que a tus padres a tu Patria y más que a tu Patria… solamente a Dios”
He aquí que los mártires de la Cruzada:
* Amaron sobre todo a Dios, pues esta batalla se libró bajo la bandera de Cristo Rey y el signo eterno de la Cruz, por ende es Cruzada, defendiendo a Dios y a España, ya que esta no puede ir desligada del Credo más que rumbo a la apostasía que en estos días podemos contemplar.
* A su Patria, España, fue a esta a la que arraigados en el signo de la Fe defendieron incluso llegando a ser segadas sus vidas.
* Amaron a sus padres notablemente ya que fieles a ellos y a sus ideales supieron dejar que la española sangre de sus padres circulara por sus venas hasta el extremo que aquella sangre fuera vertida en campos españoles.
* A su prójimo, así fue este amor que durante el asedio del Alcázar de Toledo el Ángel del Alcázar (Antonio Rivera) dice a los soldados esas palabras que resumen toda una Cruzada: “disparad, pero disparad sin odio, con amor en defensa de vuestras mujeres e hijos”.
Diría San Ignacio de Loyola como buen militar que la historia es el resultado de la guerra entre dos banderas, por un lado la bandera de Cristo y contra esta la bandera del Anticristo.
Al contemplar la historia de España en aquellas fechas tan gloriosas podemos ver enarbolar la bandera del Anticristo, pero bien se alzó la bandera de Cristo pues ya dijo Manuel García Morente que “en la nación española y en su historia la religión católica no constituye un accidente, sino el elemento fundamental de su esencia misma. Es sencillamente imposible imaginar una historia de España sin religión católica. Sería la historia de otra nación… lo que de su descristianización resultase ya no sería propiamente España, sino otra cosa, otro ser, otra nación, o probablemente aún, nada”.
España cristianizadora de la mitad del orbe, que diría Menéndez Pelayo, no estaba muerta sino que más viva que nunca no claudicó.
Así como San Ignacio de Loyola, San Agustín cuando habla de las ciudades diferencia dos. La Civitas Terrae y la Civitas Dei: la Civitas Terrae, en la que los hombres se aman así mismos hasta el desprecio de Dios y la Civitas Dei, en la que los hombres aman tanto a Dios hasta el desprecio de sí mismos. Sí, España cristianizadora, ya dijo Nebrija a los Reyes Católicos que “los pedazos de España, que estaban por muchas partes derramados, se redujeron y ayuntaron en un solo cuerpo y unidad de reino”.
Cobraba vida en esos días frente la Anti-España, como la definió Blas Piñar López, aquella tierra que pariera a santos de talla como San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier, y tan largo etcétera que que “nacían dioses en Extremadura”.
La caridad y la justicia son inseparables, pues ambas forman un lazo de tal manera que si tirásemos de uno de ellas para eliminarlas la otra desaparecería y no tendría esencia, no tendría sentido alguno. Así, tambien existe una guerra justa que se dio en la católica España. Con la boca llena de blasfemias destruyeron iglesias, conventos, catedrales, imágenes; asesinaron sacerdotes, familias, religiosos y religiosas. Ante tan salvajada de actos fue necesario, así como en el Méjico de los cristeros y en la Vendeé francesa, la sublevación de esos españoles impulsados por el amor a Cristo Rey y a España.
Numerosas son las ocasiones en la actualidad en que se ha llamado a esta Cruzada “guerra civil”, “guerra incivil”, “querra fratricida”, “guerra injusta”. Todo esto mientras existe una aparente paz “sin Dios” y una batalla donde abundaban las comuniones, las confesiones, los Te Deum y demás oraciones católicas. Todo esto mientras en aquellos días España dio más santos al mundo que flores tienen mayo y abril.
Así escribiría José María Pemán aquel bello poema que debo reproducir aquí para no dejar de otorgar a la Cruzada el significado y protagonistas que tuvo:
“¿Qué sabemos nosotros donde se está ganando
la guerra cada día si, esta guerra es de Fe?
¿La ganará la niña que va cogiendo flores
o ese fraile que reza junto al alto ciprés?
¿Qué sabemos nosotros cuál gana más batallas,
la madre que se queda o el hijo que se va?
¿Qué sabemos nosotros del peso de las cosas
que Dios mide en sus altas balanzas de cristal?
Acabada la Cruzada (1 de abril de 1939) el 16 de abril de 1939 se dirigía Pío XII a los españoles así: “Nos, con piadoso impulso, inclinamos nuestra frente a la santa memoria de los obispos, sacerdotes, religiosos de ambos sexos y fieles de todas edades y condiciones, que en tan elevado número han sellado con su sangre su fe en Jesucristo y su amor a la religión católica. ¡No hay mayor prueba de amor!”(estas palabras de Pío XII se encuentran en en libro La Iglesia y la Guerra Española, Blas Piñar López, ed. Actas, 2012). Pues como ya dijera Nuestro Señor “no hay mayor alegría que la de dar la vida por los amigos”. Y aquí dieron la vida por los amigos, familia, compatriotas y lo más importante, por Dios y por España.
Así el uno de abril de 1939, aquel que dijera “no tenemos las armas y el oro pero tenemos la Fe” el Caudillo Francisco Franco Bahamonde, pudo decir:
“En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, las tropas nacionales han alcanzado sus últimos objetivos militares”.
*Colaborador de AD.
Si San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier viviesen todavía, vomitarían al leer este patético artículo. Y si te conociesen personalmente, te recomendarían que leyeses los evangelios a ver si aprendes algo de ellos. ¡ Qué atrevida es la ignorancia y el odio que exhalas escribiendo!
Que Dios se apiade de ti.
No sólo esos cuatro, el mismo Jesús también.
Me gustaría estar presente cuando tengan que rendirle cuentas a Dios por el odio a sus hijos de otras razas e idiomas.
No entiendo su comentario Sra. Ana M.
Un saludo en Cristo y en España.
Lo lamento Sr. de Castro . No soy yo quién para desvelar asuntos familiares que al parecer desconoce , pero al leer sus ideales conservadores sobre todo con la familia me resulta extraño que su padre no le haya hablado de que tiene un hermano mayor Francisco Javier Romero Romero de Sevilla , al que él le negó poder llamarle padre .
Un saludo
Pues es bien fácil de entender, que no se puede predicar con construir un hogar con tantos ideales de familia conservadora y por otro lado hacer todo lo contrario Sr. De castro melendez valdes herrera. Me estoy refiriendo a su señor padre Jesús de castro melendez valdes, que tenía una familia muy conservadora, su madre doña Isabel y su padre don Bartolome lo educaron de una forma y el salió totalmente de otra
Un saludo en Él, que vendrá y hará la justicia que en la tierra niegan los que se creen iluminados
Este señor que escribe , muy bien por cierto , aunque un poco vehemente , debe saber que no es el primogénito de su casa , que tiene un hermano mayor.
Qué grandes que fueron, y entre los más grandes, el General Franco que nos condujo a la victoria.