Terrorismo minero en Argentina
Ester Sisack.- En los primeros días del año 2012, cuatro provincias argentinas (Chubut, La Rioja, Catamarca y Río Negro) se manifestaron contra la “megaminería” y produjeron movilizaciones de repudio a la actividad extractiva por parte de compañías mineras multinacionales que, curiosamente, en las cuatro provincias cuenta con apoyo de los gobiernos provinciales, aparentemente socios minoritarios en el negocio.
Es que el marcó un quiebre en la acción que las comunidades asumían frente al avance de empresas mineras y fue precursora en estas protestas. Allí, en ese bello paraje de lagos cristalinos del sur argentino, en 2002 se instaló Meridian Gold, la compañía canadiense, que pretendía extraer oro y plata a sólo seis kilómetros de la ciudad y a lo largo del cordón andino. Muchas movilizaciones, jornadas informativas y, finalmente, un plebiscito rechazaron la megaminería y se logró la sanción de la Ley 5001, que prohíbe la actividad en la provincia.
La provincia de San Juan tiene uno de los yacimientos de extracción de oro más importantes del mundo, Veladero, así como en Catamarca está en explotación Bajo La Alumbrera, Cerro Vanguardia en Santa Cruz y se pretenden iniciar las obras en Famatina, provincia de La Rioja.
La Barrick Gold es una megaminera canadiense que busca oro en todo el mundo, rechazada en varios países, incluso en la Argentina donde fue expulsada por la protesta pública en Esquel. Sin embargo, lleva a cabo el proyecto binacional Pascua – Lama entre Chile y la Argentina (firmado por el ex presidente Carlos Menem de Argentina y Eduardo Frei de Chile, en 1997) en zona de glaciares en la provincia de San Juan.
Otras empresas (Barrick Gold, Osisco Mining Corp y otras) esperan agazapadas y al amparo del gobierno nacional y los provinciales, el turno para que, por las buenas o malas, comiencen o continúen sus trabajos en pos del oro inserto en las montañas del cordón andino y la consecuente destrucción del medio ambiente. Así, pues, con más de trescientos yacimientos en producción, o pronto a ser explotados -en su mayoría por empresas transnacionales- nuestro país ocupa el sexto lugar en el mundo como potencia minera y, de acuerdo con lo expresado por Maristella Svampa y Mirta Antonelli en su libro “Minería transnacional, narrativas del desarrollo y resistencias sociales”, el 75% de las áreas atractivas para la actividad todavía no han sido exploradas.
La minería a cielo abierto remueve la capa superficial para hacer accesibles los extensos yacimientos de mineral de baja calidad con modernos equipos de excavación, cintas transportadoras, el uso de nuevos insumos y tuberías de distribución que permiten remover montañas enteras en cuestión de horas, haciendo rentable la extracción de menos de un gramo de oro por tonelada de material removido. Estas innovaciones técnicas han modificado radicalmente la actividad, de modo que se ha pasado del aprovechamiento de vetas subterráneas de gran calidad a la explotación -en minas a cielo abierto- de minerales de menor calidad diseminados en grandes yacimientos.
Para poder extraer un gramo de oro se deben detonar por lo menos cuatro toneladas de roca y, para ello, explotan literalmente las montañas dejando en su lugar un gran ojo profundo que mira al cielo (por eso se llama minería a cielo abierto). Este tipo de explotación utiliza, de manera intensiva, grandes cantidades de cianuro que permite recuperar el oro del resto del material removido. Para desarrollar todo este proceso, se requiere que el yacimiento abarque grandes extensiones y que se encuentre cerca de la superficie. Para ello, se cavan cráteres gigantescos, que pueden llegar a tener más de 150 hectáreas de extensión y más de 500 metros de profundidad.
Luego, procesan parte de la remoción en una mezcla de cianuro y agua llamado lixiviación, el único método económicamente viable por el cual el oro se disuelve en un medio acuoso para separar la solución que contiene este metal precioso de la que contiene residuos, luego se procede a la recuperación del oro utilizando carbón activado. Una vez extraído del carbón activado, el oro es concentrado por precipitación o galvanización. Este proceso requiere, obviamente, gran cantidad de agua que, aún “reciclada”, no es apta para el consumo humano. Se usan diariamente entre 7 y 9 toneladas de cianuro y a razón de 370 litros de agua pura por segundo, equivale en un año a más de 5.000 millones de litros de agua.
“Mi lugar en el mundo”, repite incansablemente la presidente argentina, Cristina Fernández de Kirchner, en referencia a El Calafate, un paraje ubicado a orillas del Lago Argentino, que forma parte de una importante cuenca acuífera del extremo sur de la Argentina con los mundialmente famosos glaciares Perito Moreno y Upsala. Pero, la presidente no sabe, no puede o no quiere cuidar “su” lugar en el mundo, por ello el veto, el 10 de noviembre de 2008, a la Ley de Protección de Glaciares, a pesar de haber logrado un inédito consenso legislativo, demostró que el gobierno prefiere no enfrentarse al lobby de las empresas mineras sino, por el contrario, favorecerlas y favorecerse en forma particular, olvidándose de los deberes de su investidura, cargo para el cual fue electa por una mayoría de votos. En el año siguiente, 2011, el Congreso trató y, unánimemente, aprobó y promulgó –ya sin opción a veto presidencial- la Ley de Protección de Glaciares que aún estando reglamentada la Administración Fernández de Kirchner ha decidido no efectuar el inventario o relevamiento glaciario y de zonas periglaciarias, para saber qué hay que proteger… Un nuevo firulete para escabullirse de la ley mientras las “empresas socias y amigas” avanzan con la explotación.
Si bien el 70% de la tierra está cubierto por agua, sólo el 2,5% es dulce y apta para el consumo humano. El 70% de esa agua dulce está en los glaciares. Diez provincias en el país tienen glaciares pero varias más se nutren del agua que ellos generan. Nuestros glaciares son una de las mayores reservas de agua dulce del planeta y alimentan a millones de hogares argentinos. Además del agua potable, riego de cultivos y vida animal, la luz de muchas provincias se genera con el agua que baja de los glaciares de la Cordillera de Los Andes.
El gran perjuicio ambiental es la cuantiosa cantidad de agua que se consume en el proceso de explotación “a cielo abierto”: En Bajo la Alumbrera, Catamarca, según una reciente investigación, se consumen 1.100 litros de agua por segundo, casi 4 millones de litros por hora en una zona semidesértica. El agua utilizada es irrecuperable. Por otra parte, los ríos y arroyos se van secando hasta desaparecer en poco tiempo.
La recientemente votada Ley Antiterrorista, con el Nro. 26734, cuyo texto modifica extractos del Código Penal, una aberración jurídica e inconstitucional y su correspondiente sanción por el Poder Ejecutivo, precisamente, habilita a los jueces y fiscales a aplicarla, como toda ley, de acuerdo a su interpretación. Más allá de diferencias partidarias se constituye en un peligro para toda manifestación social (movilizaciones, reuniones, mitines, etc.) pues quedaría comprendida dentro de los alcances de la misma, máxime cuando los que luchan por sus derechos individuales son simples ciudadanos y, del otro lado, inclinan la balanza: multinacionales, coimas de toda laya y color, empresarios poderosos y gobernantes corruptos que, paradójicamente, son los que hacen las denuncias.
Distintas organizaciones de Derechos Humanos (de los que este gobierno se dice paladín) han denunciado esta irregular e insólita ley. Así, por ejemplo, Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz rechaza la judicialización de la protesta ambientalista atendiendo la posibilidad que pueda encuadrarse dentro de los postulados de esta ley.
Estos “neo-terroristas” -movimientos sociales y agrupaciones ambientalistas- vienen denunciando, en varias asambleas a lo largo del país, que el problema no es sólo en relación al vergonzoso saqueo por parte de empresas extranjeras y una legislación que lo permite sino que, en la práctica, todos los desechos son destinados a un enorme basurero, llamado “dique de colas”. Las empresas aseguran que todo es de una seguridad y ecología inmaculadas, mientras las localidades vecinas sufren lluvias de tierra por las explosiones, envenenamiento sistemático del suelo y las aguas subterráneas.
“BASTA YA”, y una mano surge de un afiche, de la pantalla, de una revista o un diario…
Basta Ya! Dijeron muchos argentinos, desde la Cordillera, de Jujuy a Esquel, pasando por Famatina (La Rioja), Catamarca, San Juan, Mendoza, Neuquén, Río Negro, Chubut y, en escala menor, propia de la obsecuencia, Santa Cruz .
“¡Basta Ya!”, dijeron, a pesar de las elevadísimas temperaturas, los argentinos de las ciudades de Córdoba, Buenos Aires, Mar del Plata, Trelew, Rosario y varias más.
Basta Ya… Es Urgente ya no hay Tiempo.
Estiuve leyendo algunas notas bastante buenas aqui respecto a la mineria en santa cruz: http://mineriasantacruz.fwd.com.ar/